21 de julio de 2009     Número 22

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Indios chilangos por lo menos 2 millones, con muchos invisibilizados

  • Hay un sub-registro de indígenas en el DF pues algunos niegan su origen
  • La globalización y el zapatismo reivindican la identidad étnica: Iván Gómezcesar

Lourdes Edith Rudiño


Julián Flores Aguilar. FOTO: Lourdes E. Rudiño

Sin considerar la zona conurbada, el Distrito Federal cuenta por lo menos con dos millones de habitantes indígenas, tanto de pueblos originarios de raíz náhuatl principalmente, asentados desde antes de la Conquista, como de residentes llegados de otras partes de la República, sobre todo de Oaxaca, estado de México, Hidalgo y Veracruz, y su descendencia.

Así –con 145 pueblos originarios presentes en absolutamente todas las delegaciones políticas y con residentes hablantes de 57 lenguas– el DF es la ciudad “más indígena” en términos absolutos de toda América y a la vez es evidencia clara de discriminación, racismo, despojo y falta de equidad que sufren estas poblaciones, así como de la “invisibilidad”, que es auto impuesta muchas veces.

Oficialmente no existe una cifra definitiva de los indígenas que viven en el DF –instancias como el INEGI, el Consejo Nacional de Población y el extinto Instituto Nacional Indigenista dan datos que varían entre 140 mil y 500 mil–, debido al uso de diversas metodologías de conteo, pero también al alto grado de bilingüismo y al desuso de la lengua original que presentan los indígenas en la ciudad y al ocultamiento de su origen étnico (o invisibilidad) en que incurren muchos para evitar ser marginados.

'¿ De acuerdo con el Informe Especial sobre los Derechos de las Comunidades Indígenas Residentes en la Ciudad de México, publicado en 2008 por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, “muchos habitantes de la capital tienen la convicción de que ser indígena resulta incompatible con las condiciones de vida urbana y, en consecuencia, no pueden ser miembros plenos de la ciudad (‘ciudadanos') a menos que renuncien a sus prácticas culturales (...)

“Un reflejo contundente de estos prejuicios son los resultados de la Primera Encuesta Nacional Sobre Discriminación en México, elaborada por la Secretaría de Desarrollo Social en 2004: de acuerdo con ella, 40 por ciento de las personas estarían dispuestas a organizarse para evitar que cerca de su lugar de residencia se establezca un grupo étnico. Asimismo, 42.9 por ciento de las personas entrevistados estuvo de acuerdo con la afirmación siguiente: 'Los indígenas tendrán siempre una limitación social, sus características raciales'.”

Sin embargo, afirma Iván Gomezcésar, coordinador de Enlace Comunitario de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), estimaciones no oficiales pero más cercanas a la realidad muestran que los pobladores indígenas del DF ascienden cuando menos a dos millones de personas, esto es 20 por ciento de la población total.

Y si bien es cierto que la discriminación y el racismo son innegables, también lo es que, derivado de una contra-tendencia de la globalización (la cual uniforma las cosas y a las personas), y de la reivindicación indígena generada por los zapatistas de Chiapas, “estamos hoy en un momento alto”, de renacimiento del orgullo por la identidad, en que los pueblos originarios están documentando su cultura y saberes, con una producción importante de libros, videos y diversos documentos, y están reviviendo tradiciones, como danzas y bandas que casi habían desaparecido en esta ciudad y que eran comunes hace cien años.

Asimismo, en medio de los muchos indígenas que subsisten en la capital del país en condiciones muy difíciles, y de pueblos que se han ido reconformando con la llegada de indígenas de diversas etnias, o que se han ido mestizando muy fuertemente y que ya no hablan sus lenguas originales, hay quienes han logrado estudiar y alcanzar grados altos de escolaridad que “ya reclaman de otra manera y tienen una alta capacidad de interlocución”.

En los diez años recientes, “hemos visto cómo pueblos que parecían haber desaparecido, hoy emergen de nuevo, como Mexicaltzingo en Iztapalapa, que era prácticamente un pueblo muerto y hoy han vuelto a hacer mayordomías; o Xochimalca, en la colonia del Valle, cuyo terreno comunal fue lo que hoy es el Parque Hundido, que está resurgiendo muy fuertemente, con mayordomos que son jóvenes, es sangre nueva, no son una reliquia”.

El académico, director de la revista ManoVuelta enfocada al hacer y saber de las comunidades (con un nombre que significa corresponder a los indígenas por lo que ellos han dado a la nación), destaca algo que es innegable, y que por más que se quisiera no puede hacerse invisible: “el diálogo de las piedras”.

