Obscenidad
ifícil será para los asesores económicos del presidente Barack Obama explicar al pueblo estadunidense cómo es posible que Goldman Sachs, una de las corporaciones financieras que recibieron una sensible inyección de capital como parte del paquete de salvamento a la economía diseñado por ellos, haya obtenido más de 3 mil millones de dólares en ganancias en los pasados tres meses, en medio de la peor crisis econó
Más difícil aún que cada uno de sus empleados recibirá en bonos más de 600 mil dólares y otros 20 millones cada uno de sus altos ejecutivos, si se toma en consideración que en el país una de cada seis personas está desempleada.
También resulta ofensivo que el mencionado paquete de salvamento haya sido financiado con los impuestos que todos los estadunidenses pagarán en los próximos 10 o 20 años. No habrá que esperar mucho para escuchar el reclamo de la sociedad por tamaña incongruencia, que raya en lo obsceno, como lo calificó The Economist.
Para gozo de sus detractores, el blanco del reclamo será ni más ni menos que Obama, quien al recibir un país literalmente en quiebra tuvo que buscar soluciones ortodoxas que hasta ahora parecen no responder como lo hicieran en el pasado.
El asunto no para ahí, ya que las ganancias reportadas fueron cosechadas con los mismos instrumentos legales que llevaron a la quiebra del sistema financiero. Quienes saben y opinan de estos menesteres en Estados Unidos no entienden por qué anida en la Casa Blanca un grupo de economistas que tiene estrechos nexos con las poderosas corporaciones que habitan en Wall Street, cuyo estilo y ambición son causas del derrumbe económico del país.
Si bien la forma en que se decantó la crisis implicaba el diseño de un paquete de salvamento que pasara por esas grandes corporaciones financieras, la estrategia subsecuente ha adolecido de medidas que incluyan las salvaguardas necesarias para evitar que la crisis caiga en abismos más profundos aún, como menciona el premio Nobel Paul Krugman.
Las fabulosas ganancias de Goldman Sachs, en medio de la desolación económica por la que atraviesan miles de empresas y la secuela de pobreza y desesperación de millones de personas que ello implica, debieran ser una llamada de alerta para que desde los más altos estratos de la administración se prestara atención a los reclamos que se escuchan en las mesas de quienes sólo conocen esa opulencia a través de la televisión y la prensa.