ace más de cinco siglos la Gran Tenochtitlán, nuestra actual Ciudad de los Palacios y su zona metropolitana, estaban asentadas sobre lagos y ríos que se comunicaban con tierra firme a través de cuatro grandes calzadas, y cuyo abastecimiento principal de agua potable se encontraba en los manantiales de Chapultepec.
El transporte principal de sus habitantes, los mexicas, eran las canoas, y, como se recordará, no se conocía la rueda. La fisonomía de nuestra ciudad fue cambiando poco a poco al ritmo de su crecimiento, sobre todo a raíz de la Conquista, cuando en la lucha para vencer a nuestros antepasados se destruyeron grandes obras hidráulicas, que los dejaron sin agua potable.
La cultura del agua de nuestros antepasados se transformó paulatinamente, hasta llegar a mediados del siglo XX, cuando se empezaron a entubar los grandes ríos de la ciudad capital, debido a que eran foco de enfermedades y contaminación que afectaban a la población, pero a la vez, porque el uso del coche y el camión fue dominando el transporte en México. Entonces muchos de los grandes ríos se entubaron y se convirtieron en avenidas, como el famoso Río de la Piedad, por donde hoy tenemos el Viaducto Piedad, o el río Churubusco, convertido en una vía muy transitada.
Una nueva forma de ver
Por fortuna, la cultura del siglo XXI ve a los ríos de manera diferente. Muchos científicos y técnicos piensan que se pueden recuperar algunos de los que abastecen de agua a la ciudad de México; además de que ayudaría a mejorar la imagen urbana, se contribuiría a la lucha contra la contaminación.
En otras grandes ciudades del mundo se ha logrado recuperar ríos. Basta visitar San Antonio, Texas, para darse cuenta de todo lo que puede ofrecer un proyecto como ése. Además, no hay que olvidar que muchos de los atractivos de las grandes ciudades siempre han estado ligados al agua, ya sea de sus mares o ríos.
Aquí en la ciudad de México uno de los proyectos más importantes en ese sentido, cuyo plan maestro fue realizado por las universidades Nacional Autónoma de México y Autónoma Metropolitana –que ya se encuentra en su primera fase trabajo–, es el referente a los ríos Magdalena y Eslava. El primero se forma en Los Dinamos, con afluencia en el segundo.
Más agua para la ciudad de México
Además de restituir el ambiente, el proyecto busca aportar 5 m3/s para abastecer de agua a la zona metropolitana de la ciudad de México, que consume alrededor de 70 m3/s. Es decir, una pequeña
aportación de alrededor de 4 por ciento del recurso que necesita la población de una de las más grandes urbes del mundo. Tal vez se trata de un porcentaje pequeño, pero significativo. Y por ello vale la pena apostar a la recuperación de los ríos Magdalena y Eslava.
El proyecto también pretende proporcionar a los habitantes de la ciudad un área para disfrutar de la naturaleza. El río Magdalena baja por Los Dinamos, en la delegación Magdalena Contreras, y llega hasta la presa Anzaldo, ubicada en el Periférico a la altura de Luis Cabrera, en el Pedregal de San Ángel, adonde también arriban las aguas de río Eslava de Tlalpan. Después, ya entubado, sigue su cauce hacia Chimalistac, continúa por un tramo desbierto a las orillas de los Viveros de Coyoacán, para después unirse a Río Churubusco y volver a la tubería.
Esta primera etapa del proyecto de rescate de ríos tiene planeado construir un parque lineal siguiendo el cauce el río, así como varias plantas de tratamiento de aguas, evitar a la descarga de aguas negras que hoy realizan los asentamientos irregulares, realizar una limpieza integral, restituir los espacios históricos y turísticos, y crear un museo de sitio en la ex hacienda de La Cañada.
Para lograrlo se requiere de la colaboración de toda la sociedad: algunos pueden aportar recursos, otros contribuir a limpiarlo, unos más pueden hacer una campaña de difusión; en fin, hay muchas maneras de ayudar para que el proyecto sea una realidad.
Sin embargo, lo más importante de este plan es que por primera vez se intenta recuperar un gran río del Distrito Federal, que no sólo beneficiará la imagen urbana para hacerla más atractiva al turismo y contribuirá a reducir la contaminación, sino que ofrece a los capitalinos una aportación de agua.
Me imagino ya disfrutando la presa de Anzaldo en una lanchita o corriendo en sus alrededores, o ¿por qué no?, ir a comer, caminar y jugar en las laderas del río en plena ciudad de México, o degustar sabrosos platillos en un restaurante con mesitas que den al río. ¿Podremos recuperar nuestros ríos?