|
|||||||
El paquete económico de calderón Armando Bartra Como México no hay dos. En estos tiempos de crisis económica, nuestro país resulta excepcional en dos sentidos: con una caída de la producción de alrededor de ocho por ciento, este año tendremos el peor desempeño de América Latina y quizá del mundo, y cuando el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y casi todos los gobiernos revisan la ortodoxia del equilibrio financiero e impulsan medidas anticíclicas para fortalecer los mercados internos y salir de la recesión, en México seguimos atados a las recetas neoclásicas y aplicamos políticas procíclicas y recesivas. Cuando en todas partes se desempolva a Keynes, el machacón y repetitivo Carstens Carstens (no es burla, así se llama) se dedica a recitar las fórmulas de Friedman y los Chicago boys. Cuando las políticas de regulación y fomento productivo y el Estado social están de vuelta, Calderón se atrinchera en el más rancio neoliberalismo. A contracorriente de lo que se hace en el mundo, el paquete económico que Los Pinos mandó al Congreso es recesivo en términos de crecimiento, pues al gravar el consumo con un dos por ciento adicional y elevar las tarifas y precios públicos de gasolina, diesel, gas, electricidad y peajes provocaría la contracción de un mercado interno de por sí estrecho. Y es también regresivo en términos sociales pues el incremento del impuesto al valor agregado (IVA) y su extensión a alimentos y medicinas sería más lesivo para los pobres que destinan la mayor parte de su ingreso a estos dos últimos rubros. Lo es también porque los recortes al gasto corriente del gobierno recaerían principalmente sobre los diez mil burócratas de bajos salarios que se pretende reajustar. Y es regresivo, además, porque al no gravar a los más ricos eliminando privilegios fiscales se debilita la función redistributiva del gasto público en perjuicio de los más necesitados. De aprobarse como está, o con retoques cosméticos, el efecto en la esfera estrictamente económica sería contracción del mercado, menos crecimiento, mas inflación, crédito más escaso y caro y en consecuencia más quiebras y cierres de empresas. Mientras que en el ámbito social habría más pérdida de empleos formales e informales, mayor desvalorización de los salarios y en consecuencia un incremento todavía más brutal de la pobreza y de la polarización. Abrir un hoyo... para taparlo. Carstens Carstens repite y repite que hay un boquete fiscal de más de 300 mil millones de pesos y que la única forma de taparlo es aumentando los impuestos a los que ya pagamos impuestos. Pero lo cierto es que castigar el consumo con una carga adicional del dos por ciento y con alzas a precios y tarifas públicos que provocan encarecimiento, ocasionaría una mayor contracción de la demanda, un menor crecimiento económico y en consecuencia una menor captación tributaria futura, con lo que crecería el boquete fiscal que se pretende cerrar. Porque, si es de tontos abrir un hoyo para tapar otro, peor es abrir más el mismo hoyo que se pretende tapar. Y es que –haciendo a un lado los porcentajes de la carga tributaria, su distribución y la mayor o menor eficacia recaudatoria– el monto de la captación fiscal es directamente proporcional al tamaño y crecimiento de la actividad económica, de modo que retrasar aún más la recuperación para incrementar la captación en apenas 1.4 por ciento del PIB –como se busca con el paquete propuesto– resultaría muy pronto contraproducente. No sólo lo digo yo; a la fórmula recaudatoria propuesta por Carstens y Calderón se oponen los premios Nobel de economía Eric Maskin y Robert Engle; se opone Dominique Strauss Kahn, director del FMI; se opone Marcelo M. Gingale, director de Política Económica del BM; se opone la Organización Internacional del Trabajo (OIT); se opone también la consultora financiera Merril Lynch, por lo general garganta profunda