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Cómo se organizan los jornaleros Beatriz Canabal Cristiani Cada ciclo productivo miles de trabajadores indígenas, principalmente de Guerrero y Oaxaca, arriban a los campos agrícolas del noroeste. Son hombres, mujeres y niños que, sin regulación alguna, se emplean en largas y extenuantes jornadas con salarios bajos y casi nulas prestaciones sociales; sufren explotación por parte de grandes agronegocios exportadores de hortalizas con altos niveles de capitalización y modernización de su proceso productivo. La organización de los jornaleros agrícolas en el noroeste ha tenido serias dificultades al tratarse de población que cambia frecuentemente sus lugares de trabajo y ha tropezado con los intereses de los empresarios; de centrales como la Confederación de Trabajadores de México (CTM), que controlan las relaciones de trabajo, y de intermediarios y enganchadores. Existe el control corporativo encabezado por la CTM, y que les cobra al momento en que empiezan a laborar en las empresas. Esta central –que no tiene contacto con las bases y que funciona de manera vertical– controla unos 200 mil trabajadores agrícolas en todo Sinaloa. Al margen de este corporativismo que surgió en los años 20s, hemos identificado tres vertientes organizativas con orígenes distintos y diferentes propuestas y estrategias. Parten de una mirada común hacia la problemática jornalera e intentan, con grandes dificultades, frenar las violaciones a los derechos laborales y a los derechos humanos en general, pero se distinguen en cuanto a la percepción de los jornaleros como actores sociales. Una vertiente, la obrero-sindical, los señala básicamente como trabajadores; otra revisa con más detalle su procedencia étnica como sello de sus condiciones laborales y de vida en los lugares de trabajo y plantea la necesidad de generar organizaciones indígenas, y la tercera considera que se deben defender los derechos de estos trabajadores desde que salen de sus comunidades. La vertiente obrero sindical. Estuvo representada por la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), cuya orientación era mejorar las condiciones laborales. José Zavala, dirigente del Sindicato Independiente de Obreros y Campesinos de Sinaloa, señala que “los logros los fuimos obteniendo a base de huelgas y de encarcelamiento de nosotros y cuando se dieron cuenta de que nosotros estábamos defendiendo a los trabajadores, se firmó un convenio para los trabajadores a través de la CTM”. Este líder manifestó siempre la importancia de poder tener la titularidad del sindicato y un registro para poder firmar contratos colectivos. A esta vertiente de lucha se le ha criticado por considerar solamente el carácter obrero de los jornaleros sin tomar en cuenta que son campesinos y que son originarios de regiones indígenas. Se trata, dicen, de una opción fundamentalmente industrialista, urbana, rígida, que no percibe que se trata de jornaleros temporales y que parte de su sustento lo logran a partir de sus propias parcelas. La vertiente indígena. Este tipo de organizaciones surge porque la problemática no sólo es laboral; también tiene un carácter étnico fundamental, y sus demandas son más amplias, al incorporar los derechos humanos y los colectivos. Las demandas de este nuevo tipo de propuestas organizativas hacen referencia al carácter obrero de los jornaleros, a sus rasgos étnicos y a su condición de población asentada alrededor de los campos de trabajo. Entre otras son el respeto a los derechos laborales, el acceso al Seguro Social, el respeto a los derechos humanos como pueblo indígena y a los derechos de las mujeres y los niños. Según un estudio reciente (Ortiz, 2007), esta vertiente ha tenido acciones y logros importantes como denunciar las violaciones a los derechos laborales, el envío de denuncias a las autoridades, la construcción de albergues y la difusión de la problemática jornalera por distintos medios incluida la radio. Se han gestionado actas de nacimiento y credenciales de elector, se han resuelto problemas con el Seguro Social, se han hecho gestiones ante la Secretaría del Trabajo y se han ganado “pleitos pequeños a empresas”, de acuerdo con un testimonio de Juan López, del Frente de Unificación de Lucha Triqui. Hay sin embargo críticas a esta vertiente: José Zavala, mencionado arriba, opina que algunas de las organizaciones indígenas “son muy sectarias” y “no puede haber un sindicato indigenista. El sindicato debe servir para defender a todo el mundo”. La vertiente indígena regional está surgiendo desde la región de la Montaña de Guerrero y concibe que los problemas de los jornaleros deben ser resueltos desde que salen de sus comunidades y su alternativas de solución deben establecerse entre las regiones y los gobiernos de origen y destino. La presencia de los distintos frentes de lucha muestra que los migrantes jornaleros de hoy debieran estar presentes en sus especificidades como trabajadores en los campos, como integrantes de pueblos indios con una historia de lucha regional, como mujeres y niños con sus propias demandas y como comuneros, todos con necesidades locales. Las organizaciones independientes de los jornaleros agrícolas enfrentan muchos obstáculos empezando porque no son bien vistas por las centrales priístas ni por los empresarios. Su camino es difícil, pero tienen propuestas para superar esas limitaciones. Son muchos frentes en los que tienen que pelear y pocas batallas las que se pueden ganar, pero en ocasiones las han ganado y eso es un avance importante. Este artículo derivó de un libro de la autora, Hacia todos los lugares. Migración jornalera indígena de la Montaña de Guerrero, UAMXochimilco, CIESAS, SAI, UNISUR, México, 2008 |