Opinión
Ver día anteriorJueves 5 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La Muestra

Los abrazos rotos

L

a 51 Muestra Internacional de Cine inicia hoy en la Cineteca Nacional, donde permanecerá hasta el 30 de noviembre; a partir del 13 de este mes se proyectará también en 20 salas de la ciudad y en 21 sedes del interior del país. Una novedad en lo referente a las proyecciones en la Cineteca este año es que en lugar de exhibir cada cinta tres veces consecutivas, ésta se proyectará durante seis días en diversas salas, lo que permitirá la proyección de todos los títulos durante los cuatro fines de semana del mes. El programa de 22 cintas internacionales, que incluye dos títulos mexicanos (Parque Vía, de Enrique Rivero, y Norteado, de Rigoberto Perezcano), ofrece hoy el estreno de la cinta más reciente del cineasta español Pedro Almodóvar.

La inspiración y punto de partida de Los abrazos rotos es una vivencia de cinéfilo. En Viaje a Italia (Roberto Rossellini, 1954), un matrimonio en crisis, el señor y la señora Joyce (George Sanders e Ingrid Bergman), contemplan en Pompeya los cuerpos entrelazados de una pareja a la que la lava volcánica sorprendió y petrificó para siempre. Ante ese espectáculo, la esposa se conmueve y llora, pensando en su propio matrimonio devastado. Pedro Almodóvar retiene lo esencial de la anécdota –la melancolía y la sensación de fracaso sentimental– y con esos elementos construye la historia de Mateo Blanco (Lluis Homar), guionista y director de cine, quien revive el accidente que 14 años antes le ha dejado ciego. También recuerda un doble fracaso: la película que no pudo evitar ver destrozada por una malévola edición, y la pasión desventurada que por un tiempo le inspiró Lena (Penélope Cruz), la amante de su productor. Con el paso del tiempo, Mateo se ha encerrado en un vigoroso mutismo, insensible a cualquier nuevo contratiempo, incluso ha cambiado su nombre por el de Harry Caine. Un azar le conduce a recomponer las piezas de su pasado, a emprender la revisión de su vieja historia amorosa, y a encontrar las claves necesarias para recobrar la tranquilidad emocional mediante la expiación y el perdón.

En esta nueva cinta de barroquismo exacerbado, Almodóvar rinde un homenaje al cine y también, de nueva cuenta, a las mujeres; a la presencia de las mujeres en sus primeras películas, esas chicas Almodóvar a las que se alude en la cinta que Mateo está filmando, Chicas y maletas. Todo transcurre en ambientaciones estilizadas y colores brillantes –como un sueño high tech de un diseñador de interiores–, con vestuarios y pelucas llamativas que subrayan, en sus mudanzas incesantes, los estados de ánimo de protagonistas siempre al borde del colapso nervioso. Poco o nada ha cambiado en este viejo cine de la frivolidad y el desbordamiento expresivo, sobre todo porque aquel paréntesis de madurez creadora que significó Todo sobre mi madre y Volver, el cineasta manchego parece querer cerrarlo con este retorno a las tramas complicadas y absurdas, y a un desenfado humorístico (secuencia formidable con Carmen Machi al final de la cinta) que desea ser la indispensable catarsis para una sociedad sumida en la crisis y el desencanto. En Los abrazos rotos Almodóvar no está ayuno de creatividad ni tampoco fatigado; su capacidad de asombro sigue intacta, como también su destreza para transitar de la intensidad dramática a un tipo de humor muy difícil de encontrar en la solemnidad y suficiencia de buena parte del cine español actual.