La aporía de Aquiles y la tortuga ilustra el lento andar de la tecnología al lado alado de la velocidad supersónica de las obras de arte.

El avance de los medios de reproducción sonora asombran al planeta mientras las creaciones artísticas se mueven dentro del alma.

Un buen ejemplo: escuchar un disco de acetato en un tornamesas y buenas bocinas produce una experiencia que alcanza lo sublime. Escuchar esa misma grabación en disco compacto aminora los efectos en cuanto aplana los relieves, opaca los brillos, mediatiza los matices. Si al Ipod conectamos unos buenos audífonos Sehnheizer, la cosa cambia. Escuchamos dentro de una burbuja paradisiaca.

Es cuando Aquiles voltea a su izquierda y observa a la tortuga casi volando. Ambos uno: Usain Bolt y Bob Marley platicando a 45 kilómetros por hora. A pie.

Eso, escuchar a pie, como los filósofos griegos impartían cátedra: caminatas, intensas caminatas que alcanzan el conocimiento.

Escuchar a pie es oír con el corazón, la entraña y las entendederas. Cuerpo, mente, espíritu. Nada como ser un melómano de a pie, del lado moridor. Chacuaretito.

Todo lo anterior sucede si escuchamos el nuevo disco de Oscar Peterson. Nuevo porque sucedió que Aquiles y la tortuga se metieron a una cabina de grabación, tomaron el master original de esta grabación que se realizó hace medio siglo y helo aquí, flamante y flameante.

Uno puede poner el acetato original a girar en el tornamesas, apagar la luz y volar despierto. O bien meter el compacto al aparato reproductor y levitar. Aquiles con audífonos. La tortuga siente retumbar las frecuencias hondas del contrabajo acústico en toda su concha ídem.

Sobre todo cuando el track 10 está en su apogeo: Smoke Gets in Your Eyes.

El disco se titula Oscar Peterson plays The Jerome Kern Song Book, editado por el infalible sello Verve, en su serie Originals.

La remasterización es toda una obra de arte también. El disco original, en acetato, luce en su contraportada en tipografía mayúscula el logro tecnológico de 1959: STEREOPHONIC, que los mismísimos audiófilos se encargan de nombrar insuperable a la fecha. Incluso el subtítulo de tal maravilla tecnológica es rescatada por los ingenieros de sonido en este compacto: Living Sound Fidelity.

Tal fidelidad de sonido vivo es el logro mayor, insuperado, de los discos de acetato. Que persigue ahora la tecnología comprimida.

Vivo el sonido en el tempo lento y apacible del track 5, una caricia. La fina estirpe del track 4, A Fine Romance. El swing imbatible del maestro de maestros Oscar Peterson, que caminó al lado alado de sus alumnos más distinguidos: Bill Evans, Keith Jarrett, et al.

Junto a esta novedad discográfica esplende otra de un maestro joven, el contrabajista John Patitucci. Tituló a su nueva obra Remembrance y como no existen las casualidades, entabla también diálogo con el pasado para convertirlo en presente, en el sentido del tiempo y del regalo. Un presente.

Es un gran disco, quizá lo mejor que ha grabado hasta el momento. Con sus camaradas Joe Lovano en el sax tenor y el finísimo baterista Brian Blade estructura un homenaje a los maestros que desfilan en los títulos de las 11 piezas que conforman el disco y en paráfrasis, reinvenciones. Tributo verdadero.

Thelonious Monk, John Coltrane, Max Roach, Ray Brown, Joe Henderson, Michael Brecker y, sorpresa grata, Olivier Messiaen. Los maestros que trascendieron este plano espacio-temporal hace ayeres o recientemente.

Además de la exquisitez que colma el sonido de su bajo acústico, rinde maravillas con su bajo eléctrico de seis cuerdas. Mucho funk, mucho punch, hartas delicias.

En el track 6, Escenas de una ópera, su esposa, la violonchelista Sachi Patitucci induce a Joe Lovano a trocar su sax por un clarinete alto y el resultado es la coronación de la conjunción creativa que cultivan durante todo el disco, girando en torno del formato trío.

Música de a pie para escuchas de a pie. Chacuaretitos.