Opinión
Ver día anteriorMartes 3 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Preguntas ciudadanas
C

uando veo al día de hoy el México a mi alrededor, con frecuencia me pregunto: ¿cómo es que teniendo un país tan diverso, hermoso y rico en posibilidades tenemos al desastre que nos ahoga en este momento histórico? Yo, como ciudadano, me pregunto: ¿por qué razón es necesario tener en el Distrito Federal alrededor de 30 mil topes en las calles y quién sabe cuántos miles más en el país? ¿Será porque nadie respeta al peatón y nuestro nivel de civilidad está casi en ceros?

Porque nos estacionamos donde se nos pega la gana y a veces hasta en triple fila, sin importarnos a nosotros, y menos a las autoridades, la ilegalidad de esto, aparte del efecto que tiene en la vialidad y la contaminación. Porque tiramos la basura en la calle sin ningún pudor y luego nos quejamos de que las autoridades no desazolvan.

¿Será que nuestro cinismo rebasa nuestro interés por el bien común? Porque cuando llegamos a una oficina pública a hacer el trámite que requerimos nos atienden como si fuéramos delincuentes o como si estuviéramos molestando y pidiendo un favor, siendo que a los empleados se les paga para dar servicio.

Porque tenemos uno de los peores sistemas de transporte público terrestre del mundo, inundando las calles con esos peseros inmundos, con choferes más inmundos que sus vehículos y sin ningún respeto hacia la población, sea ésta la que usa el servicio o la que no lo usa. Porque no existen suficientes agentes de tránsito, y los que hay no hacen su tarea de manera efectiva y no ejercen su autoridad.

Porque tenemos cada vez más viene-vienes, ambulantes, valet parking y guaruras, en lugar de que el país pueda ofrecer empleos productivos y bien remunerados a la población en general.

Porque las calles están llenas de baches y tardan tanto en arreglarlas; porque impera tanto la impunidad, porque casi no existe un espacio donde no se genere la mordida o la corrupción en general; porque la educación básica, tanto pública como privada, es de tan mala calidad, lo cual redunda en las pésimas calificaciones que obtenemos en las evaluaciones internacionales; porque tenemos tantas carreteras deficientes y tan pocas de calidad; porque tenemos un sistema ferroviario tan raquítico, que no cumple con las necesidades de un país moderno como debería ser; porque teniendo tantas cosas que ofrecer, tenemos tan pocos turistas extranjeros, comparados con otros países que nos envidian por nuestro abanico de posibilidades turísticas; porque tenemos una programación televisiva tan llena de basura y con tan poco contenido educativo y cultural; porque está presente el fatídico dicho de que el que no transa no avanza; porque la frustración ciudadana es tal que cualquier grupo puede sentir el derecho de bloquear cualquier calle o avenida u obra para tratar de hacer valer sus derechos, aunque esto afecte los derechos de miles de otros ciudadanos, porque impera tanto la impunidad; porque hemos logrado colocarnos en el segundo lugar en los índices de obesidad y en los últimos lugares en aspectos relacionados con educación, ciencia y tecnología. Y así nos podríamos seguir.

Si analizamos todos estos porqués, queda claro que hay una culpa compartida entre gobierno y gobernados. A estos últimos nos falta civilidad; necesitamos –es imperativo ya– cambiar nuestras actitudes y enfoques. Requerimos respetarnos más y pensar en el bien común. Vivir bien o mejor y tener mejor calidad de vida implica ciertos sacrificios, pensando mucho en cuáles son las acciones y actitudes que debemos tener hacia los demás. No pretendo moralizar; simplemente ya basta de estar viendo sólo por nosotros mismos: hay que aprender a respetarnos más los unos a los otros.

Por otro lado, el sistema político mexicano requiere una profunda limpieza, ya basta de partidos que son negocios familiares (léase Partido Verde, etcétera). Asimismo, se requiere que las autoridades ejerzan más su autoridad, no queremos una dictadura, pero sí hacer que se cumpla la ley, pero permanentemente, no con ocurrencias mensuales que se olvidan poco después de haberlas anunciado.

La profunda crisis por la cual atraviesa nuestro país tiene mucho que ver, a mi juicio, con una trayectoria política de muchos que se han dedicado desde hace mucho a saquear al país y, en consecuencia, la población en general ha atravesado procesos de enorme frustración que han generado un síndrome de individualismo que nos ha hecho perder la civilidad y el interés por el país y el bienestar común.

Sin duda, a lo largo de su historia México ha tenido hombres y mujeres de enorme valía, pero hay demasiados baches en el camino hacia la construcción de un mejor país para todos los mexicanos.