unque es hasta de aquí a unos meses que se conmemoran el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, ya desde este año por todos lados comenzaron los festejos con distintas actividades culturales: publicaciones de libros, obras de teatro, conferencias y muchas más. Esto nos hace dejar de advertir otras conmemoraciones importantísimas. Este año se cumplen 90 de que nació la Academia Mexicana de la Historia correspondiente de la Real de Madrid.
La vida de la noble institución no siempre ha sido fácil. Por muchos años no tuvo una sede propia ni presupuesto fijo, tuvo altas y bajas. Una buena época fue cuando estuvo al frente don Atanasio Sarabia, quien como funcionario del Banco Nacional de México logró que esta institución proporcionara el financiamiento, para darse el lujo de adquirir una hermosa fachada virreinal de tezontle, decorada con fina chiluca, y construir el resto del edificio.
Este es un caso digno de admirar ya que salvó una parte de una construcción sobresaliente. El frente de la mansión actualmente ubicada en la Plaza Carlos Pacheco número 21, originalmente estuvo en la calle de Capuchinas, hoy Venustiano Carranza, y era parte de un palacio virreinal, que se dice fue obra del sobresaliente arquitecto Lorenzo Rodríguez, autor del Sagrario de la Catedral y del templo de la Santísima, con eso les digo todo. Para salvarlo de la destrucción se le trasladó piedra por piedra a este sitio, ubicado en el barrio de San Juan, en las cercanías de la Ciudadela.
Es el lugar ideal para ser la sede de esta relevante institución, que en una década será centenaria y sigue plena de vida. Con motivo de su cumpleaños 90 vamos a recordar algo de lo que escribimos hace algunos años sobre su interesante historia: corría el año de 1919 cuando se reunió un grupo de ilustres amantes de la materia, para dar nacimiento a la Academia Mexicana de la Historia, correspondiente a la Real de Madrid. Este hecho cristalizó alrededor de 100 años de esfuerzos en los que se había intentado fundar dicha institución, pero circunstancias diversas –los avatares políticos y el antihispanismo de algunos historiadores, entre otras– hicieron que en varias ocasiones fracasara el intento.
Son muchas las tareas que realiza la academia que enriquecen y preservan nuestra memoria histórica: trabajos de investigación dentro de las diversas ramas de la historia de México, fomenta y propaga los estudios históricos realizados por los académicos, así como por otros historiadores, organiza conferencias, diplomados y mesas redondas y contribuye a la conservación del patrimonio cultural de México; en particular ayuda a salvaguardar los edificios, museos, bibliotecas, documentos y demás testimonios valiosos del pasado. Esto lo llevan a cabo 30 académicos especialistas en las distintas ramas del saber histórico. Es interesante saber que siete de ellos son del interior de la República. A lo largo de su vida, la Academia ha acogido en su seno a muchos de los historiadores más relevantes de México y a varios del extranjero como corresponsales.
Mencionaré a algunos de los actuales integrantes para que se den una idea del nivel de la institución: Miguel León Portilla, Clementina Díaz y de Ovando, Silvio Zavala, Javier Garciadiego, Eduardo Matos Moctezuma, Jean Meyer, Andrés Lira, Virginia Guedea, Mercedes de la Garza, Álvaro Matute, Josefina Zoraida, Enrique Krauze y Gisela Von Wobeser, la actual directora, quien ha organizado una serie de festejos conmemorativos que vale la pena aprovechar: mesas redondas y un diplomado, ambos alrededor del tema del centenario y del bicentenario; participan tanto miembros de la academia como otros destacados historiadores.
Antes puede ir a saborear un cabrito precedido de una sopa toro, que es jugo de carne con médula, en el cercano restaurante El Rincón de Castilla, situado en Arcos de Belén 55, esquina Luis Moya.