La Habana, 16 de septiembre. En un funeral de trazos excepcionales, miles de personas presenciaron el paso de un convoy militar que durante unas cuatro horas recorrió unos 150 kilómetros, custodiando el ataúd de Juan Almeida Bosque, hasta la tumba del líder revolucionario en la Sierra Maestra.

Almeida, quien murió el viernes pasado a los 82 años, fue sepultado en un mausoleo reservado para combatientes del Tercer Frente, la guerrilla que él encabezó hace más de medio siglo.

En marzo pasado, cuando fueron inhumados los restos de 40 de sus compañeros de armas, Almeida había visto el que sería el lugar de su sepultura.

El sepelio fue una ceremonia íntima que transmitió más tarde la televisión. El presidente Raúl Castro mantuvo el saludo militar mientras resonaban 21 salvas de cañón y se escuchaba el himno nacional. A su lado estaban Ramiro Valdés y Guillermo García, los otros dos veteranos que retienen el mismo rango simbólico de Almeida, el de comandante de la revolución.

Un oficial ordenó al corneta el toque de silencio, compactando en una ráfaga la vida de Almeida y de la generación impulsora de la revolución cubana: “En homenaje póstumo al asaltante al Cuartel Moncada y expedicionario del yate Granma, al combatiente del ejército rebelde y comandante del Tercer Frente guerrillero, al jefe militar, al miembro del Buró Político del Partido y vicepresidente del Consejo de Estado, al héroe de la república de Cuba, comandante de la revolución…”

Hace dos años Castro asistió al funeral de su esposa, la también guerrillera Vilma Espín, cuyas cenizas quedaron en otro mausoleo, el dedicado a los combatientes del Segundo Frente, la zona rebelde que lideró el actual mandatario.

El cortejo con el féretro de Almeida recorrió el martes la ciudad de Santiago de Cuba, en el oriente de la isla, siguió por carretera y cruzó dos municipios para llegar a una loma que domina la población de Cruce de los Baños, donde fue construido el memorial del Tercer Frente en 1998.