“Esta ciudad está montada sobre otra indígena (Tenochtitlan), la más importante en Mesoamérica durante la Conquista. Al hacer este montaje, los españoles quisieron poner un corazón europeo en un entorno indígena y el caso es que la reconstrucción de la ciudad fue hecha con manos indígenas, y la traza española pretendió destruir totalmente la antigua, pero no pudieron evitar que la traza original quedara allí. Esto vino luego a tener gran importancia: se hacen los trabajos de reconstrucción de la Catedral y aparece el Palacio de Huitzilopochtli... a un presidente se le ocurre destruir un pedazo completo de la ciudad colonial de esa primera época y emerge el Templo Mayor, y aparece la Coatlicue (la madre de todos los dioses del panteón azteca), y es interminable todo lo que resurge y los vestigios que a cada momento se encuentran en los pueblos. Esa es la fuerza de la ciudad de México”.

Se estima que del total de pueblos originarios, la mitad está en la zona rural del DF (recordemos que 59 por ciento del territorio de esta entidad es todavía suelo de conservación, agrícola y forestal): en las delegaciones Xochimilco, Tláhuac, Milpa Alta, Tlalpan, Magdalena Contreras y Cuajimalpa, y el resto se ubica en las delegaciones totalmente urbanas. Formalmente la mayoría no son identificados como pueblos, pero las personas sí lo conciben así y defienden ese concepto.

“Los pueblos tenemos una historia propia, usos, tradiciones, costumbres. Con la lucha de los zapatistas de Chiapas ha resurgido este concepto de pueblo originario (...) En Topilejo (Tlalpan) quisieron ponerle ‘colonia' a las placas de las esquinas de la ciudad y la gente se opuso. Dijo: ‘nosotros somos pueblo'”, apunta José Genovevo Pérez, estudioso del pueblo de San Luis Tlaxialtemalco, en Xochimilco y colaborador con la UNESCO en la difusión de los bienes tangibles e intangibles de Xochimilco.

Discriminación más pronunciada en las mujeres

Sin dejar de lado las reservas que existen sobre los censos indígenas (que presentan sub-registros), la discriminación escolar y laboral y social de esta población en el Distrito Federal se observa fácilmente en la estadística, y ello es agravado en el indicador de género: las mujeres son las más desfavorecidas.

He aquí algunos datos que brindan documentos del gobierno del Distrito Federal y de la Comisión de Derechos Humanos del DF:

Mientras 96 por ciento de los hombres y las mujeres entre seis y 14 años de edad en el DF asisten a la escuela, la proporción cae a 84.5 y a 73 en el caso de los hombres y las mujeres indígenas.

Ello, aun reconociendo que los pueblos indígenas en el DF tienen la tasa de escolarización indígena más alta del país y se encuentran muy por encima de la media nacional. Mientras 25.8 por ciento de los miembros de los pueblos indígenas del país carece de instrucción escolar, en el DF el dato es de cerca de nueve por ciento, y mientras el promedio nacional de indígenas con estudios posprimaria es de 28.2 por ciento, en el DF es superior a 50 por ciento y en algunas delegaciones inclusive mayor al 60.

La deserción escolar de los indígenas es grave. A la edad de seis años, 94.9 por ciento de los niños en el DF acude a la escuela, y el indicador específico para la población con lengua indígena es de 81.6 por ciento; a la edad de 14 años, el primer porcentaje baja a 90.7 y el segundo se desploma a 51 por ciento.

Este fenómeno afecta más a las mujeres. Así, en el DF 16.9 por ciento de las mujeres indígenas no tienen ninguna instrucción, contra 7.5 de varones.

La escolaridad en el DF es de 9.6 años para no indígenas y de 6.44 para indígenas.

El 50 por ciento de los indígenas reciben ingresos de entre uno y dos salarios mínimos (sm) –se ubican en trabajo doméstico y albañilería en su mayor parte–, y sólo 7.8 por ciento tiene ingresos superiores a los cinco sm, mientras que 18.1 por ciento de la población no indígena rebasa los cinco sm.

Son claros los contrastes en los perfiles ocupacionales entre indígenas y no indígenas, con predominancia de labores manuales y de baja calificación en los primeros y de mayor calificación, mando y dirección en los segundos. Mientras que 27.3 por ciento de los indígenas está en el trabajo doméstico, sólo el 5.3 por ciento de la población no indígena se dedica a ello. Asimismo, es superior la proporción de indígenas dedicados a la industria, con fuerte peso, seguramente, de la construcción, que los no indígenas.

