no de los fundadores de la bioética afirmaba que el ser humano es el cáncer de la Tierra
. Tenía razón. Yo digo que la inmensa mayoría de los políticos son el cáncer, esta vez anaplásico, de los humanos
(anaplásico se refiere a los tumores más agresivos). El caso del dueto Sarkozy sirve de ejemplo. Lo utilizo por su actualidad y por provenir de Francia, cuna de incontables aportes culturales, éticos y científicos. Si bien nos hemos acostumbrado a la estupidez de los políticos en Latinoamérica o en África el asunto Sarkozy hiede diferente, precisamente, porque ocurre en Europa. No hay esperanza. No hay cura. La enfermedad de la política no tiene solución.
Jean Sarkozy tiene 23 años. En su historia destaca que es hijo de Nicolas Sarkozy, actual presidente de Francia. Sobresale también que en 2007 acabó primero de derecho en la Sorbona con una calificación de seis. En 2008 reprobó y no avanzó. En 2009 no se inscribió a la universidad –¿quién fue el filósofo que dijo: el que nada sabe nada teme?
Sarkozy junior ha dejado de estudiar porque dedica su tiempo a conseguir apoyo para así presidir un organismo público que regula el desarrollo urbanístico de uno de los barrios financieros más importantes de París, tan importante que el hasta ahora encargado tiene 65 años.
Destacan dos puntos más. Jean: llamándome como me llamó, me van a criticar siempre, haga lo que haga
. Nicolas: Lo que cuenta en Francia para tener éxito ya no es haber nacido en una familia bien, sino trabajar duro y probar su valor por medio de sus estudios y su trabajo
. No importa si Jean habló antes que su padre o si conocía los principios rectores de la política francesa. Lo que sí importa es que el ascenso de Jean hace falaces los argumentos de su padre y compromete sus palabras. No es necesario leer entre líneas. El mensaje es obvio: Jean, reprobado en la universidad, hijo de familia bien, es uno de los destinatarios de la filosofía, llamémosla amoral y mentirosa, de su padre.
Nada impide que los vástagos ejerzan el mismo oficio o profesión que los padres. Incluso, en algunas ocasiones, la continuidad es sana, pues, supone apego, admiración y enseñanza. Es frecuente –¡enhorabuena!– que los hijos de arquitectos, de carpinteros, de sastres, o de médicos alcancen grandes logros, superando las cosechas de los progenitores. Es regla que esos jóvenes se esfuercen y que hayan acudido a la universidad o al taller durante mucho tiempo. En el affaire Sarkozy nada de eso ha sucedido. Por eso sorprende el desprecio del padre por la sociedad francesa, que más que desprecio parece estupidez.
Cuando una reportera del periódico Le Figaro le preguntó a Nicolas acerca de la carrera política de su hijo, respondió: ¿por qué no puede presentarse? ¿Por qué es mi hijo? Lo acusan de ser muy joven. ¿Hay una edad para ser competente?
Las respuestas son obvias. Sarkozy las ignora. Por eso pregunta y se pregunta: Jean sí se puede presentar para dirigir el distrito financiero precisamente porque es el hijo del presidente, pero no debería ejercer porque no hay médico que opere ni arquitecto que construya después de haber finalizado un año en la Facultad. Nada impide que Jean se interese por la política y quiera emular a su padre. Inclusive, como dije, podría superar los logros de Nicolas, aunque, de acuerdo con la historia, eso no sucede.
El nepotismo en política destruye, no construye. El favoritismo en política es nefasto. Salvo por el caso de la familia Kennedy no recuerdo un episodio donde la tendencia política de la heráldica sea provechosa. Basta repasar el caso argentino o las innumerables historias africanas. Muchos muertos y mucha miseria se han apilado sobre las espaldas de las familias que han compartido el liderazgo de sus naciones. Heredar el poder es otro de los renglones de la enfermedad de la política.
El desastre para el mundo es que Nicolas Sarkozy no es peor que muchos de los actuales dirigentes europeos. Silvio Berlusconi en Italia, Vladimir Putin en Rusia y Václav Klaus en Checoslovaquia son imágenes vivas de algunos de los cánceres contemporáneos, uno más agresivo que otro.
Por cierto, la reportera del periódico Le Figaro, quien entrevistó a Nicolas Sarkozy olvidó las siguientes preguntas: ¿Existen vínculos entre ética y política?, ¿les preocupa a los políticos la ética de sus acciones? Sarkozy hubiese respondido sí
. Yo respondo no
.