o se trata de la alternancia, cuya ilusión democrática queda en manos de las buenas conciencias partidistas, sino de la refundación del país en varias dimensiones, lo cual es diferente. No se trata de la sustitución de unos representantes por otros, que los centros del poder relevan o rotan a voluntad, sin menoscabo de su sistema de poder, sino precisamente de un cambio sustancial de ese sistema de poder. No se trata de variar a los representantes o voceros (por ejemplo, Ernesto Zedillo por Vicente Fox o por Felipe Calderón), sino de buscar un cambio profundo en el país, como demanda una mayoría de mexicanos.
Se habla de un cambio profundo que se logre en el actual proceso de las transformaciones. Cambio radical porque no resulta ya tolerable que los proyectos del Ejecutivo o del Legislativo, que parecieron atractivos en el momento de la oferta para obtener votos, naufraguen en su contrario, en verdaderos engaños para una ciudadanía que en principio estaría dispuesta a sujetarse al curso de la legalidad. Tal parálisis o inacción del Ejecutivo y del Legislativo, que termina en verdaderas carnicerías de la confianza ciudadana (como en el reciente paquete fiscal
o la agresión antiobrera y antisindical de la extinción
de Luz y Fuerza del Centro), resultan argumentos convincentes de la inoperancia de la democracia que se proclama en estrictos términos jurídicos (nada en contra o por encima de la ley
, dice el secretario de Gobernación, ¿salvo para su jefe, el Presidente de la República?).
Cambio radical que probablemente no será encarnado por un partido político cerrado, profesional y hasta armado, sino de un conjunto de fuerzas y sectores sociales que expresan militantemente su repudio y hartazgo. Que piensan no en la catástrofe inmediata del sistema dominante, sino en la lucha sostenida para el mediano y a veces más largo plazo. Que son conscientes de su necesaria organización (no piramidal ni autoritaria, sino democrática y abierta), indispensable para establecer sus puntos de referencia en el plano práctico y en el de sus objetivos políticos, con la suficiente flexibilidad para seguir las variantes de la realidad, sin que esto signifique oportunismo, sino siempre coherencia y lealtad a los principios. Batalla esforzada que es consciente de las dificultades y del poder de los adversarios en variadas dimensiones.
Hoy todos somos proletarios, porque ese proceso se ha impuesto en las décadas recientes barriendo los sueños de muchos aspirantes a las clases medias. Desde el punto de vista de las transformaciones eso tiene sus ventajas y también sus dificultades: las clases asalariadas (antisistémicas) son la mayoría y muy grande su fuerza potencial. Pero hay también el peligro de la disgregación (¿o destrucción?). Es indispensable entonces fijar referentes que condensen y desarrollen la participación múltiple de las clases en el proceso transformador, de suerte que lo desunido o lejano se reúna para asestar golpes contundentes al establishment económico y político. Sin que se pierda de vista que continuamente vivimos en un proceso, que la historia es una evolución que jamás se resuelve en el instante, que no es arte de magia, sino permanente progreso y mutación.
La creación de una nueva hegemonía tiene por fin sustituir (ir sustituyendo) a la hegemonía anterior. Hoy, más que nunca, un proceso revolucionario con perspectiva de futuro, con posibilidades de éxito, requiere de la construcción de una nueva hegemonía (en el tiempo) que disminuya y desgaste los frentes claves de la hegemonía anterior, y que se muestra capaz de convencer, de expresarse en el mayor número de voces y voluntades. Nueva hegemonía que se impone por su inteligencia, imaginación y ética, y por su voluntad de construir un mundo mejor para el futuro (que piensa como concreta la utopía
de que un mundo mejor es posible
).
Muchas cualidades teóricas y prácticas ha de tener la nueva hegemonía
para convencer y extenderse entre el mayor número. Y no es la menor hacer ver que, a pesar de su radicalidad en el cambio, no se propone hacer tabla rasa del pasado, sino renovarlo profundamente, pero eventualmente reteniendo sus valores y creaciones más notables, que deben considerarse no fechados en el tiempo, sino verdaderos logros y conquistas de la humanidad. La creación de una nueva hegemonía es uno de los actos más nobles y notables de la voluntad y del espíritu humano a lo largo de la historia.
Debe sostenerse y alimentarse la esperanza. Aquí nos situamos muy cerca de Ernest Bloch cuando dice: “… la realidad es mucho más compleja que el realismo que nos hace creer que las fronteras de lo posible quedan limitadas por lo actual y que, de una forma milagrosa e inesperada, la vida está preparando el acontecimiento creador que abrirá el camino a la libertad”. De una forma milagrosa e inesperada, pero producto de la consistencia de la voluntad, la inteligencia y la organización… La coincidencia de muchos afluentes se transforman en cascada…
Tal es el desafío al que nos enfrentamos. La creación de una verdadera alternativa y no una mera alternancia. No es posible continuar por los mismos senderos del aprovechamiento concentrado y excluyente. En adelante los excluidos deberán participar, es de elemental justicia y necesidad, de otra manera la nación se hunde. Pero esa participación depende esencialmente de la decisión de los propios excluidos.