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El suplemento mensual Ojarasca, dedicado a las culturas originarias, cumple 20 años

Los pueblos indígenas salvarán a las naciones; son guardianes de la soberanía
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Portadas del suplemento, que hoy festejará dos décadas en la Escuelita Emiliano ZapataFoto Alfredo Domínguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 12 de octubre de 2009, p. a13

En estos tiempos de predominio neoliberal, los movimientos de los pueblos indígenas de México y América Latina son los que en realidad podrían salvar a las naciones, pues son los guardianes de la soberanía nacional, mejor que nadie.

Ésa es una de las muchas reflexiones de los escritores y periodistas Hermann Bellinghausen y Ramón Vera, director y coordinador editorial, respectivamente, del suplemento mensual Ojarasca, dedicado a los pueblos indígenas, publicado por La Jornada y que este mes cumple 20 años.

Como parte de la celebración, este 12 de octubre, a las 18 horas, en el Centro de Artes y Oficios Escuelita Emiliano Zapata (Canacuate y Cicalco, Pedregal de Santo Domingo) se realizará una jornada que incluirá una mesa redonda y la proyección de la película Corazón del tiempo, dirigida por Alberto Cortés y con guión de Bellighausen.

Aparte de Cortés, Bellinghausen y Vera, participará el abogado Francisco López Bárcenas, especialista en derecho indígena, además de la poeta zapoteca Irma Pineda y la cantante María Inés Ochoa.

–¿En los 20 años de Ojarasca y su antecedente, México Indígena, qué se ha avanzado o retrocedido en cuanto al riesgo de desaparición de varias de las más de 60 lenguas nativas de México?

–No ha cambiado nada –responde Bellinghausen–, porque ése es un fenómeno demográfico y la presión del avance civilizatorio occidental es incesante. Son pueblos con sus lenguas amenazadas y amenazados ellos mismos, pues hay unos que desaparecerán en los próximos años, como los de Baja California, los lacandones y otros, que ya son grupos muy pequeños. Lo criticable es que se vea con demasiada tranquilidad. Elías Canetti decía que cuando una lengua desaparece es como si se quemara la biblioteca de Alejandría completa, porque cada lengua es una visión total del mundo.

–¿Con la desaparición de una lengua también desaparecen cultura e identidad, o puede asumirse un ser indígena sin su lengua?

–Claro. Incluso hay ejemplos de los pueblos más grandes, como nahuas o tzeltales, que se asumen como tales, pero que ya nadie en algunas comunidades habla la lengua originaria. Pero además, el proceso de estos años, que ha sido también de recuperación, ha hecho que pueblos que incluso se consideraban extintos, como los coca de Mezcala, Jalisco, de pronto resurjan y recuperen su identidad. Se pueden conservar incluso la forma de organización, de estructura familiar y comunitaria, aun sin lengua.

Interviene Vera: “Ahora está de moda la historia de los kiliwas y su tremenda tragedia, pero desde hace tiempo se sabe que están a punto de fenecer como cultura.

No produjeron cosas materiales, eran nómadas y de pronto los encerraron, por lo que empezaron a bajar en número, y llegaron a un punto irreversible en el que se murió el último cantador; es decir, el que sabía todo lo que tiene que ver con la lengua, todas las historias. Su mito fundacional está perdido, por lo menos para ellos como grupo, y era lo que daba identidad y sentido a su lengua. En ese caso, entonces sí se habla de que perder la lengua los hace perder todo.

Tras un recuento de Bellinghausen y Vera acerca del despojo y asedio de la sociedad no indígena contra los pueblos originarios, desde la Colonia y sobre todo a partir del siglo XIX, el primero apunta: El gran prodigio es que lleguemos al siglo XXI y los pueblos indígenas sigan ahí, algunos de manera bastante sólida. Han sobrevivido distintas políticas, porque los han querido matar con guerras, con hambre, con enfermedades, con abandono, con religión, con educación. Todo para que desaparezcan, y no lo han logrado.

Abunda Vera: Es algo muy vasto, que uno no entiende si no está en resistencia. Franz Fannon decía: te imponen lineamientos y maneras de verte a ti mismo hasta que te acaba. Entonces, ¿cuándo empieza la resistencia?, pues cuando dejas de juzgarte con los criterios de quienes te oprimen.

–Con los movimientos indígenas que han surgido en los años recientes, no sólo en México, ¿puede decirse que hay un nuevo momento de esa resistencia?

–Es un nuevo momento –dice Bellinghausen. Es una nueva época histórica. Ahora, por primera vez en siglos, los pueblos recuperan la iniciativa. O sea, no sólo están sobreviviendo, sino que ya son una propuesta para sus propias naciones. El caso más evidente es Bolivia. Tiran y deciden gobiernos, lo cual es nuevo, así como la consciencia de sus lenguas, culturas y derechos. Los movimientos indígenas son de gran dimensión política. Además, en todos los casos, tienen un factor importante que no se les reconoce, sobre todo en este momento neoliberal, que esos movimientos son los que podrían salvar a las naciones.

Por ejemplo, si México como nación todavía tiene futuro, es porque los pueblos indígenas son los guardianes de la soberanía nacional. No hay mejor movimiento social en el país que los indígenas, con la claridad de lo que debe ser México como nación. Cuando se desconocen los Acuerdos de San Andrés, se acusa a los pueblos indígenas exactamente de lo contrario, de que iban a dividir México. ¿Y quiénes dividieron México? Ellos, desde el poder.