El brazo del poeta leve
sobre el apoyo del sonido,
el oído fresco en la mirada
detrás del ojo, el ser posible
que se humilló a sí mismo como
pagarle al mundo respirar,
esa grandeza que abdicó
de todo lo que no se tiene.
¿No es demasiado? Es demasiado.
¡Salud, hermano sin un árbol
que te dé una sombra amarilla
para tenderte al puro cielo!
Ya llorarán mujeres, ya.
Esperan que hables de eso que
hacés con vos en la palabra
donde el fulgor es más dolido. |