Opinión
Ver día anteriorMartes 1º de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La infección y la política
H

abiendo resuelto Luis Pasteur el problema de la industria vinatera de forma tan brillante, fue lógico que cuando una enfermedad en los gusanos de seda empezó a arruinar esa industria en Francia, llamaran de nuevo a Pasteur. Éste no sabía nada sobre gusanos de seda, pero cuando usó su microscopio identificó un parásito diminuto que infestaba a los gusanos y la manera en la que se alimentaba. Su diagnóstico fue drástico: los gusanos y las hojas infectadas tenían que ser destruidos y remplazados por nuevos. Su reputación ayudó a que siguieran su consejo y así salvó a otra industria. Su trabajo con la enfermedad de los gusanos de seda atrajo su atención hacia el espectro más amplio de las enfermedades contagiosas.

En aquellos tiempos, la idea de que las enfermedades pudieran transmitirse entre criaturas vivientes era anatema. El hecho de que se encontraran bacterias en las heridas o en los enfermos no era en sí mismo una prueba de que las bacterias fueran la causa del problema. Cuando Pasteur sugirió que ayudaría que los doctores y enfermeras se lavaran las manos con más frecuencia, esterilizaran sus instrumentos e hirvieran las vendas, lo que consiguió fueron protestas de un gremio que se sintió ultrajado.

La tendencia política de Pasteur era muy derechista y se ha sugerido que su preocupación por la amenaza que representaban para el cuerpo humano millones de minúsculos microbios no sería totalmente ajena a su fuerte convicción de la amenaza que representaban para el cuerpo político las masas enardecidas. Pero cualquiera que hubiese sido su inspiración para llegar a su teoría de los gérmenes, muchos opinan que fue uno de los desarrollos teóricos más importantes en la historia de la medicina.

Quizás sería bueno que en nuestro país la clase política no se sintiera ultrajada, parara un poco las antenas y se tomara un tiempo para reflexionar sobre lo que hoy está haciendo o, más bien, dejando de hacer, antes de que las masas enardecidas se sientan afectadas por la pobrísima conducción del país.

Según estadísticas recientes sobre la población económicamente activa (PEA), resulta que poco más de 32 por ciento son ambulantes y trabajadoras domésticas. Yo no sé si esto le preocupa al gran señor que está sentado en la Secretaría de Hacienda, porque si esos datos son correctos, sin necesidad de ser economista está claro que el peor de los remedios es aumentar los impuestos, ya que eso sólo hará que la gente con pésimos ingresos tenga menos dinero para gastar, con lo cual habrá menos empresas que puedan generar empleo. El resultado será mayor pobreza. Para hacer un símil, habrá cada vez más organismos que se infiltrarán en las heridas generadas por un puñado de individuos, cuyos intereses no son curar heridas o a los enfermos.

Sería bueno que la clase política mexicana leyera, aunque sea, unos pasajes del libro de Thomas Kuhn, intitulado La estructura de las revoluciones científicas, cuyo autor señala y explica cómo en la ciencia se genera un proceso gradual de conocimiento y de comprensión, pero que de vez en cuando surge un nuevo paradigma, un nuevo modelo revolucionario que cambia dramáticamente la visión de la realidad subyacente que una realidad particular intenta explicar. Esto conduce a la reorientación de la ciencia en particular y trae después un periodo excepcionalmente fructífero.

La ciencia política debería tomar esos rumbos, pero los políticos mexicanos no son políticos, y mucho menos científicos. Quizás si sumaran algunos ingredientes, como leer, estudiar, analizar y sobre todo pensar en el bien común, en lugar de quedar comúnmente bien entre ellos para sacar provecho, los peligros a los que aludía Pasteur podrían irse despejando. Valdría la pena recomendar a la clase política que busque nuevos paradigmas para la conducción del país. De seguro nos podría ir mejor.