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Le llega el éxito como técnico luego de tres décadas de esfuerzo

Divertirse en la cancha, algo elemental en el código de Eugui

Dar felicidad en la ciudad más violenta del país, uno de sus logros

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El uruguayo Héctor Hugo Eugui llevó al equipo de Ciudad Juárez a la semifinal del torneo Clausura 2009Foto club Indios
 
Periódico La Jornada
Viernes 7 de agosto de 2009, p. a19

Aun en primera división es posible divertirse jugando al futbol, y si además el esfuerzo se reparte dentro del campo y se trabaja a fondo la autoestima, cualquier equipo, por chico que se lo considere, puede estar al mismo nivel de los llamados grandes, asegura Héctor Hugo Eugui, técnico que mantuvo a Indios en el primer circuito y lo condujo a las semifinales del Clausura 2009.

Disfrutar es la premisa: “Les digo, ‘a ver muchachos, ¿se acuerdan cuando iniciaron? Hacíamos tres o cuatro partidos los sábados por la mañana, otros tres en la tarde, nos íbamos en bicicleta, corríamos de la escuela al campo, gozábamos del juego; entonces, ¿cómo puede ser que con los años, ahora que nos pagan por jugar, estamos bien atendidos, concentrados, nos dan masajes y la comida que nos hace falta, no disfrutamos más?’

Y esto no significa andar a las risas dentro de la cancha, aclara, sino que se trata de quitar presión en la medida de lo posible, porque el futbolista ya la siente por parte de la prensa, la afición, la directiva y su familia, explica el uruguayo con entusiasmo y hablar acelerado.

El segundo mandamiento del código Eugui se refiere al trabajo colectivo: Diez jugadores en el campo tienen que dividir nueve minutos de esfuerzo. Si cada quien los hace, son 90 de trabajo. Entrenamos todos los días una hora y media sólo para cumplir con nueve minutos, ¡si será fácil esto! El que está cerca de la pelota corre al máximo y suple a sus compañeros, quien está lejos aprovecha para reponerse”.

Por último aparece lo anímico. Durante el torneo anterior el cuadro de la tribu trastabilló por la fecha 11, con cuatro derrotas, dos victorias y cinco empates. Entonces Eugui dijo a sus jugadores: tocamos fondo, solamente tenemos dos opciones: nos impulsamos y emergemos o nos dejamos morir aquí. Y ustedes son un grupo de gente triunfadora porque lograron ascender.

El timonel considera que la tarea no es sólo motivar, sino también exigir y zambullirse en terrenos profundos del ser: No hay que conformarse, debe aprenderse a repetir y la motivación tiene que pasar por el convencimiento, meterles en la cabecita que hay que ganar, jugando bien, si se puede, pero hay que vencer.

Un novato en la primera división necesita esa fortaleza, pero también el balompié mexicano en general, opina Eugui, quien lo conoce desde el campo y el banquillo porque lleva ya tres décadas con residencia intermitente aquí.

Los países que han sido grandes exportadores de jugadores como Brasil, Uruguay y Argentina, qué coincidencia, tienen cinco, dos y dos campeonatos del mundo; ¿qué quiere decir? Que allá a la hora de jugar hay que hacerlo para ganar, y fuera de las etiquetas de estilo “la definición de jugar bien es triunfar.

Los equipos aquí se tienen que transformar en ganadores, explica, y se refiere también a la responsabilidad con la afición: “La gente sufre durante la semana por su propio trabajo, porque gana poco y llega a su casa en horas que ya no puede ver a sus hijos que están dormidos.

Si hablamos de México, las personas con necesidades son casi 60 millones. Ese sufrimiento diario del ser humano se tiene que desfogar en un campo de futbol. Ahí la gente disfruta y si el equipo pierde se va mentando madres, porque al otro día de nuevo a trabajar, vienen las burlas y además tuvo que sacar para el boletito.

En plan de recomendaciones, Eugui señala como necesario aumentar la exigencia al jugador mexicano desde la formación hasta la etapa profesional. Por ejemplo, terminar en fuerzas básicas con la idea de que no pasa nada si se pierde 4-0 y en el máximo circuito combatir el conformismo y la comodidad no concediendo vacaciones extras y cancelando los premios anticipados porque no cumplen con la función de estimular.

Además, remarca el uruguayo, “todos tendrían que estudiar. Tenemos que hacer que terminen la prepa y darles posibilidades para que estudien alguna carrera, aprovechando las relaciones” de los clubes.

Indios y Ciudad Juárez

Más de tres décadas lleva Eugui en México. Llegó en 1975 al Toluca, donde pasó cuatro años, y luego tuvo igual número de temporadas en Tigres. Destacó como jugador y en 1981 debutó como técnico al frente del Monterrey.

Sin embargo, ese camino no resultó fácil y alternó en banquillos de primera y segunda divisiones con otros trabajos de comentarista y directivo. El éxito le llegó en los recientes meses, tras 28 años de esfuerzo, y a sus 62 de edad. Nunca es tarde y estoy feliz, comenta.

Rechaza ser sólo un buen motivador y defiende a su colega José Luis Sánchez Solá: “Primero me considero táctico. Si no se trabaja tácticamente y no se hace lo que me gusta no estoy feliz.

“El trabajo de motivación es una parte, como 15 por ciento de lo que tiene que saber un jugador, y hay que hablarlo. Ver películas siempre es bueno, pero se lo discuto a todo el mundo y se lo dije al Chelís estando en la cancha: escucho cuando hablan que fulano es un gran táctico, un filósofo, esto, lo otro, y nosotros somos sólo motivadores…¡no!, con la motivación sola no se va a ningún lado”.

Entre citas literarias y recuerdos compartidos con exiliados por las dictaduras de América del Sur, a quienes acompañó en lo que pudimos, porque cuando alguien necesita ayuda no se tiene que mirar denominación religiosa o si es de un partido político, concluye que generar felicidad a los habitantes de la ciudad más violenta del país ha sido uno de los mayores logros de su equipo.

Con una amplia sonrisa recuerda algo que hoy uno escucha por todos lados. Fue a finales del año pasado, cuando una señora interceptó a su esposa para realizarle un encargo: “Dígale a su esposo que estamos sumamente felices, abrimos el periódico y vemos a Indios, que le ganamos a Toluca en La Bombonera… ya no salen tres baleados, dos decapitados, una balacera”.