Opinión
Ver día anteriorMartes 21 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Patrimonio biocultural

S

ólo hay 12 países que poseen megadiversidad. México, junto con Colombia, Brasil, Perú y Ecuador, entre otros, tiene recursos naturales de excepción. Su geografía hace posible el desarrollo de gran variedad de especies de fauna y flora.

El científico ruso Nikolai Vavilov estableció cuáles eran los centros de origen y diversidad de la agricultura en el mundo. México es uno de ellos; en Mesoamérica (que abarca hasta Honduras), se originaron y domesticaron el maíz, el frijol, el chile y el jitomate.

Esta domesticación se debió a la acción del hombre frente a la naturaleza. Fue el resultado de un proceso intencional y constante de selección genética. Hay entonces una biodiversidad que es producto de las condiciones naturales: altitud, clima, suelos, y otra que es generada por el hombre. A ésta la llaman Eckart Boege y otros investigadores, biodiversidad culturalmente creada.

Así, una cantidad significativa de las plantas cultivadas que forman parte del sistema alimentario del mundo actual es resultado de su domesticación por los pueblos autóctonos, afirma Boege en su libro El patrimonio biocultural de los pueblos indígenas de México, coeditado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

En México los pueblos originarios han logrado tal conocimiento de la naturaleza, que la Comisión Nacional de Biodiversidad tiene registradas cerca de 4 mil especies de plantas medicinales que se utilizan de manera frecuente. Además, han desarrollado aplicaciones distintas respecto de un número de plantas que oscila entre 5 mil y 7 mil especies (construcción, alimentación, tintes, artesanías, ornato, por mencionar algunas).

Esta riqueza, escribe Boege, no se encuentra en otros territorios indígenas del orbe. Sin pueblos indígenas y campesinos esta experiencia civilizadora se perdería para México y la humanidad.

La difusión de esta realidad entre quienes toman decisiones y entre el pueblo de México es indispensable, porque la destrucción del medio ambiente en las recientes décadas ha roto el punto de equilibrio.

Antes la naturaleza podía autorregenerarse y producía excedentes; hoy le exigimos a la tierra más de lo que puede dar. En otras palabras, ya no vivimos de los intereses sino del capital; si esto se acumula, el futuro se pone en riesgo. Por ello el inventario de regiones bioculturales que hace Boege en su libro, así como los ejemplos de experiencias de gestión ambiental por los pueblos indígenas, lo convierten en fuente de consulta obligatoria para funcionarios, especialistas y otros interesados.