Opinión
Ver día anteriorSábado 25 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El agua y el Distrito Federal
E

l jefe de Gobierno de la ciudad, Marcelo Ebrard, presentó un programa de ahorro equitativo de agua; el adjetivo es importante. Él, como todos los habitantes del valle de México, sabemos que cada vez tenemos menos disponibilidad del líquido, que cada vez tenemos que traerlo a esta alta planicie donde se asienta una de las urbes más grandes del mundo a mayor costo y que el que se encuentra en el subsuelo es cada vez más escaso y extraerlo provoca hundimientos de edificios y de zonas completas de la metrópoli.

La propuesta de ahorrar para que consumamos la que realmente vamos a necesitar equivale a reducir substancialmente la cantidad diaria de litros por habitante que actualmente se consume, de 573 por uso negligente a 122 por uso cuidadoso, con reductores y buenos hábitos, se especifica en la propuesta. El programa se funda en la advertencia de que habrá pagos más altos a quienes la desperdicien, así como sanciones administrativas adicionales a quienes no tomen medidas de uso racional.

La preocupación es por supuesto legítima y vital para que la ciudad pueda seguir persistiendo; es posible también, sin embargo, además del ahorro y cuidado del agua con la que actualmente contamos, promover, como lo propuse durante mi campaña para jefe delegacional de Benito Juárez, un plan de recuperación y conservación del agua pluvial.

Recuerdo la casa de pueblo de mis abuelos maternos en Calpulalpan, Tlaxcala, que tenía una gran cisterna en medio del patio, que llamaban el pozo y a la cual escurrían en tiempo de lluvia, todos los pequeños arroyos que con los aguaceros del verano se formaban en patios, corredores y azoteas. La cisterna se iba colmando durante la época de lluvias y proporcionaba una buena reserva del apreciado líquido para la época de secas.

Mi propuesta para la Benito Juárez fue que un programa de recuperación de agua pluvial se implementara en el mayor número posible de inmuebles de la delegación, empezando por el edificio sede, que tiene espacio amplio para una cisterna o varias y en el que se probaría el sistema, que la Universidad Autónoma de la Ciudad de México ha elaborado, aun en forma de proyecto.

Hay otros programas más ambiciosos, de recuperación de las llamadas aguas negras o de las denominadas aguas grises, con distintos costos, según lo difícil o complicado que pudiera ser convertirlas en potables, lo que depende de la cantidad de químicos y partículas que habría que eliminar.

Por supuesto, la recuperación del agua pluvial y los procesos de potabilización no deben ser los únicos medios de atajar el problema que se cierne sobre nuestras cabezas. Es necesario preservar las zonas arboladas urbanas, parques, jardines y camellones, plazas y banquetas con áreas verdes aunque sean pequeñas, pero es fundamental conservar los grandes espacios de recarga de acuíferos que hay en las montañas y bosques que todavía nos quedan alrededor del valle de México, y que son las que permiten en buena medida conservar el preciado líquido y buen clima. Para este fin, el famoso y polémico bando dos de Andrés Manuel López Obrador fue sin duda una directriz política oportuna y eficaz.

Si acabamos con los bosques que aun se conservan en el macizo del Chichinauhtzin, en la serranía del Ajusco y en la Sierra de las Cruces, así como las laderas occidentales de los volcanes, la ciudad algún día tendría que desplazarse a otras zonas de la geografía mexicana para conseguir agua; sería una lástima y un desastre, que una ciudad que alguna vez fue lacustre, terminara su vida milenaria convertida en un páramo y en una ruina.

Debemos sin duda ahorrar agua, pero también debemos procurarla, algunos de los expertos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México denominan a su programa cosecha de agua y como toda cosecha, requiere de planeación, trabajo y cuidados.