Sábado 24 de octubre de 2009, p. 4
Con frecuencia, nuestros jurados han vuelto sus ojos hacia los países hermanos de América. A ellos nos unen lazos entrañables y perennes, por eso nos da una alegría muy especial a los españoles que una institución o una persona de Latinoamérica, de Iberoamérica, reciba uno de nuestros premios. Así ha sido este año con la concesión del Premio de Comunicación y Humanidades a la Universidad Nacional Autónoma de México.
La UNAM, el alma de México, como ha sido calificada, es mucho más que una universidad en el sentido tradicional. Ha extendido su labor ejemplar más allá de las aulas, y ha creado una amplia red de instituciones culturales y medios de comunicación para difundir los valores del espíritu universitario más profundo, es decir, la pasión por el conocimiento, y el amor a la enseñanza en libertad.
De esta manera, la UNAM ha contribuido decisivamente a vertebrar, abrir y modernizar una sociedad que sin la existencia de dicha universidad sería, sin ninguna duda, menos próspera y mucho menos vital.
Pero además, la UNAM ha contagiado a la sociedad mexicana, y a la de muchos otros países de Iberoamérica, el culto a la justicia, a la tolerancia y a la democracia, que han impregnado profundamente la obra de los mejores intelectuales, profesores y artistas salidos de sus aulas, y que representan lo más granado del pensamiento iberoamericano.
Ejemplo de capacidad
Precisamente cuando se aproxima la celebración de una nueva Cumbre Iberoamericana en Estoril, dedicada a la innovación y conocimiento, ponemos a la UNAM como ejemplo sobresaliente de la gran capacidad académica y del nivel científico de tantas universidades iberoamericanas.
Por otra parte, en España nunca podemos olvidar la enorme generosidad de la UNAM con muchos de nuestros compatriotas, mujeres y hombres, que tras la guerra civil se vieron obligados a exiliarse a tierras americanas en condiciones difíciles y amargas. Les ofreció sus aulas, sus publicaciones, sus institutos de investigación y toda clase de ayudas que contribuyeron a que estos españoles del éxito y el llanto, como los llamó uno de ellos, pudieran rehacer sus vidas con dignidad e, incluso, aportar no poco prestigio y brillo académico a la propia universidad.
Nunca habrá suficientes ocasiones para expresar a la UNAM nuestra más profunda gratitud, que hoy reiteramos ante su presencia, ante la presencia del rector don José Narro y de tantos miembros de la comunidad universitaria.
*Extractos del mensaje del príncipe de Asturias