Que se vayan a la chingada todos
, reclama el boxeador
El costarricense se encuentra en coma desde hace cuatro meses
Viernes 4 de diciembre de 2009, p. a18
El boxeador Jesús Matador Chávez se desmorona y no puede hablar. Lo que su boca no puede articular lo dicen sus ojos en un esfuerzo tembloroso por no exhibir ni una lágrima.
Semidesnudo, en una banca del vestidor del gimnasio Nuevo Jordán, el dos veces campeón del mundo no pudo mantener la ferocidad con la que cobró fama en los cuadriláteros y cae derrotado al opinar sobre el drama del joven peleador costarricense Alejandro Timón Martínez, en coma desde hace cuatro meses y abandonado a su suerte por Producciones Zanfer.
Apenas se escucha la modulación de un hilo de voz. El tema le cala hondo. En septiembre de 2005 peleó contra Leavander Johnson, a quien le arrebató el título de los ligeros y también le arrancó la vida. Por eso el tema del Timón le duele y le enoja en flujos idénticos.
El joven costarricense perdió la pelea ante el Topo Rosas, en Nayarit, y terminó en el hospital con un coágulo en el cerebro. Desde entonces no despierta. Sin indemnización alguna por la empresa que lo contrató, sin dinero para la cuenta del hospital, sin lugar donde vivir, el padre del muchacho, Gilbert Martínez, tiene que arreglárselas y pide dinero hasta para comer.
Producciones Zanfer evadió toda responsabilidad. La decimoprimera cláusula del contrato que firmó el peleador tico es clara y estipula que la empresa se deslinda en caso de que el boxeador sufra cualquier daño físico o mental durante la contienda o como consecuencia de ésta.
A mí me pasó esa tragedia. Yo lo viví. Entonces, al darme cuenta que a un pugilista le sucede lo mismo y no hay nadie que pueda ayudarlo pues... ¡que se vayan a la chingada todos!
, estalla el Matador, porque no tolera la injusticia contra los peleadores. Inclusive en el caso de Zanfer, la empresa que también lo contrató para pelear contra Humberto Zorrita Soto el próximo 19 de diciembre.
Entonces todas las palabras atoradas por el dolor hacen erupción. No soporta que los boxeadores, gente pobre que no tiene otro recurso para ganarse la vida, sino las manos y el cuerpo, sean víctimas de abuso. No tolera el abandono. No acepta la insensibilidad en el boxeo.
Es un ser humano y un hermano pugilista. La fraternidad del boxeo tiene que hacer algo por este muchacho
, tratar de convencer a alguien, mientras jóvenes, novatos y algunos veteranos salen de las duchas al ritmo de una cumbia que suena en una radio destartalada.
Admite que cuando los púgiles firman un contrato no siempre reparan en los aspectos sobre la seguridad médica. Un joven que aspira a destacar en los cuadriláteros regularmente está más preocupado por la paga que por la responsabilidad de una empresa en caso de una desgracia, en uno de los deportes con mayores riesgos.
Aparte del dinero, el boxeador tiene que cuidarse al firmar un contrato, legal y físicamente
, recomienda Chávez, quien precisa que cuando pelea en Estados Unidos los contendientes están asegurados ante cualquier contingencia, pero hace 10 años no pelea en México y no sabe bien cuáles son las condiciones en las que los jóvenes suben a los enlonados.
Suspira. Se siente aliviado. Las palabras le quitan un peso de encima. Dice que hablar por un hermano boxeador es lo menos que puede hacer. Y se va a la ducha.