Pueblos originarios de lo que hoy es la ciudad

Álvaro Obregón

Axotla, San Ángel, Santa Rosa Xochiac, Santa Lucía, San Bartolo Ameyalco, Tetelpan, Santa Fe y Tizapan

Azcapotzalco

San Juan Tlihuaca, San Pedro Xalpa, Santiago Ahuizotla, San Miguel Amantla, Santa Lucía, Santa Cruz Acayucan, San Francisco Tetecala, Santa María Maninalco, San Lucas Atenco, San Sebastián, Santo Tomás, Santa Catarina, San Andrés, Santa Bárbara, San Martín Xochinahuac, San Francisco Xocotitla, San Andrés de las Salinas, San Simón y Santo Domingo

Benito Juárez

Santa Cruz Atoyac, Xoco, San Juan Maninaltongo, Santo Domingo, Mixcoac, La Piedad , Actipan, Tlacoquemecatl, San Simón Ticumac y Santa María Nonoalco

Coyoacán

Los Reyes, La Candelaria , Santa Úrsula Coapa, San Pablo Tepetlapa, Xotepingo y San Francisco Culhuacán

Cuajimalpa

San Lorenzo Acopilco, San Pablo Chimalpa y San Mateo Tlaltenango

Gustavo A. Madero

Santa Isabel Tola, San Pedro Zacatenco, Santiago Atzacoalco, Santa María Ticomán, San Juan de Aragón, Cuautepec El Alto, Acueducto de Guadalupe, San José de la Escalera , Santiago Atepetlac, San Juan Ticomán, Purísima Ticomán, San Bartolo Atepehuacan, Héroe de Nacozari, Tepeyac, San José de la Pradera , Ex Hacienda de la Patera y Magdalena de las Salinas

Iztacalco

San Miguel, Los Reyes, La Asunción , Santa Cruz, San Pedro, San Francisco Xicaltongo, Santiago Norte, Santiago Sur, Zapotla y Santa Anita

Iztapalapa

Aculco, Culhuacán, Los Reyes Culhuacán, Magdalena Atlazolpa, Mexicaltzingo, San Andrés Tomatlán, San Juanico Nextipac, San Lorenzo Tezonco, San Lorenzo Xicoténcatl, San Sebastián Tecoloxtitlán, Santa Cruz Meyehualco, Santa María Aztahuacán, Santa María Tomatlán, Santa Martha Acatitla, Santiago Acahualtepec, Iztapalapa y sus barrios

Magdalena Contreras

San Jerónimo Aculco, San Bernabé Ocotepec, Magdalena Atlitic, San Nicolás Totolapan

Milpa Alta

Santa Ana Tlacotenco, San Agustín Ohtenco, San Lorenzo Tlacoyucan, San Juan Tepenahuac, San Jerónimo Miacatlán, San Pablo Oztotepec, San Pedro Atocpan, San Salvador Cuauhtenco, San Antonio Tecómitl, Villa Milpa Alta, San Bartolomé Xicomulco y San Francisco Tecoxpa

Miguel Hidalgo

San Lorenzo Tlaltenango, San Diego Ocoyoacac, Popotla, Tacuba, Tacubaya, San Joaquín, La Magdalena

Tláhuac

San Juan Ixtayopan, San Pedro Tláhuac, Santa Catarina Yecahuizotl, San Francisco Tlaltenco, San Andrés Mixquic, San Nicolás Tetelco, Santiago Zapotitlán

Tlalpan

San Andrés Totoltepec, San Pedro Mártir, Magdalena Petlacalco, Santo Tomás Ajusco, Parres El Guarda, San Miguel Topilejo, San Miguel Xicalco, San Miguel Ajusco, San Lorenzo Huipulco, Santa Úrsula Xitla, La Asunción Chimalcoyotl , San Agustín de las Cuevas

Xochimilco

Santiago Tepalcatlalpan, Santa María Nativitas, Santa Cruz Acalpixca, Santa María Tepepan, Ampliación Tepepan, Huichapan, Santa Cruz Xochitepec, San Lucas Xochimanca, San Mateo Xalpa, San Francisco Tlalnepantla, Santa Cecilia Tepetlapa, San Andrés Ahuayucan, San Lorenzo Atemoaya, San Gregorio Atlapulco, San Luis Tlaxialtemalco, Santiago Tulyehualco

