n las seudoelecciones impuestas por los golpistas hondureños –aunque el primer partido
fue el de la abstención, que abarcó a más de 65 por ciento de los electores– ganó el candidato del Partido Nacional, Porfirio Pepe Lobo, quien había apoyado el golpe de Estado. En Uruguay, en cambio, como se preveía, ganó el del centro-centro-centro-izquierda, el ex guerrillero José Pepe Mujica, quien derrotó a la alianza de derecha rosada
(blancos más colorados).
Pero el Pepe Lobo podría disfrazarse de cordero ante el hecho evidente del aislamiento de su gobierno
, la ilegalidad e ilegitimidad de las elecciones y de su resultado, y la continuidad y profundidad de la resistencia popular. Para salir al paso de la conquista popular de una Asamblea Constituyente, en efecto, podría intentar un contrafuego preparando y negociando con el ala más moderada del zelayismo, una reforma de la Constitución aceptable para Estados Unidos y para las clases dominantes, como parece indicar, con sus declaraciones, Óscar Arias, que no es más que el muñeco de ventrílocuo, hispano y morenito, del Departamento de Estado.
De este modo aparece un nuevo desafío a lo conseguido en estos meses de lucha contra el golpe, o sea, juntar la mayoría detrás de la defensa de la democracia y de una Constituyente, borrar los partidos tradicionales, organizar la lucha por vías no institucionales en torno a un partido-movimiento (el Movimiento Nacional de Resistencia) apoyado en movilizaciones constantes, con el eje en maestros, estudiantes, campesinos e indígenas. Porque al oportunismo de quienes esperan tener alguna posición muy secundaria y subordinada dentro del régimen oligárquico, ya que participaron en la farsa electoral, se agregaría ahora otro aún peor: el de quienes creen negociar con la oligarquía sacando provecho de la resistencia popular.
A ese desafío sólo se lo puede encarar profundizando y organizando la resistencia en una tarea de largo aliento que permita ir construyendo un programa alternativo en la lucha de masas, combinando todos los medios y utilizando todos los resquicios legales para, en la defensa de la democracia, construir elementos de poder local.
El otro Pepe, el oriental, en su discurso al conocer el resultado electoral y en su programa de gobierno, demostró ser más que moderado. Más papeleras extranjeras, más sustitución de la producción de alimentos por la soya y por los eucaliptus, política neoliberal a ultranza dirigida por Danilo Astori, un socialista
a la derecha de la socialdemocracia. O sea, todo lo contrario de lo que reza el himno: la Patria o la tumba
. Además, borrón y cuenta nueva en lo que respecta al pasado, propuesta a la derecha de construir la unidad nacional (que, por supuesto, aquélla no acepta ni borracha). Por eso el Frente Amplio no luchó para ganar la aprobación al referéndum sobre el juicio a los torturadores y opresores, y por eso Tabaré Vázquez vetó una ley que permitía el aborto, aprobada en el Congreso por su partido y por toda la izquierda, pero rechazada por toda la derecha.
Sin duda Mujica, a diferencia del oligarca Luis Lacalle, podrá hacer concesiones en la asistencia social a los más pobres y los desocupados, según el modelo de Lula, y eso, para aquéllos, será importante, pues les podría permitir comer dos veces por día. Sin duda El Pepe, a diferencia de Astori, no es adversario del Mercosur, como la derecha, y su victoria ha despertado esperanzas de que, ante una rápida desilusión, podría dar origen a una radicalización de los trabajadores uruguayos, que hoy están a la vez unidos y contenidos por el Frente Amplio, el cual sólo ofrece una política de reformismo con propuestas raquíticas.
Pero el triunfo del segundo presidente del Frente Amplio no es estable ni es de izquierda y, muy probablemente, a medio plazo lo diferenciará abruptamente y llevará a un sector importante hacia una política social más radical, que criticará al tan elogiado (por la prensa latinoamericana que está lejos de ser progresista) Pepe el bueno.
En realidad, en los años 70 no faltaron los corderos rabiosos ni las ovejas armadas. Mientras por la guerrilla optaban revolucionarios anticapitalistas como los del MIR chileno, el MIR peruano o el ERP-PRT argentino, también lo hicieron nacionalistas reaccionarios con una visión anticomunista, como los dirigentes de Montoneros, liberales peronistas armados o nacionalistas liberales, como el brasileño Leonel Brizola o Edén Pastora, el Comandante Cero nicaragüense. El arma de las ideas era en sus casos muy poco radical y su acción armada tenía objetivos moderados y entraba más bien en las tradiciones de las guerras civiles y las luchas de facciones en la historia latinoamericana, donde lo que se buscaba era la alternancia. Las FARC son la expresión, a la vez, de ese origen y de esos límites políticos y teóricos que las condenan al aislamiento. Entre los tupamaros había, por supuesto, socialistas como Raúl Sendic, pero también conservadores rabiosos que querían retener el Uruguay de antes
que la mundialización estaba disolviendo. Ahora, con esta crisis del capitalismo, que es además una crisis de civilización, estamos llegando al momento en que, como dicen los italianos, el peine llega a los nudos
. Personalmente no les veo a ninguno de los Pepes, ni al bueno
ni al malo, estabilidad ni futuro.