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Ver día anteriorLunes 30 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Colas de riesgo
C

uando parecía, o así dicen, que las cosas en los mercados financieros se están estabilizando luego de la fuerte crisis desatada en septiembre de 2008, hay signos de que existen todavía deudas vigentes que esconden altos riesgos.

Esto se llama, en el argot de los financieros, colas de riesgo. Una de ellas acaba de surgir en Dubai; nueva muestra de que la fragilidad del mercado mundial de crédito no se ha superado.

Dubai pide ahora una prórroga de la deuda de la corporación estatal de desarrollo inmobiliario –Dubai World– que acumuló compromisos de pago por 80 mil millones de dólares. El caso, que aparece como una verdadera manía más allá de la imaginación de Las mil y una noches, no es ajeno al proceso de especulación que está en la base de la actual crisis.

La repercusión inicial de esta cola de riesgo se advirtió en la caída a finales de la semana pasada de los mercados de acciones y el reacomodo de los tipos de cambio de las monedas. Se esperan también algunos movimientos en las tasas de interés.

Este nuevo episodio contribuye de modo relevante a la condición de incertidumbre económica que predomina en todas partes. Indica también que el ajuste de los mercados es muy deficiente y que deberá seguir la intervención estatal para tratar de ordenar de algún modo su funcionamiento. Igualmente muestra que seguirán absorbiéndose pérdidas privadas y públicas con un alto costo.

Estamos en la parte diametralmente opuesta del ciclo de la expansión sustentada en la especulación, esa exuberancia irracional como la llamó Alan Greenspan, pero que no enfrentó para detenerla.

Ese fenómeno se sustentó en expectativas imparables de ganancia a partir de la elevación del precio de los bienes raíces, y lo que se suponía podía ser una favorable diseminación de los riesgos del creciente endeudamiento. Esto se hizo mediante complejos instrumentos de deuda que finalmente explotaron en la cara de sus orgullosos inventores.

Hoy las expectativas funcionan al contrario. Cautela excesiva para gastar por parte de los consumidores, de los empresarios para invertir y de los ahorradores para colocar sus excedentes.

Mientras tanto, sube el desempleo, cierran empresas, se eleva el déficit fiscal de los gobiernos, los bancos no prestan y se desperdician enormes recursos humanos y materiales.

Esta es una de las contradicciones más llamativas de la economía capitalista: la desocupación creciente en medio de amplios recursos que están ahí disponibles. Una incapacidad para generar riqueza. Y ello sin que existan mecanismos de ajuste que sean eficaces a corto plazo y, mucho menos aun que sean de naturaleza automática, como se ha supuesto de manera reiterativa por mucho tiempo entre los economistas y políticos, y como ocurrió apenas hace unos meses en la situación que produjo esta crisis.

Las colas de riesgo no han desaparecido y hay diversos elementos que pueden exponerlas en los meses siguientes. El caso de Dubai muestra otra vez la manera en que se extendió la especulación a escala internacional, la participación de los bancos y otras instituciones financieras, así como de los gobiernos. Ya se dio el caso de la quiebra del Estado en Islandia. Esa dimensión de la crisis no se ha superado.

Las condiciones se expresan también a escala interna. Se estima que en Estados Unidos la situación de fragilidad de las deudas hipotecarias todavía no se supera. Muchas familias tienen aun deudas más elevadas que el valor de sus casas y esto puede acarrear otra ola de pérdidas para las empresas financieras y para el fisco. Además, tendrá un impacto en las condiciones de ingreso y gasto de los hogares y en la actividad productiva en general.

En todo caso, aun en el mejor de los escenarios que hoy se proponen, la recuperación estadunidense se proyecta como muy lenta y en el marco de esa incertidumbre a la que me he referido.

Entonces, más vale que pensemos en nuestras propias colas de riesgo y que pueden ser muy largas. La situación generada por la dura recesión de este año en México no se puede decretar terminada. Una eventual recuperación del ritmo de crecimiento de la producción será insuficiente y nos dejará aún muy por debajo de los niveles de antes de la crisis, que eran ya muy bajos. A la subida del crecimiento puede seguir una nueva caída.

Pero sobre todo no hay condiciones internas ni externas para que tal recuperación se sostenga. La política económica que plantea el gobierno y las medidas relativas a los ingresos y los gastos públicos hechos ley en el Congreso se asientan en supuestos muy endebles: el crecimiento más vigoroso en Estados Unidos y un restablecimiento de los ingresos petroleros.

Las medidas tomadas son a todas luces limitadas para recomponer el entorno económico, financiero, institucional y político que requiere el país. La incertidumbre que enfrentamos no se puede reducir a una situación de riesgo calculable, eso parece claro. Pero ahí está de todos modos y la situación que se vaya desenvolviendo en los meses y años siguientes no está ahí fija para que la encontremos, sino que la vamos a crear nosotros mismos. Ésa es la pesadilla actual de México.