Venustiano Carranza

Magdalena Mixhuca, Peñon de los Baños, La Soledad , Candelaria de los Patos

Cuauhtémoc

La Concepción Tequipehucan , San Simón Tolnáhuac y Santa Ana Atenantitech

Sobrevivientes a pesar de la pérdida de territorio

En términos generales, los pueblos originarios de todo el DF perdieron territorio durante el siglo reciente. Una investigación personal de Alfredo Villegas Ramírez, líder coordinador de Proyectos de la Dirección de Equidad para los Pueblos Indígenas, de la Secretaría de Desarrollo Rural del Gobierno del DF, muestra cómo pueblos que fueron dotados con más de cien, 200 hectáreas , o incluso más de 500, hoy cuentan con menos de 50 o en algunos casos incluso cero. Esto sobre todo se observa en los pueblos de las zonas más urbanizadas.

Por ejemplo, el pueblo de San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa, contó originalmente con 754 hectáreas y hoy sólo tiene 13. San Bartolo Ameyalco, que fue un ejido, en la delegación Álvaro Obregón, fue dotado con 132 hectáreas y hoy tiene dos. San Bernabé Ocotepec, en la Magdalena Contreras tenía 383 hectáreas y ahora sólo cuenta con 33.

Pero aclara Villegas, esto no quiere decir que los pueblos hayan desaparecido Ante la urbanización de la ciudad capital, la Comisión de Regularización de la Tierra (Coret) expropió al por mayor las tierras del DF para el trazo de avenidas, y como este proceso se realizaba por poligonales, “cayera lo que cayera”, lo que quedaba en medio, como clínicas, campos deportivos, casas-habitación, tendía a ser escriturado, y a aquellos que demostraban ser ejidatarios se les entregaba las escrituras de su casa y tenían derecho a dos lotes urbanos más.

Aunque hay excepciones. Hubo pueblos que con la expropiación sí se esfumaron del todo, como fue Santiago Tlatelolco, que en los años 50s, cuando se dio el crecimiento de los multifamiliares para la unidad Nonoalco Tlatelolco, se orilló a que salieran prácticamente todos los originarios de esa zona, “y aunque queda la iglesia del pueblo y la pirámide, la fiesta patronal allí pasa desapercibida”.

En términos generales, los pueblos originarios del DF en esencia con su gente, siguen allí; pero no han sido desalojados por el cemento, si bien es cierto que en algunos casos, como en Coyoacán, en los pueblos de Los Reyes, el Barrio del Niño Jesús, Santa Catarina, La Conchita , el desalojo ha ocurrido a partir de venta de casas a gente ajena al pueblo, sobre todo de clase media hacia arriba y con ello –aunado a la “modernización”— han desaparecido tradiciones, lugares que antes eran comunes como las pulquerías, o calles enteras pobladas por una sola familia.

Hay otros lugares, como la Santa Catarina , en Azcapotzalco, o Cuautepec en la delegación Gustavo A. Madero, donde la gente que ha llegado es de clase media hacia abajo y en su mayoría vienen de algún otro pueblo originario de algún estado de la República , y tienen tradiciones y fiestas comunes. Lo que ocurre en estos casos –y así lo reportan también académicos como Iván Gómezcesar y estudiosos como José Genovevo Pérez, de Xochimilco, quien lo ve en su propia delegación– es que los que llegan se adaptan, entrelazan sus tradiciones.

De esta manera se observa una composición multiétnica en los pueblos originarios del DF, más pronunciada en las zonas urbanas, y eso se refleja en muchas organizaciones de rostro plural que representan a los indígenas, como son la Asamblea de Migrantes Indígenas de la ciudad de México, la Unión de Artesanos Indígenas y Trabajadores no Asalariados.


Francisco Javier Chavira. FOTO: Lourdes E. Rudiño

Conservar tierras: reto de los que siguen siendo rurales

La defensa de los recursos naturales, del derecho a ser agricultores; a preservar las chinampas y los chinamperos –donde sobreviven, en Xochimilco—, a conservar las tierras comunitarias (no privatizar) y evitar que la urbanización provoque crecimiento desordenado, es la principal lucha de los pueblos indígenas de las zonas semirurales del Distrito Federal.

Así lo expresan representantes de Xochimilco y de Milpa Alta, quienes dicen mantener una lucha desde hace muchos años para evitar que el desarrollo o el progreso mal concebido se siga devorando los recursos naturales que hoy son el pulmón de la ciudad de México, y que de ser arrasados podría propiciarse una hecatombe, una catástrofe ecológica en la capital en menos de dos décadas. Y, afirman, esa lucha es a contracorriente, pues hay muchas presiones desde el gobierno y de privados, por adueñarse de sus tierras.