del gabinete económico calderonista, y se opuso la cumbre de Pittsburg, del Grupo de los 20, que por boca del primer ministro británico manifestó que debían mantenerse los estímulos fiscales pues la crisis no ha terminado. Ahí estaba, por cierto, Calderón, pero seguramente cuando se dijo eso hizo como a quien le habla la virgen. En el país, se oponen el PRI, el PRD, el PT; se opone la Iglesia Católica; se opone el rector de la UNAM; se opone Carlos Slim; se oponen casi todos los expertos, y se opone el pueblo bicicletero. En cambio, lo respalda el secretario de Salud, José Ángel Córdova Villalobos (sin eso no nos alcanza para las vacunas contra el virus A/H1N1, y con tanto pobre como hay nos va a pegar muy duro la influenza) y aplaude el de Desarrollo Social, Ernesto Cordero Arroyo (de esta manera garantizamos que las familias sigan haciendo sus tres comidotas diarias...). Los recursos públicos para el desarrollo se deben, sin duda, acrecentar, pero mediante una recaudación más progresiva donde no haya exenciones fiscales a los potentados, y recortando la parte del gasto corriente del gobierno que se destina a los impúdicos salarios y prestaciones de la alta burocracia. Hecho esto, que es lo que proponen Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el PRD, el PT y el Movimiento en Defensa de la Economía Popular, entre otros, será también necesario obtener recursos adicionales ampliando hasta cuatro o cinco puntos el déficit fiscal, que hoy se prevé de sólo 0.5 por ciento. Cosa que, por cierto, no propone AMLO. Y es que elevar mucho el déficit puede desequilibrar las finanzas públicas y es indeseable. A menos que lo obtenido sirva para incrementar la producción nacional hoy debilitada, en cuyo caso la medida es virtuosa pues el previsible incremento de las recaudaciones compensará el transitorio desbalance. En trances como el actual, aumentar el déficit fiscal es pertinente y muchos países de conducción económica tradicionalmente ortodoxa lo están haciendo, en cambio financiar el gasto público con impuestos recesivos, como quieren Carstens y Calderón, es una torpeza estrictamente mexicana. El Acuerdo Nacional en favor de la Economía Familiar y el Empleo, dado a conocer a principios de este año con bombo y platillos, era insuficiente pero ciertamente contracíclico y anunciaba prontas inversiones en infraestructura. Sin embargo a tres meses de que termine 2009 y cinco de que se firmó, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, por ejemplo, que debía ejercer 60 mil millones de pesos, apenas ha gastado 12 mil millones, poco más de una quinta parte, y el presupuesto presentado ahora al Congreso por el Ejecutivo castiga estos gastos, entre otros. Todo hace pensar que después de algunas fintas, Carstens y Calderón decidieron de plano dejar caer y dedicarse a medio tapar el boquete fiscal mientras esperamos sentados a que la locomotora económica estadounidense reanude su marcha y nos arrastre tras ella como el furgón de cola que decidimos ser. Algo se percibe al final del túnel, ¿luz?, no, llamaradas, tronidos imprecaciones. Hablando en plata, el llamado “impuesto contra la pobreza” no es más que un incremento del IVA de 15 a 17 por ciento y su extensión a alimentos y medicinas. Propuesta ofensiva cuando de 2006 a 2008 los pobres aumentaron seis millones y con los que se sumarán este año llegaremos al centenario de la primera revolución social del siglo XX con alrededor de 60 millones de desarrapados, cinco veces más que los 12 millones que tumbaron a Porfirio Díaz. Y por como va la economía y como viene el paquete económico, la miseria nacional crecerá en 2010. ¿Así quieren celebrar la Independencia y la Revolución? El sesgo que al respecto se da al gasto público en la propuesta de egresos de Calderón es alarmante. México era un país de niños y ahora es de jóvenes, pero sólo tres de cada diez de entre 15 y 17 años