Opinión
Ver día anteriorMartes 13 de octubre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Jazz

Adrián Oropeza

C

onocí a Adrián Oropeza hace tres o cuatro años, en medio de esa sonrisa recurrente, franca y directa que le brilla en un rostro de adolescente treintañero. En aquel entonces era parte del grupo Takesi, liderado por Christian Laguna, bajista boliviano avecindado en México, y donde los antiguos aires andinos eran filtrados por los códigos del jazz.

Desde entonces, Adrián se mostraba como un baterista firme y sutil; discreto, pero con un pulso determinante. Estudiaba la licenciatura en jazz en la Escuela Superior de Música, en la que se tituló en 2007. Poco antes de convertirse en el licenciado Oropeza, había ya optado por un proyecto propio, a trío, en el que empezaba a incluir una buena dosis de piezas propias. Yolatl Valadez lo acompañaba al piano y Omar Anguiano en el contrabajo.

Una nueva figura se perfilaba en la escena local. Y para sorpresa de propios e impropios, Adrián resultaba ser todavía mejor compositor que baterista. La disposición de los elementos en cada uno de sus temas levantaba estructuras de monumentalidad en ciernes. El joven maestro introducía las maquetas, mantenía sus compases como telón de fondo y daba la voces frontales al piano y el contrabajo, en una sucesión de colores y texturas que iban y venían de la balada tradicional (y elegante y perentoria) al ritual que hurga entre la mexicanidad en abstracto y el son abajeño en concreto.

En esta dinámica, edita un primer disco en 2008: Texturas, con la leyenda andante de Enrique Nery al piano y la añeja complicidad (y la seguridad) de Omar Anguiano en el contrabajo. Por momentos, este debut conformaba un cuerpo tremendamente emparentado con la exquisitez. Para muestra, bastaba escuchar la cadena de sutilezas en Cantando en la ciudad, del propio Oropeza, o Soñé, clásico de Mario Ruiz Armengol que ya el propio Nery había incluido en sus discos con versiones solistas y de grupo (además de otras glosas instrumentales a cargo de Edgar Dorantes y Jazz entre Tres, o de las versiones vocalizadas de Verónica Ituarte y Elizabeth Meza). En este tema, el invitado de lujo era el contrabajo de Agustín Bernal.

No obstante, de buenas a primeras, el terreno se volvía disparejo y caían las escenas. Texturas es un disco construido mediante delicadas progresiones sonoras que en ocasiones languidecen de un track a otro. El arreglo a Caminante del Mayab, de Guty Cárdenas, por ejemplo, sólo insinúa el vuelo y no termina nunca de despegar, mientras en Oncena o en Renaciendo, de la cosecha del baterista, se muestra mayor resolución y certidumbre al momento de la instrumentación y los conceptos.

A estas alturas, y a través de una hiperactividad que no deja de asombrarnos, Adrián ha alcanzado una muy temprana madurez como músico y compositor. En estos momentos prepara la grabación de un nuevo disco, al lado de Abraham Barrera, el excelente pianista del grupo B4, quien por estos octubres anda tocando por diferentes foros españoles.

Mientras tanto, el trío de Adrián Oropeza se presentará este 15 de octubre en el foro de ILM (I Love Myself; Saltillo 134, colonia Condesa) a partir de las nueve de la noche, con Dulce Resillas al piano y Jaime Ferrada en el contrabajo. Y al día siguiente, viernes 16, hará lo impropio, con los mismos músicos, en El 81 (la casa blanca junto a El Convite, Ajusco 81, colonia Portales). Bien vale la pena darse dos vueltas.

Por cierto que el ILM tiene programado una semana después, el jueves 22, al grupo Jazz Son 4, en el que las flautas de Pablo Hidalgo Wong y el bajo de Raúl Olvera se hacen acompañar invariablemente por músicos de gran calidad. (Ya ando en otro lado.)

Estábamos con Adrián Oropeza, baterista que continúa con el ángel y la estirpe musical de Carlos El Pelón Oropeza (su abuelo) y de Adrián Oropeza Sr. (su padre). Este último se despidió hace poco de los escenarios y el ajetreo profesional, en medio del aplauso y el reconocimiento general, como director musical de El diluvio que viene, una de las innumerables comedias musicales que tuvo a su cargo.

Pero aquí está el heredero, haciendo jazz y documentando el tan mentado optimismo. Salud.