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Después de tres funciones en Guanajuato, Grupo Corpo ofreció dos en la Ciudad de México

Bailarines brasileños desplegaron los misterios del sexo, el amor y la luz

La coreografía de Rodrigo Pederneiras narra la creación del mundo, el origen del hombre y sus prodigios

Sinuosos y efervescentes cuerpos emularon la energía inagotable del colibrí

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Integrantes de Grupo Corpo durante un ensayo de OnqotoFoto José Luiz Pederneiras
Enviado
Periódico La Jornada
Sábado 24 de octubre de 2009, p. 5

Guanajuato, Gto., 23 de octubre. Al igual que aquella creatura alada, pariente cercana del quetzal, el plumaje amazónico les crece en forma de pliés, fouettés, rondes des jambes, pas de cheval, pas de chat, pas de deux, arabesques, los más rigurosos pasos de ballet clásico en equilibrio asombroso con la danza más moderna, original y fascinante.

Son los bailarines brasileiros del Grupo Corpo, que después del montaje monumental de Stimmung, la partitura de Karlheinz Stockhausen que puso en vida el grupo danés-británico Theater of Voices, constituye lo mejor presentado hasta el momento en el Festival Internacional Cervantino 37.

Como el colibrí, la energía intensa la despliegan sin esfuerzo aparente. Como esa ave mágica, escancian los encantos que se esparcen en gotas veloces de sudor, emergidos de sus cuerpos en acompasado diapasón y que llevan, esas gotas candentes despedidas con gracia y elegancia, coronas como brillos semejantes al diamante que aparece en el clímax de un eclipse de sol.

Semidioses y muy humanos

A diferencia de Stimmung, ese Nirvana al que sólo un puñado de mortales accedió, el Grupo Corpo tuvo dos funciones, anoche y anteanoche, en el Teatro de la Ciudad de México, además de las tres funciones que ofreció en el Auditorio del Estado, en Guanajuato.

Parecen nunca tocar el suelo. Asemejan seres cuya ingravidez da vida a nuevos seres. Se multiplican entre la penumbra como una sucesión de milagros sinuosos, cuerpos de elfos enfundados en mallas carmesí, y luego verde esmeralda, ora tornan al sol, tornasoles y ahora son otra vez verdes para volver al amarillo. Verde y amarillo y esmeralda. Verde esmeralda como el colibrí.

Todos portan rodilleras y coderas porque lo que a la vista es grácil, sinuoso, suave y terso, en la realidad implica esfuerzos impensables, tensión muscular de acero, toneladas sobre milímetro cuadrado de epidermis. La energía inagotable del colibrí.

Onqoto, coreografía genial del maestro Rodrigo Pederneiras, director de Corpo, cuenta en episodios sucesivos, círculos concéntricos, versiones rashomónicas del mismo hecho, nada menos que la creación del universo, el origen del hombre y sus prodigios, el nacimiento de Venus y de todas sus metáforas, la belleza dionisiaca y apolínea en un cuerpo de baile de ensueño: bellos de cuerpo, hombres y mujeres, bailarines de calidad mundial todos, bellos de arte dancístico de asombro y maravilla. Semidioses en escena, humanos en escena, profundamente humanos.

Acuérdate que eres carne y en crisálida te convertirás, de acuerdo a uno de los episodios culminantes: una estatua de la antigua Grecia respira acuclillada. Es un bailarín de raza negra, un maestro brasileiro que adquiere alas luego de romper crisálida. Su desnudez despierta aplausos luego de que una escena de amor, bellísima como ellas dos así multiplicadas, provocara espasmos, espantos, santiguaciones entre el sector mocho del público de Cuévano.

Cuerpos de baile. Esta obra maestra en su concepción y ejecución plantea equilibrios insólitos. Sigue la lógica constructiva del formato sinfonía concertante en su artilugio: siempre está presente el cuerpo de baile, el coro completo, aunque aparezca y desaparezca a través del telón al fondo que rompen con los cuerpos y vuelven a coser con sus almas, cuando reaparecen.

En todo momento se despega uno y suelta soliloquios. Se sueltan ahora dos del coro y entablan pas de deux, tres y trois y así hasta sumar el coro entero y volver a deshacerlo todo para recomenzar el mundo, como inicia la aurora con sus dedos color de rosa el mundo todos los días y retorna idéntica a la hora del ángelus, la hora de los colores cuando el mundo parece que siempre ha sido bello pero es aún más bello ahora, que atardece y la belleza del mundo se refleja en la mirada del amor, que danza. Ahora.

Música del poeta Caetano Veloso

Ahora que suena una música que sucede en los sueños húmedos pero que suena, sueña, en la realidad. Es de la autoría del maestro Caetano Veloso, el gran Caetano en complicidad con Miguel Wisnik. Si todavía hay quienes creen que Caetano es autor de cancioncitas, he aquí la demostración enésima de que se trata de un poeta. Ese Caetano es un poeta.

Verdaderas sinfonías, poemas sinfónicos, tejidos orquestales con dijeridoo, tambores, flautas mágicas, polvos de hechicería, magia blanca entera. Música de sueños húmedos, realidades calcinantes. Realidad de realidades porque suena, sueña. Encandila y mueve el cuerpo. El cuerpo de quien observa desde la butaca y el coro de cuerpos en escena. El cuerpo de baile. El cuerpo del Grupo Cuerpo.

He ahí todos los secretos a voces, y vaya que tiene voz hermosa el gran Caetano, la voz de Veloso: la deconstrucción sintáctica, los juegos semiológicos, semilógicos, semillas lógicas, las construcciones caras a su estilo, evocaciones de otras obras maestras (Haití, ese gran poema sinfónico que algunos creen que es una canción, ¡ja!) y el bello sentido del humor caetánico, nada catatónico sino ciclónico: se mofa de los mismísimos textos bíblicos (si todo comenzó con el big bang, debe terminar con el big mac) y hace cantar al creador así: y el divino cantor cantó: fla flu y se hizo la luz, flato flou, fiat lux, e o sopro divino criador cantou fla-flu, se a luz. Hágase la luz. Y se hizo la danza.

Helos ahí: los mismísimos ángeles que danzan. El cuerpo del Grupo Corpo despliega los misterios del sexo, el amor, la luz, que son lo mismo todo.

Parece que flotan. Partículas de átomos que danzan. Nunca dejan de moverse, de flotar. Efervescencia de la carne en movimiento. Tremores de nalgas, donde la redondez telúrica del mundo cobra sentido. Omóplatos servidos al aire. Muslos como el sertón donde Joao Guimaraes Rosa escribió una de las cinco novelas maestras de la novela latinoamericana. Prosas que son proezas porque es un relato con cuerpos.

Cuerpos que guardan, aquilatan y destellan la energía inagotable del colibrí, animal sagrado y místico. Mítico y verdadero.

Grupo Corpo. Brasil. Gloria in excelsis.