cursan la enseñanza media superior, apenas dos de cada diez de entre 19 y 23 están en escuelas superiores y únicamente 160 mil estudian postgrados. Treinta millones de mexicanos tienen menos de 15 años y cada año más de un millón llega a la edad laboral, pero en los lustros recientes apenas se crearon empleos formales y en 2009 se perderán un millón. Sin posibilidad de estudiar ni de trabajar, lo que espera a la enorme mayoría es el desempleo simple y llano, el empleo informal parasitario, la migración indocumentada y para cientos de miles la delincuencia organizada o por la libre. En estas condiciones el paquete económico del Ejecutivo reduce el presupuesto a las universidades y aumenta el de seguridad –secretarías de Seguridad Pública, de la Defensa Nacional y de Marina y Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen)–, pues quiere incorporar a la fuerza pública a 12 mil hombres más. En cuanto a los montos, los mismos 800 millones de pesos que quita a las universidades donde estudian jóvenes sin recursos los añade al presupuesto de la Policía Federal. Es decir que Calderón ha decido matarlos en vez de educarlos. Pero los delincuentes no son masiosares, sino los monstruos que produce la pesadilla neoliberal. Sus crímenes son horrendos y sin duda están en deuda con la sociedad. Pero algo les debe también la sociedad a quienes deja sin educación y sin empleo, sin presente y sin futuro. La economía mexicana está prácticamente estancada desde hace 25 años y en el que corre caerá quizá un ocho por ciento. Con la crisis económica pasaremos de 50 a 60 millones de pobres, más lo que se acumule el año que entra. La recesión en Estados Unidos cerró parcialmente la válvula de escape de la migración y redujo las remesas que sostenían el consumo de millones de familias. La crisis alimentaria sigue y con ella los altos precios de los comestibles. El cambio climático hace más errático el temporal y más frecuente la pérdida de cosechas que arruina a los campesinos. La influenza y otras epidemias acosan a una población mal comida y propensa a enfermarse. La irresponsabilidad burocrática y la caída de los ingresos fiscales deteriora los de por sí deficientes servicios que proporciona el Estado. Y en medio del desastre Calderón se empecina en aplicar las recetas económicas neoliberales de un intelectualmente esclerosado secretario de Hacienda proveniente del FMI –al que hoy este organismo no daría empleo– enviando al Congreso una iniciativa fiscal recesiva en lo económico y regresiva en lo social, que de aprobarse profundizará la crisis y agudizará la exclusión. ¿A qué le tiran? Porque el saldo de tanta torpeza no puede ser más que una explosión, un tronido social. Ya hoy presenciamos la ingobernabilidad hormiga resultante de la carencia extrema pero también de la convicción de que cumplir la ley no lleva a nada bueno. No estoy hablando de los delincuentes que de plano decidieron buscarse la vida como sicarios o secuestradores, sino de gente honesta pero estragada por las crisis que no paga el agua ni el predial, que se roba la luz, que entra en mora con sus adeudos, que invade terrenos para fincar, que asalta trenes para comer, que incendia microbuses, mata peatones, que convive con el narco en vez de denunciarlo y hasta le agradece la derrama económica, mientras que con la delincuencia menor se hace justicia por propia mano pues no confía en la policía. Hay también campesinos que se prenden fuego cansados de que no pelen sus reclamos, ex braceros desquiciados que sueltan balazos en el Metro porque Calderón no recibe sus quejas contra el cambio climático y chavos neoanarcos que ponen petardos en los bancos. En muchas regiones del país ya priva la ley de la selva. Lo siguiente serán estallidos iracundos multitudinarios y en el mejor de los casos resistencia con organización, desobediencia ordenada, rebeldía consciente. Si no, al tiempo.
