Desfilaron 117 piezas desde el Zócalo hasta el Ángel de la Independencia
Domingo 25 de octubre de 2009, p. 6
Más de 4 kilómetros de música de viento, batucadas y otras percusiones, de baile, zanqueros, porras, gritos y algarabía callejera, pero sobre todo, de fantasía alucinada, de imaginación artística desbordada, oscilando entre la tradición y la contemporaneidad, representó el tercer Desfile de Alebrijes Monumentales.
En el trayecto de la calle 20 de Noviembre hasta la Diana Cazadora, pasando por el Zócalo, Madero, Juárez, Reforma y el Ángel de la Independencia, participaron 117 piezas montadas sobre pequeños carritos de metal que eran empujados por personas y ovacionados por miles de espectadores.
El desfile, encabezado por la Banda Sinfónica de la Secretaría de Marina y con bandas de aliento morelenses y mexiquenses intercaladas, comenzó alrededor del mediodía y llegó dos horas después al área entre el Ángel de la Independencia y la Diana Cazadora, en medio del bullicio y de una vendimia surgida como por generación espontánea.
Los 117 alebrijes, casi todos gigantes (hasta de 4 metros de alto por 3 de ancho) y que permanecerán en las banquetas de esa área de Reforma hasta el 8 de noviembre, eran admirados y fotografiados con celulares y cámaras por cientos de espectadores, entre jóvenes y familias enteras.
Los espectadores se apostaron en las banquetas para poder ver a esos extraños pero ya familiares seres de formas y colores casi infinitos, surgidos de la imaginería popular y de la técnica de la cartonería en el barrio de La Merced, hace más de 70 años.
Con el tiempo, el arte popular de los alebrijes de tamaño pequeño se ha extendido a estados como Morelos, México, Puebla, Michoacán y Oaxaca, en este último hechos sobre todo en madera. Y en los años recientes han comenzado a realizarse piezas gigantes.
De esos estados y del DF provenían los alebrijes del desfile, muchos hechos por grupos familiares de artesanos en cartonería, también creadores de los Judas. Otros artistas populares los trabajaron en colectivos o talleres artísticos y, los menos, de manera individual.
Sueños felices y pesadillas, alucinaciones, fantasías, mitos, alegorías y hasta reflexiones, así como aves, mamíferos, reptiles, insectos, dragones, peces y otros seres terrestres y marinos, reales e irreales, sirven de punto de partida a los creadores para hacer surgir y atrapar las torcidas formas de sus obras, muchos de ellos personajes definidos y cuyos títulos devinieron en nombres.
Por ejemplo, una especie de libélula llamada Itzel, y otros pesonajes como Ilhuicóatl, Volador, Instinto, Ocumicho, Devora Stein, Yolotzintli Papalotl, Lagartijo, Xoloitzcuintle, Tláloc, Juan Camaleón, Cipactli, Mimaloka, El aguas vivas o Pocglemong.
Otros referían más bien una situación, condición, reflexión o crítica: Fauna enferma, Rosín con imaginario olvidado, Pavo no real, Libertad o Azteca, este último un ser con tres cabezas: águila, serpiente y jaguar.
Y hasta un caballero águila alebrijado
y personificado por su creador, el cual también era solicitado para las fotos.
Producto de la libertad de creación y de lo caprichoso de las formas de los propios alebrijes, estas piezas del desfile son de nueva creación y participan en un concurso cuyos tres primeros lugares se darán a conocer muy pronto, igual que los ganadores del segundo Concurso de obras para títeres sobre alebrijes y el tercer Concurso de cuento sobre alebrijes, con montos entre 20 mil y 50 mil pesos.
El tercer Desfile de Alebrijes Monumentales es organizado por el Museo de Arte Popular, con la participación del Gobierno del Distrito Federal y el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, además de otras instituciones públicas, privadas y sociales.