Constituye un caldo de cultivo para el terrorismo, advierte un especialista de la FAO
Lunes 19 de octubre de 2009, p. 47
Roma, 18 de octubre. ¿La lucha contra el hambre beneficia a los países ricos? La respuesta de los expertos en alimentación es un categórico sí. ¿El público de las naciones desarrolladas debería estar al tanto de esto? La respuesta es, tal vez, no.
Quienes no están directamente afectados por la inseguridad alimentaria deberían considerarla un problema que les incumbe, aun sin tomar en cuenta la justicia social y otras cuestiones morales, y por varias razones.
La primera es por seguridad. El hambre crea desesperación y es fuente de conflictos. Por tanto, constituye una amenaza para todos.
La pobreza y el hambre conforman un caldo de cultivo para el terrorismo
, manifestó el economista David Dawe, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con sede en Roma.
Un mundo hambriento es un planeta peligroso
, coincidió en señalar a principios de año la directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos (PMA), Josette Sheeran. A quienes carecen de éstos les quedan tres opciones: disturbio, migración o muerte. Ninguna es aceptable.
Tal vez se trate de argumentos fuertes, pero organizaciones de la sociedad civil los rechazan.
No compro el argumento de que si no hacemos lo necesario vendrán de otros lugares para arruinarnos la vida
, expresó John Hilary, director ejecutivo de la organización contra la pobreza War on Want, de Gran Bretaña. Está demasiado cerca de la derecha extrema.
La organización humanitaria Oxfam Internacional cree que el argumento es válido, pero le preocupa que ciertos sectores lo usen para bloquear migraciones e importaciones del mundo en desarrollo.
Es cierto que a los países industrializados les sirve erradicar el hambre, pero también percibo algunos riesgos en el mensaje. Con la crisis económica y la tentación proteccionista sería una espada de doble filo
, consideró la directora de investigaciones de la filial española de Oxfam, Teresa Cavero.
Podría decirse, por ejemplo, que alentar el crecimiento en las naciones pobres dará a sus poblaciones más oportunidades de empleo y que, por tanto, habrá menos emigración, lo cual sería, en parte, correcto, pero eso no significa que ésta sea mala
, explicó.
No es menos cierto que los reclamos formulados durante decenios a los países industrializados para que hagan algo en pro de la erradicación del hambre han caído en saco roto.
También podría argumentarse que el compromiso surgirá sólo cuando el problema se encarame en la agenda política, lo cual no sucederá a menos que los votantes de países ricos perciban en la inseguridad alimentaria un conflicto propio.
Me siento más cómoda con el mensaje de justicia, pero es cierto que la lucha contra ese flagelo redunda en beneficio de los países desarrollados y cualquier argumento que sirva para que las naciones industrializadas actúen es positivo
, subrayó Cavero.
Lo primero que gobiernos y pueblos de naciones industrializadas deben saber es la realidad que enfrentamos. Cada vez hay más gente con hambre y hoy son más de mil millones
, agregó.
Además del argumento de la seguridad, el economista Dawe propone esgrimir el del dinero. Si los habitantes del mundo en desarrollo rompen el círculo del hambre y la pobreza se abrirá un enorme reservorio de demanda potencial para los productos de los industrializados
, afirmó.
Oxfam coincide con esa hipótesis: el comercio puede cumplir un papel
contra el hambre y la pobreza si es conducido con reglas de justicia y en mercados transparentes, cosa que ahora no sucede
, dijo Cavero.
El crecimiento económico saludable conduce a mejoras en el bienestar general, lo cual es bueno para todos
, agregó.
Que el mundo en desarrollo no sufra hambre beneficia a los industrializados, porque ese flagelo hace sufrir a toda la economía. Si los subdesarrollados lo logran, podrán trabajar en su crecimiento. Pero hay que librararse del hambre antes de poder derrotar la pobreza, y sólo entonces se podrá participar en la economía global
, indicó.