Desde su creación, a la empresa nunca se le permitió crecer, sostiene ex líder del SME
Nacionalizar Mexican Ligth y American and Foreing Power, acto patriótico de López Mateos
Jueves 15 de octubre de 2009, p. 10
A la Compañía de Luz y Fuerza del Centro no se le permitió crecer desde su creación, cuando las antiguas Mexican Light and Power Co y American and Foreign Power Co fueron nacionalizadas en 1960, asegura Manuel Fernández Flores, uno de los ex secretarios generales del Sindicato Mexicano de Electricistas, jubilado hace 23 años.
Pero en tiempos de Miguel de la Madrid se empezaron a observar los primeros intentos de reprivatizar esta empresa pública. La puerta la abrió definitivamente Carlos Salinas de Gortari cuando se aprobó su iniciativa de Ley de prestación de servicio público de energía eléctrica, que permitió a particulares generar electricidad, supuestamente para autoconsumo.
Fernández Flores, quien pasó casi toda su vida laborando para Luz y Fuerza y dirigió el SME durante dos periodos, de 1979 a 1983, cuenta cómo él y sus compañeros aportaron su grano de arena para resistir esta tendencia que hoy, finalmente, parece haber ganado la partida, con la extinción de la empresa por decreto presidencial y el despido de todos los trabajadores.
Corría 1982 y Fernández estaba al frente del SME. “La táctica de Hugo Cervantes del Río, entonces director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), era quitarnos materia de trabajo.
“Así, un día nos enteramos que la CFE iba a electrificar un fraccionamiento, Jardines de Cerro Gordo, camino a Pachuca. Decidimos adelantarnos y nuestros técnicos armaron un proyecto, muy bien hecho, por cierto. En la madrugada del 20 de noviembre salimos con nuestras cuadrillas y camiones hacia allá. Éramos al menos mil 500 hombres.
“En un solo día levantamos lo que normalmente tarda tres meses en hacerse. Se tendieron postes, líneas, transformadores; todo a marchas forzadas. A mediodía apareció gente de la comunidad, feliz de ver que se les iba a hacer el milagro de la luz, con ollas de pancita y tortillas. Pardeaba la tarde cuando se subió el switch y todo eso se iluminó. Yo vi a sobrestantes, hombres hechos y derechos, llorar de emoción.
Al día siguiente me citó Cervantes en su oficina de la CFE. Estaba presente Leonardo Rodríguez Alcaine, del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (Suterm). Amenazaron con castigar a todos los trabajadores que participaron. Yo asumí toda la responsabilidad. Así defendíamos las zonas que correspondían a nuestra empresa. Operaciones como ésta hubo más, entre otras la de Santa María Chicoloapan y la instalación de alta tensión en Loma Larga.
Sindicalistas muy patrióticos
Manuel Fernández tenía 18 años, era obrero textil y militaba en el Partido Popular Socialista, muy cercano a Vicente Lombardo Toledano, cuando entró a trabajar a la Mexican Light and Power Co en 1952, como ayudante de mecánico eléctrico en una planta de diesel que había por el rumbo de Tacubaya. Fue despedido y después recontratado en el departamento de personal. Ahí, en el área administrativa, hizo toda su carrera hasta que se jubiló en 1987.
Durante sus primeros años en el SME fue testigo de la filiación priísta de sus líderes, como se acostumbraba en la época
. Más tarde fueron construyendo la sana distancia
, que se rompió cuando apareció en el horizonte Carlos Salinas de Gortari y el SME tuvos dos líderes que se le inclinaron
: Jorge Tapia y Jorge Sánchez, este último expulsado y con un juicio pendiente por malversación de 3 mil millones de pesos.
Recuerda con nostalgia 1960, cuando Adolfo López Mateos nacionalizó la Mexican Light y otra empresa canadiense, American and Foreign Power. Fue un acto patriótico
, asegura, y para los sindicalizados de esa época, muy nacionalistas, significó “un cambio que sobre todo aumentaba nuestra responsabilidad.
Queríamos dar mejor servicio para demostrar que ésa era la vía correcta. Pero una cosa es lo que hacía el SME y otra muy distinta la actitud de los administradores nombrados por el gobierno. Ellos no supieron responder. Hoy nos culpan del retraso de la empresa, pero, ¿quién señala a los gerentes y directores que nunca dieron presupuesto suficiente para operar, que ni siquiera suministraban los materiales indispensables? Esa enorme responsabilidad es la que hoy se está soslayando.
Fernández, hoy de 75 años, es testimonio viviente de la forma en que los miembros del SME veneran su contrato colectivo, firmado por primera vez después de la huelga de 1936.
No concede privilegios, pero sí es un excelente contrato que se construyó con mucha combatividad por parte del sindicato que se fundó en 1914 (el año que entraron las tropas de Zapata y Villa a la ciudad de México). Siempre fue un sindicato patriótico y, aunque ha tenido altas y bajas, la democracia interna existe. Sus líderes son renovados cada dos años y tiene una comisión legislativa en cada departamento, donde se consultan las necesidades de cada área. Esto se traduce en beneficios para los trabajadores: un buen fondo de ahorro; transportes; capacitación; un buen régimen de seguridad e higiene, porque hay áreas que trabajan con mucho riesgo en zonas de alta tensión. Nosotros no tenemos la culpa de que otros sindicatos no luchen y sus agremiados estén en condiciones peores en salario y prestaciones.
La batalla perdida
La batalla que Luz y Fuerza nunca pudo ganar a lo largo de su historia y que hoy parece haber perdido definitivamente es contra la reprivatización. De manera alevosa, a Luz y Fuerza siempre le negaron participar en la generación eléctrica. La última planta generadora que se le permitió fue la de Lechería, y ésa se construyó en 1958. Después, ni una más. En cambio, a la CFE se le permite todo, incluso concesionar. Hoy casi 40 por ciento de la generación está en manos privadas. Diga lo que diga Felipe Calderón, hoy estamos ante una privatización de hecho. Y lo peor es que nuevamente estamos en manos de empresas extranjeras: Ibedrola, Fenosa, Mitsubishi.
Fernández Flores, como casi todos los jubilados que fueron dirigentes del sindicato, acude diariamente a la sede del SME para ver en qué contribuye a la resistencia. Narra que ayer, cuando iba rumbo a la colonia Tabacalera, encontró a un trabajador electricista caminando sobre Reforma con una cartulina pegada en la espalda que decía, escrito con plumón: Preferible morir de un balazo que de hambre
. Ésa, comenta, es una actitud de desesperación. Es verdad que nunca pensamos que íbamos a transitar por esta situación, pero esa desesperación es justamente lo que hay que tratar de evitar entre nuestros compañeros
.