14 de noviembre de 2009     Número 26

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Las primeras organizaciones rurales en forma que surgen al término de la fase armada de la Revolución mexicana son Ligas de Comunidades Agrarias. Con su accionar da inicio, a principios de los 20s, el movimiento campesino propiamente posrevolucionario. La intensa lucha que en el seno de las Ligas libran el agrarismo sumiso al gobierno y el agrarismo radical prefigura la tensión entre sometimiento y rebeldía que hasta nuestros días tiene en vilo a los campesinos organizados. Sus polémicas ponen también sobre la mesa algunos de los temas que marcarán el debate político sobre el campesinado durante el pasado siglo: la evidencia de que los rústi cos han sido el protagonista mayor de todas las revoluciones; el natural anticapitalismo de una clase que no puede liberarse realmente dentro del orden existente; el cuestionamiento de la presunta superioridad de un proletariado que, se supone, debiera organizar y conducir a los campesinos; las relaciones entre el movimiento social y el partido revolucionario... Algunas de estas cuestiones ya sólo son historia, otras siguen vigentes.

Llama también la atención que la matriz ideológica del agrarismo radical de los 20s es el marxismo y en particular el leninismo, lo que se explica porque por esos años había triunfado en Rusia la revolución conducida por los bolcheviques. Paradójicamente, aunque su discurso sea en gran medida leninista, el campesinismo de los líderes está más cerca de Emiliano que de Vladimir Illich.


ILUSTRACIÓN: Diego Rivera

La Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz (LCAEV) se forma en marzo de 1923 con 126 delegados de más de cien comités agrarios. Úrsulo Galván, su presidente, dice en la fundación:

Aquí luchan dos tendencias, la de los viejos agraristas del cómodo agrarismo oficial y la de los campesinos militantes que disputan bravamente la tierra al latifundismo y sus lacayos (...)

Del folleto de la LCAEV titulado El agrarismo en México

El agrarismo de nuestros días no es punto capital, sino más bien consecuencia. Es el resultado del profundo malestar económico de los trabajadores del campo (...) Miente quien afirma que el problema campesino no haya podido resolverse por que las leyes son defectuosas (...) Las leyes agrarias dentro del actual régimen son perfectas. Conceden y restringen, lesionan determinada propiedad, pero crean otras propiedades (...) ¿No significa esto, el ingenioso equilibrio social que los gobiernos capitalistas se afanan por conservar?

Muy al margen de la política agraria, en realidad existen dos facciones que en lucha abierta y enconada (lucha de clases) pugnan por el dominio de la tierra (...) ¡Pueden acaso los agraristas de relumbrón, pueden los líderes social-traidores reformistas, conciliar estos antagónicos intereses? (...) El mal radica en (el...) derecho de propiedad privada sobre la tierra, la abolición de este derecho no puede llevarla a cabo una legislación (...) los campesinos de México estuvimos a punto de realizar esta obra (...)

Suenan a ironía las frases de nuestros hermanos obreros cuando hablan de “organizarnos”, cuando no han sido capaces de hacerlo con ellos mismos (...) El vínculo que hasta ahora nos une con los obreros es puramente espiritual (...) afinidad de clase, pero nada más (...) Juzgamos que los obreros, antes que nada, deben iniciar su organización de carácter económico (...) que por nuestra parte iniciamos igual trabajo (...) Ambas organizaciones sabrán entenderse (...) porque nada pueden, nada valen y a ninguna parte irán la una sin la otra.

 

Diálogo entre Manuel Almanza y Úrsulo Galván

A. Si la revolución ha de triunfar alguna vez en este país, no será sino ante el empuje arrollador de los trabajadores del campo (hay que...) aprovechar las enseñanzas de la historia; la Independencia, la Reforma y el derrocamiento de la dictadura, son victorias del campesinaje, hoy desorganizado y desarmado (...) y será el campesinaje el que llevará nuestra revolución social a su triunfo definitivo (pero además...) organizar a los campesinos y dotarles de armas significa garantizar las conquistas que hasta el presente ha logrado nuestra clase (...)

G. ¡Si nuestro Zapata hubiere tenido la preparación de un Lenin! (...) ¡Si hubiere podido abarcar en su visión todos los aspectos del problema! (...)

A. (Si, pero más que un caudillo hace falta...) un partido político de clase; un partido de vanguardia.

G. Según esto necesitamos comenzar por la formación de un partido político clasista al que desde luego se irán afiliando los campesinos hoy desorganizados (...)

A. No, es así como planteo la cuestión (...) Que sea necesaria la existencia de un partido dirigente de masas, no quiere decir que su creación reclame la más preferente de nuestras atenciones. Proceder desde luego a la formación de este partido político –por más que le llamemos de clase– sin previa preparación (...) sería tanto como asegurarnos anticipadamente el más sonado de los fracasos (es necesario para las masas...) adquirir su experiencia con los reveses que aún les esperan (...) Cuando hablo de preparación (…) quiero decir que los campesinos no deben limitar sus aspiraciones a la posesión restringida a unos cuantos metros cuadrados de tierra cultivable y para colmo de ironías no como reivindicación justiciera, sino como dádiva graciosa de los caudillejos oportunistas. Los campesinos deben saber que el problema agrario no se resolverá mediante la engorrosa tramitación legal (...) En oposición a este concepto raquítico de agrarismo es necesario que los campesinos lleguen a persuadirse de que, con leyes agrarias o sin ellas, con gobernantes amigos o enemigos, deben posesionarse de la tierra (y...) que el llamado problema agrario no es más que uno de tantos como presenta la cuestión social en conjunto y que esta cuestión (...) no podrá resolverse sino por el triunfo definitivo del proletariado sobre la clase capitalista (...)

Los testimonios provienen del folleto El agrarismo en México, publicado en 1924 por la Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz, presidida por Úrsulo Galván quien, siendo hijo de campesinos, había participado en la revolución en el bando constitucionalista, vinculándose después anarquismo magonista y más tarde al Partido Comunista. Manuel Almanza, con quien Galván intercambia ideas en un diálogo recogido por Rafael Ortega en Las luchas proletarias en Veracruz, fue también combatiente revolucionario, anarquista y luego comunista. Ambos participaron en la organización de los campesinos veracruzanos en el arranque de la tercera década del siglo XX.

Por la selección y anotación, Armando Bartra