omentaba la semana pasada el pasaje de Don Quijote de la Mancha, en el que fue vapuleado y mal herido por un encierro de toros hacia Valladolid para ser lidiados por aristócratas, en las fiestas a celebrarse en honor del Rey Felipe III. De dicho pasaje reflexionaba, si no sería Don Quijote el primer torero en esperar a toros de cinco años, a pie firme, promoviendo la emoción de los que lo contemplaban.
Esta semana pasada se confirmaba la hipótesis, Arturo Macías fue lastimado fuertemente por un toro colombiano de El Capiro en la torista plaza de una provincia peruana llamada Chota, famosa por presentar toros cinqueños con fuerza y viveza. Arturo Macías, quien había triunfado con el primer burel de su lote, salió dispuesto a dar la nota fuerte y a aguantar a pie firme a su segundo toro, saliendo de tal trance seriamente lastimado, acercándose a las puertas de la muerte. Una cornada de dos trayectorias de 40 centímetros de extensión, de la corva al glúteo derecho que llegó a fisurar el hueso.
Al igual que en cada presentación, el torero cuando enfrenta el toro cinqueño, pese a la técnica y el oficio para lidiar ese tipo de toros, enfrenta la muerte y promueve la emoción de quien lo contempla y la suya propia. Porque no es lo mismo la emoción del novillito engordado a pesar de que puedan suceder cornadas, que la emoción que representa enfrentarse al toro con sentido y que sabe, a los cinco años, para qué sirven las cuernos y cómo utilizarlos para hacer daño.
Y la pregunta surge: ¿que tipo de personalidad quijotesca
, delitante, se necesita tener para enfrentar las fuerzas irracionales de la naturaleza, las demoniacas, a pie firme y sin pestañar? En última instancia por el sólo espíritu aventurero de cachondear a la muerte y ver de qué está hecha, a pesar de pagar la factura que cobran los toros cuando realmente lo son. Dígalo si no Arturo Macías, que además de esta reciente cornada, ha sido gravemente lastimado por los toros.