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Felipe Garrido
Sueños
Te digo que fue aquella vieja. La chaparrita, la elegante, la que cruzó la calle con guantes y sombrero. La que se tropezó al subir a la banqueta y dio tres o cuatro pasitos descompuestos para recuperar el equilibrio. La que llevaba el abanico cerrado aunque hacía tanto calor. Lo sé porque miraba siempre para otro lado, como si no se hubiera dado cuenta de que estábamos ahí. Ella tuvo que contárselo. Si no, ¿cómo iban a saberlo? Clarito sentí que nos estaba mirando. No sé cómo le hacía, pero seguro que fue ella. También lo supe porque en ese momento fue cuando comenzó a llover. Aquel relámpago, ¿te acuerdas? Trueno del temporal dijiste y yo pensé en los esqueletos. No, bueno, está bien, la lluvia empezó un rato después, ya cuando íbamos entre aquellas flores... Sí, fue entonces. Pero yo digo antes, cuando vimos la cruz viva. Y además, ¿qué podía hacer? No iba por eso a soltarte. Seguí besándote, como todas las noches, como en todos mis sueños. |