Con un vibrante Grito, Carmen Lira Saade evocó los principios fundacionales del diario
Jueves 17 de septiembre de 2009, p. 11
La de cosas que pueden pasar en el transcurso de un cuarto de siglo. Los grandes parteaguas y los pequeños hechos de la vida cotidiana, siempre cambiante; las partidas –dulces o dolorosas– y las nuevas llegadas, imágenes, reportajes, crónicas y primeras planas que se graban para siempre, desvelos y malpasadas, días gloriosos y tiempos de nubarrones y tormentas, coberturas que siempre nos dejarán el sabor de ser orgullosamente jornaleros y ocasiones en las que, ni modo, hay que decirlo, las cosas salen un poco chicuaretitas, para usar uno de los términos clásicos de Carmen Lira. En suma, sangre, sudor y lágrimas contenidas en cinco lustros.
Todo eso y más pasaba por nuestras mentes la noche del 15, cuando levantábamos las copas y los vasos para decir, una y muchas veces, salud por La Jornada.
A media fiesta hubo una interrupción a tantos brindis. Había llegado la hora de lo que Josetxo Zaldúa, coordinador general de Edición, llamó el rito fundamental que da cuerpo y vida a una nación: el Grito de Independencia
. Como es tradición subieron al escenario los jefes y la jefa. La bienvenida a todos y todas
corrió a cargo de Zaldúa, que habló de nuestro anhelo colectivo en este inimaginable 25 aniversario: Nuestro sueño es cumplir 200 y 300 años más. Otra cosa es que nos aguanten. Eso está por verse
.
Flanqueada por el director general fundador, Carlos Payán, y el presidente del Consejo de Administración y director de La Jornada Semanal, Hugo Gutiérrez Vega, la directora Carmen Lira Saade, quien portaba un huipil de telar rojo de las tierras oaxaqueñas, enarboló el lábaro patrio: “Mexicanos, mexicanas. ¡Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad! ¡Vivan Hidalgo, Morelos, la corregidora de Querétaro! ¡Viva Juárez! ¡Vivan los hermanos Flores Magón, Villa, Zapata! ¡Viva Lázaro Cárdenas! ¡Vivan los pueblos indígenas en resistencia! ¡Viva el pueblo que se organiza! ¡Viva México y viva La Jornada!”
Más que los vivas acostumbrados, la voz emocionada de Lira evocó, para muchos, el texto fundacional que fue publicado en el primer ejemplar del diario: ampliación y defensa de la soberanía y la independencia; compromiso con las demandas de los trabajadores del campo y la ciudad; solidaridad con las luchas de otros pueblos; democratización formal y real de la vida pública mexicana; distribución igualitaria de la riqueza socialmente creada, entre otros. Aquella declaración de principios, vigente y pendiente, que fue definida en 1984 a muchas voces y redactada a varias manos en la casa facilitada por el nunca olvidado Miguel Luna, en la calle Durango.
Concluida la parte ritual continuó retumbando, sin pompa ni jerarquías, el bailongo en un salón donde se sirvieron, para quienes gustan de las estadísticas, cerca de mil 300 platos de pozole. Era una fiesta dedicada fundamentalmente a los trabajadores de las empresas que conforman el corporativo de Demos Desarrollo de Medios: la editora de La Jornada, la imprenta IMSA, la distribuidora Dycome y las ocho filiales que tiene el diario en el país.
En una mesa, el rector de la UNAM, José Narro. En otras, el embajador de Bolivia, Jorge Mansilla, y un nutrido grupo de la embajada cubana. Gente de cine y de teatro dispersa por un ala del salón: Paul Leduc, Ofelia Medina, Luis Mandoki, Julieta Egurrola, Jesusa Rodríguez, Víctor Carpinteyro. De las artes plásticas y el cartón, Gabriel Macotela, Emilio Payán, Rogelio Cuéllar, Víctor Flores Olea (fotógrafo y diplomático), Magú y Rocha.
De la política, ejemplo de pluralidad: Javier Corral, Bernardo Bátiz, Fernando Solís Cámara, Berta Luján, Armando Quintero. En conversaciones sustanciosas, el abogado venezolano José Pertierra, que lleva en Estados Unidos el caso de Posada Carriles; la corresponsal de la televisión vasca Berta Gaztelumendi; la directora de Telesur México, Aissa García; las periodistas cubanas Rosa Miriam Elizalde y Arleen Rodríguez; los embajadores Pierre y Guadalupe Charaz.
Los coordinadores y jefes de sección fueron los más solicitados para los abrazos: Elena Gallegos, coordinadora general de Información; Margarita Ramírez, jefa de Redacción; Luis Hernández, coordinador de Opinión; Estados, Mireya Cuéllar; Capital, Miguel Ángel Velázquez; Economía, Emilio Lomas; Mundo, Marcela Aldama; Cultura, Pablo Espinosa; Espectáculos y Fotografía, Fabrizio León; Deportes, Pedro Aldana; el contralor Carlos Narváez. Y naturalmente sus respectivos equipos de reporteros, redactores, cabeceros y fotógrafos.
Al igual que los amigos y escritores del periódico José María Pérez Gay y Lilia Rosbach, Luis Javier Solana, Jorge Camil, Héctor Díaz Polanco, Consuelo Sánchez, Gabriela Rodríguez, Javier Flores, Alejandro Nadal, Enrique Galván Ochoa, Luis Javier Garrido, Pedro Miguel, Luis Linares, Jana Meza y Aurelio Fernández, director de La Jornada de Oriente, entre muchos más.
Para la ocasión vinieron nuestros corresponsales en Nueva York, David Brooks, y en Buenos Aires, Stella Calloni, además de los asignados en Nuevo León, Guanajuato, Quintana Roo, Zacatecas, Coahuila, Chiapas, Guerrero, Chihuahua, Yucatán, estado de México, Baja California, Baja California Sur, Aguascalientes, Tamaulipas, Sinaloa, Sonora, Morelos y Tabasco. Otros invitados presentes fueron el líder y los ex líderes de la Unión de Voceadores Raúl Ramos, Adalberto Santoyo y Guillermo Vela.
Pero como es ley en esta vida, los jornaleros se reproducen y los hijos de La Jornada se estiran, entran a la universidad y se gradúan y nos obligan a todos a seguir andando. La fiesta fue, también, para ellos: Amaia, Pablo Z., Sabina y Olivia, Valentina –la bailarina–, Juncia, Natalia, Cecilia y Liliana, Mariana y Toni (durmiendo), Ana Laura, Ruslan y Nislan, las gemelas Aída y Claudia, Juan Aurelio y Nuri, Ana Paula (lidereando el relajo), Vania, Julio Alejandro, Ruth, Angelina, Úrsula, Héctor, Ariadna y Valeria, Barush y Michel, Delia Camila, Genaro, Mariana, Toñito, Carmela y Valentina, Pablo y otro Pablito, Nátali, Sarah, Alhelí y Rodrigo, Priscila, Keila e Inna. Y las omisiones involuntarias de los que, de todos modos, están siempre presentes.