El escritor evidencia en sus cartas aspectos de sí mismo y su obra que siempre rechazó
En la correspondencia con el crítico de arte Julio E. Payró se exhibe como escritor consciente de su valor literario e intelectual afrancesado, señala Hugo J. Verani, compilador
Domingo 19 de julio de 2009, p. 2
Ya se encuentra en circulación uno de los libros más esperados por los lectores, admiradores y estudiosos de la obra de Juan Carlos Onetti: el que recopila la correspondencia que a lo largo de 20 años (1937-1957) dirigió al pintor, historiador y crítico de arte argentino Julio E. Payró.
Dicha correspondencia, hasta ahora inédita, está integrada por 67 cartas cuya existencia se desconocía. Entre otras cosas, las misivas revelan –según palabras del propio autor uruguayo– que su escritura le debe más a la pintura que a la literatura; que su primer maestro, una de las pocas personas a las que admiró, fue Payró; que, en contradicción con su abierto antintelectualismo, el autor de El pozo era un intelectual y, más aún, uno afrancesado; que, contrario a lo que se creía, sí le interesaba la trascendencia de su obra y era consciente de su valor literario.
La aparición del epistolario se suma a las conmemoraciones del centenario natal de Onetti (primero de julio de 1909). Bajo el título de Juan Carlos Onetti. Cartas de un joven escritor. Correspondencia con Julio E. Payró, el epistolario es publicado en México por Ediciones Era.
La edición crítica, el estudio preliminar y las notas son del investigador uruguayo Hugo J. Verani, quien dio noticia de la existencia de las cartas durante el coloquio internacional sobre Onetti organizado en febrero de este año por el Colegio de México.
Especialista en literatura latinomericana, Verani se doctoró con una tesis sobre la obra de Onetti y actualmente es investigador de la Universidad de Notre Dame, en South Bend, Indiana (Estados Unidos).
Hacia la comprensión del escritor
En entrevista con La Jornada, el académico habla de la aportación del epistolario a la comprensión de la obra y personalidad de Juan Carlos Onetti.
“Nadie sabía de la existencia de esas cartas; son únicas. En ellas Onetti habla de sí mismo y de su obra. Sobresale en ellas su pasión por la cultura, lo que sorprende, porque se consideraba a sí mismo como antintelectual, detestaba a los intelectuales, y aquí es uno de ellos, y bastante afrancesado, para peor.
Es un Onetti que lee todo lo que encuentra, va al cine, a museos; está fascinado por el descubrimiento de la cultura. Gran parte de sus lecturas de la época son francesas, sin duda por influencia de Payró, quien vivió en Francia y era un intelectual afrancesado, totalmente.
En las cartas también vemos que Payró, 10 años mayor, fue el primer maestro de Onetti. Se hacen amigos, Onetti le demuestra cariño y admiración. Payró lo guía, lo orienta, le presta libros que Onetti devuelve
.
–¿La mayor revelación de estas cartas es el peso que la pintura tiene en la obra de Onetti?
–Fue una gran sorpresa. Desde la primera carta, Onetti dice que para ser escritor ha aprendido más de la pintura que de la literatura. Eso sorprende a todos. Todavía quedan vivos algunos de sus amigos, que dicen ‘Ése no sabía nada de pintura. Sin embargo, en las cartas se demuestra que sí. Lo que pasa es que no era de las personas que les gusta darse bombo. Cierto, no tenía conocimiento formal de la pintura, pero tenía intuición, un don como el de Juan Rulfo: de algún lado les viene, algo ancestral. Onetti no tenía preparación académica, pero ve cosas en la pintura que se da cuenta que puede adaptar a su literatura.
A lo largo de la correspondencia con Payró, repite su gusto por la pintura de Cézanne; decía que no lo podía explicar, pero que le había enseñado algo muy valioso.
Después de leer las cartas –admite Hugo Verani– vi a Onetti de otra manera, descubrí en su obra soluciones plásticas de las que antes no me daba cuenta, como los claroscuros de sus atmósferas, o esos huecos que Cézanne dejaba en su pintura, que Onetti aplica en su narrativa
.
–¿Onetti era consciente de ser buen escritor?
–Siempre dijo que no daba importancia a su obra; sin embargo, desde su primera carta ya hablaba de los biógrafos, ¡y todavía no había escrito nada! No tenía ni siquiera 30 años, sin embargo era consciente de que algo importante iba a hacer en el futuro. Y esto es nuevo. Nadie esperaba que tuviera vanidad: siempre se le vio como un hombre al que realmente no le importaba nada.
–De estar vivo, ¿Onetti habría consentido la publicación de estar cartas?
–Yo diría que no, se habría molestado mucho; en primera porque son cartas muy personales. Habría dicho que son un mamarracho, que no sirven para nada, que fueron hechas, como él mismo escribía a las patadas por falta de tiempo
o borracho.
“Son cartas en las que habla, incluso, de cosas íntimas, como cuando su segunda mujer lo deja por otro. Escribe una frase maravillosa: ‘Soy un tipo sin relación con el mundo’. Y es que dependía de las mujeres para funcionar en él.
También decía que el único modo de relacionarse con el mundo era mediante la escritura, dice que todo lo que hace es escribir, escribir, escribir.
Calidez desconocida
Verani reconoce y agradece la intervención de Dorotea (Dolly) Muhr, cuarta mujer y viuda de Onetti, para hacer posible la publicación de las cartas: “Era la principal interesada, porque se ve a un Onetti más humano, más cordial, con una calidez desconocida; los críticos siempre hablaban de que era huraño, áspero y hasta prepotente, pero cuando se pasaba esa máscara se encontraba a un ser inteligente y muy humano; eso lo sabía Dolly, quien estuvo 40 años con él”.
El investigador uruguayo aclara que él no descubrió las cartas, pero intuyó su existencia y puso a la Universidad de Notre Dame en camino de obtenerlas.
Al estudiar la obra de Onetti, se dio cuenta de que su segunda novela, Tierra de nadie (1941) la dedicó a Julio E. Payró
y que a partir de la segunda edición, publicada 24 años después, amplió la dedicatoria: A Julio E. Payró, con reiterado ensañamiento
.
Verani dedujo que, para que alguien tan desapegado como Onetti hiciera y reiterara una dedicatoria así, tenía que tratarse de alguien especial para el escritor. Contactó a los hijos de Payró, quienes confirmaron la amistad entre el urugayo y el argentino, y le hablaron de que se escribían, pero no sabían dónde habían quedado las cartas: Hablé con mi universidad, que publicó un anuncio en varios países, incluso Argentina, señalando el interés en manuscritos, libros, cartas, especialmente de Onetti, posiblemente de Payró. En cuanto se mencionó el dinero saltaron las cartas
.