Admite que el caso El Encino dañó la imagen de la SCJN
Caracterizado por la agudeza de sus comentarios, el ministro reconoce que en el máximo tribunal predomina un ala conservadora
y afirma que es muy peligrosa
la selección de quienes sustituirán a él y a Mariano Azuela
Lunes 16 de noviembre de 2009, p. 10
A unos días de dejar su cargo en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Genaro Góngora Pimentel reconoce su admiración por tres ministros (ya jubilados), acepta que en el máximo tribunal predomina un ala conservadora
y afirma que el proceso de selección de quienes lo sustituirán a él y a Mariano Azuela es muy peligroso
, porque existe el riesgo que los nuevos integrantes del pleno respondan a los intereses de los partidos políticos que los designen.
El ministro se caracterizó, desde su elección en 1994, por sus agudos comentarios en las sesiones de pleno y porque en muchas ocasiones se quedó prácticamente solo en la discusión de asuntos en los que el pleno no atendió sus propuestas innovadoras. Góngora admite que el controvertido caso de El Encino, que derivó en el desafuero del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, impactó negativamente la imagen de la Corte.
Sentado en su escritorio, Góngora tiene a sus espaldas un librero vacío, ya sin fotos, documentos ni libros.
–¿Qué diferencia ve entre la Corte que usted integraba en 1995 y la que va a dejar en unos días?
–En lo particular, echo mucho de menos a dos extraordinarios ministros, don Juventino V. Castro y Castro y don Vicente Aguinaco Alemán; también a don Juan Díaz Romero.
–Aunque muy diferentes los tres, ¿no?
–Muy diferentes. Yo llegué a apreciarlos mucho y a considerarlos verdaderos pilares de la Suprema Corte.
–Hablando de Aguinaco y Castro, en la primera elección para presidente de la Suprema Corte en 1995, se dice que aquél ganó porque votó por sí mismo.
–Así es.
–¿Se vale?
–Pues yo creo que sí; cuando están muy empatadas las cosas, sí se vale.
–¿Actualmente se puede hablar del predominio de un ala conservadora en la Corte?
–Yo creo que sí.
–Esta ala conservadora, ¿qué tanto impacto tiene?
–En todo cuerpo colegiado judicial, hay los liberales y los conservadores. Los que quieren ampliar la finalidad del juicio de amparo y los que quieren restringirla. Esto es una lucha de siempre, entre, no el bien y el mal, sino entre el yin y el yang.
–Y en esta lucha entre el yin y el yang, ¿también están en juego muchas libertades?
–Así es.
–Entonces, ¿se prevé un futuro muy oscuro para ciertos temas que la sociedad le plantee a la Corte?
–No sé qué se pueda esperar para el futuro, porque no tengo el don de adivinar. Lo que sí sé es que la SCJN debe resolver, en mi opinión, conforme a derecho, incluso cuando sea contra los intereses del Estado.
“Al Estado mexicano le conviene que se sepa que tiene una Corte independiente, autónoma, que puede resolver incluso en contra de sus propias decisiones.
Eso da prestigio al Estado.
–¿Qué opina del proceso de selección de ministros de la Corte?
–Yo quisiera una selección como en Estados Unidos, donde se estudian a fondo las sentencias que han dictado los que salen del Poder Judicial y se ve si son liberales, si son conservadores, si son estudiosos, si no lo son.
En las visitas que hice como presidente de la Corte platiqué con el presidente de la Corte de Estados Unidos y con el de la Corte alemana y los dos me dijeron: son mejores ministros aquellos que vienen del Poder Judicial, más que los que vienen de la política.
–En México, el proceso de selección de ministros está politizado. ¿Qué tan delicado es que los puestos de los ministros de la Suprema Corte respondan a los intereses de los principales partidos políticos?
–Muy peligroso. Yo espero que una vez nombrados ministros, se olviden de todos esos compromisos y resuelvan conforme a derecho y a su buen saber y entender.
–Cuando se despidió el ministro Azuela hace unos días, usted dijo que votó por él para que fuera presidente de la Corte.
–Porque lo admiraba como jurista. Lo recalqué.
–En ese momento, su voto tenía particular importancia porque dejaba la presidencia de la Corte. ¿Se arrepiente de este voto en favor de Azuela?
–[Largo silencio] Eh, eh, eh. Voy a citar lo que dijo el otro día un amigo mío que es político: ¡yo nunca me arrepiento de nada!
–El que tuviera una presidencia tan contrastante con la suya…
–Sí, muy contrastante. Él mismo lo dijo, somos completamente opuestos, con ideas opuestas. Así fue. Y lo demostró en la votación de cuando se estudió en el pleno de la Corte el problema de la despenalización del aborto en el Distrito Federal.
“Ocho ministros votamos por la despenalización, tres en contra, y uno fue el ministro Azuela. Entendimos todos que se debió a su inclinación natural. Un político amigo mío, cuando Mariano Azuela era presidente de la Corte, dijo una frase genial: ‘Al frente de la Suprema Corte hay un sacerdote católico’, muy cierto todo.”
–Precisamente, durante la presidencia de Azuela se dio el problema de El Encino y de López Obrador. ¿Qué tanto impactó negativamente a la imagen de la Corte?
–Mucho, todavía lo están recordando. Impactó mucho. Y dejó la enseñanza de que siempre que un presidente de la República invita al presidente de la Suprema Corte a desayunar o a comer, no es porque piense que el presidente de la Corte es muy culto, muy instruido, muy simpático. No. Es para pedirle algo: así es como debe ir el presidente de la Corte a las reuniones con el presidente de la República, esperando el momento en que le van a pedir algo.
–Y ¿qué es lo que tiene que responder?
–Que no.
–¿No a ninguna consulta, no a ningún arreglo?
–Así es.