Propuesta económica de Calderón,
Lourdes Edith Rudiño El paquete económico que propone el Ejecutivo para 2010 es recesivo, inflacionario y demagógico, pero sobre todo, en materia fiscal, es muestra de la subordinación absoluta del gobierno a un grupo de empresarios, y en materia de gasto, es evidentemente electorero, al elevar los recursos en la vertiente social (Oportunidades y Seguro Popular) además de que tiende a agudizar la desinversión en sectores estratégicos como la energía y el agro, afirma Mario di Costanzo Armenta, diputado federal del Partido del Trabajo y ex secretario de Hacienda del llamado gobierno legítimo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Ello, además de que el plan de presupuesto sostiene deficiencias tradicionales, como el incremento del gasto corriente, debido a un mayor pago de salarios y gastos de operación, al tiempo que se inhibe la inversión social y productiva. Entre 2007 y 2009 el gasto corriente del gobierno se incrementó en 362 mil millones de pesos a mil 708 millones (esto es, más que los 300 mil millones de pesos del hoyo fiscal que hoy tienen las finanzas públicas) y de ese monto 46 por ciento se aplica en servicios personales (salarios y prestaciones) del aparato burocrático. En entrevista, el legislador se muestra pesimista. “Todos los grupos parlamentarios tienen muy claro que las grandes empresas no pagan impuestos, y saben qué se tiene que hacer: es una cuestión técnica, legal, de hacer una ley, de derogar algunos regímenes especiales de tributación, pero está la variable política y no creo que el PRI vaya a atreverse a cobrarle impuestos a Televisa, por el maridaje que hay con el asunto de Peña Nieto. Desgraciadamente el PRI tiene mayoría en el Congreso”. Y se observa que las negociaciones entre priístas y panistas apuntan a que pase el paquete económico con algunos ajustes cosméticos, incluso que la moneda de cambio para los panistas sea ceder en el dos por ciento de la llamada “contribución para el combate a la pobreza” (el incremento disfrazado al impuesto al valor agregado, IVA), e incluso algunos senadores del PRD tienden a favorecer tal cosa. “Pero esto es un terrible error”. Sobre todo porque “parece que mucho del paquete económico está acordado ya entre fuerzas salinistas y lo que queda de la institución presicencial”. Y es criminal lo que dice Felipe Calderón de que si no se aprueba su reforma no va a haber vacunas contra la influenza humana, cuando él en su propuesta de gasto le está reduciendo 221 millones de pesos al Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica. Si bien es cierto que los problemas de la economía de México son estructurales y por ello la crisis global pega más a nuestro país y por ello también la solución no está en el paquete económico, sino en cambios de fondo, un presupuesto y una ley de ingresos más justos socialmente “podrían ayudar a mitigar los efectos de la crisis”, dice Di Costanzo y comenta que los señalamientos que hoy hace del presupuesto y de la Ley de Ingresos son los mismos que López Obrador ha expresado desde hace tres años. Advirtió que la situación económica del país “está orillando a un conflicto social”. No queremos ser aves de mal agüero pero nuestras predicciones se han venido cumpliendo. Nuestro movimiento es pacífico y así nos mantendremos, pero tampoco nos hacemos responsables por los brotes de inestabilidad social que se vayan a generar si la situación económica se sigue deteriorando. Lo que no entiendo es cómo ante ese escenario de desgracia económica el PRI sigue teniendo votos. El PRI y el PAN nos advirtieron que iban por el IVA en alimentos, lo hicieron desde antes del dos de julio y advirtieron una serie de incrementos y aun así tienen 230 diputados en la cámara. Allí la gente debe tener esto muy en cuenta”.
Las negociaciones que se perfilan no están tomando en cuenta el incremento en el costo de la vida de las personas y el descontento social. La estrategia del PT y de los seguidores de AMLO será la movilización social, alertar a la gente que no se vaya con el engaño y un llamado a repudiar la estrategia económica vigente. Un análisis de “Elementos y propuestas para la discusión del paquete económico del 2010” elaborado por el grupo parlamentario del PT muestra que al tiempo que el ingreso corriente de los hogares cayó en casi todos los deciles entre 2006 y 2008 (con excepción de los deciles IX y X que mantuvieron un ingreso constante), la canasta básica alimentaria se encareció en 66 por ciento, entre diciembre de 2006 y julio de 2009, y el poder adquisitivo se deterioró gravemente. Para adquirir un kilo de jamón tipo económico en julio pasado había que aportar 11 horas de trabajo con salario mínimo, contra 8.66 en 2006. Para pagar un kilo de pollo entero se necesitaban cinco horas, contra 3.3 de 2006, Y esto debe aderezarse con otros datos: 2.4 millones de desempleados en el país, 12 millones de subempleados; la expectativa de una contracción del PIB de entre ocho y 10 por ciento este año, y la dependencia alimentaria, pues nuestras importaciones de comida superan los 25 mil millones de dólares anuales; el 82 por ciento del arroz que consumimos proviene del exterior, así como 53 por ciento del trigo, 35 de la carne de cerdo, 27 de maíz y 27 por ciento de carne de res. |