En Milpa Alta, delegación que abarca 19 por ciento del territorio del Distrito Federal y que es la menos densamente poblada de la entidad, miembros de la Representación General de Bienes Comunales de Milpa Alta y Pueblos Anexos destacan que “aquí somos nueve pueblos bajo una misma jurisdicción, pero una resolución presidencial de 1952 y un fallo del Tribunal Unitario Agrario de 2001 han pretendido que cada uno de los nueve tenga su fracción de tierra, nos quieren subdividir, y además que siete mil hectáreas, de las 27 mil comunales se vuelvan privadas. Quieren convertir en privado todo lo que es urbano de la delegación”.

Efrén Ibáñez, uno de los miembros de la Representación General , afirma que “la cultura, la tradición, siempre se ha mantenido en Milpa Alta y eso, junto con la falta de suficientes vías de comunicación, es uno de los motivos por los cuales ha logrado preservarse hasta hoy el territorio agrario comunal”. Aunque en uno de los pueblos, San Antonio Tecómitl (casi en la frontera con la delegación Tláhuac), se han establecido algunos supermercados, lo cual abona al crecimiento desordenado de los asentamientos.

Riesgos culturales. Para los habitantes de Milpa Alta, la forma de vida actual –con los niños yendo a la guardería desde los tres años de edad y los abuelos atendiendo a sesiones para la tercera edad— está rompiendo la comunicación intrafamiliar y pone en serio riesgo la permanencia de las tradiciones y la cohesión del pueblo. Algo que también se ha perdido es el uso de la lengua náhuatl, señala Julián Flores Aguilar, representante general de bienes comunales de Milpa Alta: “En los años 50s mucha gente lo hablaba, mis papás, los vecinos, pero a partir de los 60s en las escuelas comenzaron a recriminar, y muchos se acomplejaban. Ahora es algo que se está recuperando, hay clases en el museo, en cursos que organiza la delegación. Es algo importante pues es nuestra lengua madre, nuestra raíz”.

Dice Francisco Javier Chavira, uno de los representantes de bienes comunales, que la trasmisión del conocimiento de la historia del pueblo se ha dado por las charlas entre abuelos, padres, hijos, nietos, “y esto nos ha permitido tener una tradición y el arraigo y el apego a la tierra”. Pero ahora esto se está perdiendo: ocurre una desculturización, motivada en parte por lo costoso de los insumos, que hace perder interés en la agricultura, y que han propiciado la reducción en el cultivo del maíz e incluso venta de tierras, si bien es cierto que en las dos décadas recientes la producción del nopal se ha hecho masiva aquí. En Milpa Alta, dice, las principales tradiciones son la mayordomía (la participación de ciudadanos para organizar actividades en torno a las festividades religiosas del pueblo) y la defensa de la tierra.

En Xochimilco, José Genovevo Pérez, abogado y conocedor del pueblo de San Luis Tlaxialtemalco, destaca que las delegaciones rurales del DF contribuyen con 70 por ciento del aporte de agua que recibe toda la capital, y ello ha desecado ya, en el caso de Xochimilco, casi todos sus manantiales, los cuales alimentaban los lagos de Xochimilco y de Chalco, mismos que dan espacio a una zona amplia de chinampas, declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1987.

“Yo soy de los necios que dicen que la ciudad y sus pobladores debemos convivir con lo que queda de estos lagos y preservarlos , pues es el área que incide en las chinampas, los canales, los ahuejotes (árboles propios de la capital) y esto tiene que ver con una forma de vivir muy ancestral de los pueblos originarios”.

Pero también el reto de las delegaciones semirurales es evitar el avance de la urbanización, la cual ha propiciado pérdida de paisaje rural y reducción de la agricultura –”en Xochimilco ya somos muy pocos los que sembramos maíz, aunque nuestros rendimientos son de nueve toneladas por hectárea”–. Un gran riesgo lo ven en la línea del metro que llegará a Tláhuac, “a un kilómetro de Tlaxialtemalco” y que implica la construcción prevista de nuevas avenidas y casas habitación. Los miembros de los pueblos originarios de Xochimilco se han unido antes para impedir situaciones como esta, como ocurrió en los 90s, cuando enfrentaron exitosamente el plan de establecer 210 viviendas en un territorio que hoy ocupa un mercado de plantas y donde también se inaugurará un mercado de abasto. “Lo que queremos es preservar el paisaje rural, nuestra cultura”, afirma José Genovevo Pérez.