El proyecto, creado por Mark Johnson, difunde a intérpretes desde callejeros hasta estrellas
El acto de tocar con gente de diferentes culturas, religiones, situación económica y política es una declaración poderosa; muestra que podemos encontrar maneras de trabajar juntos y compartir, dice
Miércoles 15 de julio de 2009, p. 8
Playing for Change empezó hace una década en la mente del productor e ingeniero ganador del Grammy, Mark Johnson. Estaba en el Metro de Nueva York de camino al trabajo y escuché a dos monjes que tocaban música. Estaban pintados de la cabeza a los pies, todos de blanco; vestían batas blancas. Uno ejecutaba una guitarra con cuerdas de nailon y el otro cantaba en un idioma que no entendí. Había como 200 personas que se detuvieron a mirar. Algunos tenían lágrimas y se me ocurrió que ahí estaba un grupo de personas que normalmente corren una de otra, pero en lugar de alejarse se juntaban
, comentó.
Johnson se dio cuenta de que la música podía ser más poderosa que otras cosas: El acto de tocar con gente de diferentes culturas, religiones, situación económica y política es una declaración poderosa; muestra que podemos encontrar maneras de trabajar juntos y compartir nuestras experiencias entre todos de una manera positiva. La música tiene el poder de derribar los muros entre culturas para incrementar el entendimiento humano
.
Después, 10 años para ser precisos, Johnson y su equipo viajaron por el mundo con una única idea, fusionada en una sola pasión: grabar a músicos poco conocidos, para convertirlo en Playing for Change (Tocando por Cammbio). Su nombre evoca las monedas arrojadas a los músicos callejeros, lo mismo que la transformación que inspira sus interpretaciones.
Técnicas innovadoras
Utilizaron técnicas móviles innovadoras de audio/video para grabar músicos en el exterior de ciudades y poblaciones de todo el mundo. Han viajado desde la Nueva Orleáns posterior al huracán Katrina hasta la Sudáfrica después del apartheid, desde la belleza remota de los Himalayas hasta la diversidad religiosa de Jerusalén. Sus talentos son capturados en una incontable cantidad de ambientes: bajo el Sol y las luces de los faroles, en parques públicos, plazas y bailes, en calles adoquinadas y en pueblos rodeados de montañas. Sus actuaciones se combinan posteriormente, lo cual les permite colaborar separados por cientos e incluso miles de kilómetros.
Johnson habló de manera particular de dos momentos de su expedición global: “En Nueva Orleáns, después del huracán Katrina, la ciudad se sentía triste y desolada; sin embargo, la música nunca se detuvo, la de los músicos callejeros y la de los clubes mantuvo viva a la ciudad y le dio sentido y esperanza... cuando visitamos Sudáfrica atestiguamos las penas crecientes de las secuelas del apartheid, vimos cómo la gente que marchaba por las calles, al cantar en grupos de miles, tenía más efectos que cualquier arma”.
Enfocándose inicialmente en Los Ángeles, Nueva Orleáns y Nueva York, en 2004, Playing for Change realizó su primer documental, titulado Playing for Change: A Cinematic Discovery of Street Musicians (Tocando por Cambio: descubrimiento cinemático de músicos callejeros). Más recientemente, en abril de 2008, se estrenó su filme, Playing for Change: Peace Through Music (Tocando por Cambio: paz a través de la música), en el Festival de Cine de Tribeca, en Nueva York. En septiembre de ese año la película ganó el premio del auditorio en el Festival de Cine de Woodstock. Dirigido por Johnson y Jonathan Walls, el documental presenta a más de 100 músicos de todo el mundo que combinan las voces distantes para crear un poderoso grupo de canciones globales.
Para la cinta, el equipo de Playing for Change deambuló por cuatro continentes durante cuatro años. Un anciano guitarrista de Santa Mónica aúlla Stand by Me y su actuación sirve como el corte guía para una multitud: cantantes de blues de Nueva Orleáns, ejecutantes de armónica, tabla de lavar y guitarra slide… una orquesta de cámara de Moscú, un par de guitarristas de rock de Venezuela, un intérprete de ukulele en las calles de Río de Janeiro, un saxofón frente a una pared de un almacén, toda rayada, en Pisa, Italia; un baterista en un balcón en el Congo, mezclando beats con una ejecutante de conga en Barcelona, España.
También se incluyen interpretaciones conmovedoras de música tradicional, con luchadores por la libertad de Sudáfrica tocando para ayudar a detener el apartheid. Otra agrupación es la Zuni de Nuevo México, que toca temas de devoción religiosa con tambores ancestrales, En todo esto, los músicos son entrevistados una y otra vez sobre la idea de que la música es una herramienta para promover la paz.
Este documental no ha llegado a México, pero ya se puede encontrar el dualdisc con disco compacto y devedé con una probada de este material, en el que participan: Omagh Community Touth Choir, de Irlanda, que interpreta Love Rescue Me, compuesta por U2 y Bob Dylan.
Los músicos callejeros Roger Ridley y Grandpa Elliot se unen a Clarence Bekker de Holanda y a un buen número de artistas de Rusia, España, Venezuela, Francia y Brasil en su interpretación del clásico de Ben E. King Stand by Me. También se incluye una divertida versión del clásico de Bob Marley, War/No More Trouble, con músicos del Congo, Israel, India, Sudáfrica, Estados Unidos, Zimbabue y Ghana, quienes además se unen a Bono en otro tema de Marley, One Love.
También se incluyen temas como A Change is Gonna Come, de Sam Cooke; Talkin’bout a Revolution, de Tracy Chapman, y Biko, de Peter Gabriel, entre otras sorpresas.
Esta iniciativa también provocó la inspiración de la Fundación Playing for Change, con la idea de grabar a músicos en algunas de las partes más pobres del mundo y ofrecer recursos (instalaciones, tecnología, instrumentos musicales y educación) para ellos y sus comunidades. Establecida para abrir en enero de 2009, el primer proyecto es la Escuela de Música Playing for Change en Sudáfrica.
La fundación trabaja también con el poeta sudafricano Lesego Rampolokenga para construir el Mehlo Arts Center en Johannesburgo. Entre los esfuerzos de esta entidad se encuentra la recaudación de fondos que beneficien a la fundación para traer 8 músicos que interpreten y, graben en el Festival de Tribeca y como en noviembre pasado, llevar a cabo un concierto de beneficencia en Denver, que recaudó 150 mil dólares, recursos que fueron destinados a completar la construcción de una escuela de música en Ntonga, en Suazilandia, al sur de África