orpresivamente el papa Benedicto XVI anunció abrir de par en par las puertas de la Iglesia católica a los llamados anglicanos conservadores
, iniciativa que en un futuro podría replantear el matrimonio de sacerdotes y religiosos(as), así como la reconciliación con numerosos curas casados.
El pasado 20 de octubre, el Vaticano ofreció la creación de estructuras orientadas a acoger la conversión de anglicanos descontentos con el rumbo de su Iglesia, sin tener que renunciar a su identidad y tradición religiosa.
Joseph Ratzinger aprobó la Constitución apostólica que saldrá a la luz en unas semanas y contempla la creación de preceptos canónicos específicos que permiten a los anglicanos mantener muchas de sus usanzas para facilitar el ingreso de aquellos decepcionados por la visión progresista y audaz de su congregación en torno a la ordenación de mujeres obispos y la amplia apertura hacia problemas de la homosexualidad.
El punto más delicado, en el lado católico, es la aceptación e ingreso de los sacerdotes casados, aunque los obispos anglicanos no serán reconocidos como tales y los sacerdotes solteros no podrán contraer nupcias después. Tales aseveraciones fueron expresadas en una conferencia de prensa reciente, encabezada por el cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el arzobispo Augustine di Noia, secretario de la Congregación para el Culto Divino.
La nueva constitución establece un marco jurídico especial que permitirá a los fieles que han sido anglicanos entrar en plena comunión con la Iglesia católica, conservando al mismo tiempo elementos del específico patrimonio espiritual y litúrgico anglicano. Sus estructuras, se dijo, serán de algún modo similares a las de los ordinariatos militares, que han sido erigidos en tantos países para la atención pastoral de los miembros de las fuerzas armadas y de sus familiares
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Son como diócesis no territoriales, parecidas a las prelaturas personales, como la que se establece en el Opus Dei, pero en este caso los ex anglicanos no dependerán del obispo católico diocesano, sino del propuesto por el propio clero anglicano y ratificado por el Papa. Si bien en ocasiones particulares se han aplicado las dispensas, la constitución de Benedicto XVI prevé la posibilidad de que los clérigos casados procedentes del anglicanismo sean ordenados sacerdotes católicos.
Pareciera que un tema tabú, tan cerrado durante siglos, de pronto con esta decisión podrían variar las condiciones e incluso reconsiderar la tortuosa cuestión del celibato sacerdotal. Así lo percibe el propio cardenal Levada, quien reconoció que el Vaticano tiene que dar explicaciones serias a los grupos que han estado presionando para poner fin al celibato: “Para algunas personas parece un problema, porque, como saben, ha habido muchos sacerdotes católicos que han abandonado el sacerdocio para casarse y ahora surge esta cuestión que llevará a varios a plantearse: ‘bueno, si estos ex anglicanos pueden ser curas casados, ¿qué pasa con nosotros?’”
El Vaticano ha dejado claro que hasta ahora un hombre que haya abandonado el sacerdocio para casarse no puede regresar al seno de la Iglesia, pero todavía no ha quedado claro si un católico casado puede ingresar en un seminario anglicano y regresar a la Iglesia católica como sacerdote casado.
Existen muchas dudas e incertidumbres ante esta determinación, pero la interrogante sustancial es si se va a permitir a los hombres casados de tradición anglicana con vocación al sacerdocio ser ordenados en el futuro, igual que sucede en las iglesias orientales católicas, y cómo van a reaccionar los católicos romanos, más aún si se prevé que ambos estudien en los mismos seminarios.
No se han dejado de sentir las críticas de sectores de la Iglesia que reprochan al Papa la posibilidad de ordenar sacerdotes conversos casados, mientras impone el celibato a los sacerdotes católicos. También deben contemplarse las posibles repercusiones a largo plazo de la iniciativa, dirán los historiadores, particularmente porque se podrán abrir nuevos escenarios.
Este acercamiento con los católicos, después de casi 500 años de cisma, ¿qué repercusiones tendrá en la liberal Iglesia anglicana? Seguramente sin contrapesos se consolidará el progresismo anglicano, aunque el éxodo será doloroso; hay que recordar que la comunidad anglicana, con cerca de 80 millones de feligreses, detenta una importante infraestructura material de edificios y otras construcciones, así como generosos recursos financieros y amplia representatividad en el mundo sajón.
A pesar de las diferencias irreconciliables, muchos sectores aún conservadores guardan esperanzas de frenar la fragmentación de la congregación anglicana. Hasta hace poco más de un año, en Jerusalén la llamada Conferencia sobre el Futuro de la Iglesia Anglicana, un grupo de unos 300 obispos y clérigos conservadores anglicanos se reunieron para sustentar su rechazo a las corrientes avanzadas que aceptan la ordenación episcopal de homosexuales y el matrimonio entre personas del mismo sexo. No hubo escisión formal, pero sí se crearon estructuras transitorias que, al parecer, han conversado con el Vaticano.
Hace unos días, Stephen Parkinson, director de Forward in Faith, uno de estos grupos, declaró con realismo que se convertirían al catolicismo cerca de 12 obispos de Inglaterra: “Me sorprendería que alguna diócesis de Inglaterra se cambie, pero creo que hay diócesis en otros lugares de la comunión anglicana que podrían hacerlo… la diócesis en Papúa Nueva Guinea podría ser una obvia, hay una o dos diócesis en Estados Unidos que probablemente podrían, y ciertamente hay una diócesis en Australia que podría considerarlo”, señaló.
Nosotros creemos que la medida puede ir más allá de un pacto conservador, aun sin proponérselo, que eventualmente podría agrietar y resquebrajar el minado campo de cerrazón al celibato sacerdotal.