Opinión
Ver día anteriorDomingo 28 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Políticos profesionales
E

n estos días en que nos abruman con carteles de todo tipo en los cuales nos presentan a personajes, por regla general, desconocidos y a los que dotan de virtudes especiales, uno se pone a pensar si no será necesario que los aspirantes a un puesto político, lo que incluye desde el más modesto miembro de un municipio hasta un presidente de la República, pasaran por un periodo de aprendizaje en escuelas especializadas que estarían facultadas para otorgar títulos que serían elementos esenciales para poder optar por una posición de mando.

El político que asume una responsabilidad, por lo menos administrativa, debería probar previamente sus capacidades. Claro que los títulos académicos no hacen al político, pero sería benéfico para la salud pública que quienes tuviesen vocación para llegar a esas responsabilidades aprendan desde lo más elemental de las funciones que eventualmente –si el voto les favorece o les favorece otra cosa– tendrían que desempeñar.

Pienso en los puestos administrativos de los municipios o las delegaciones. Me imagino que lo menos que tienen que conocer es el marco jurídico de sus responsabilidades. Por principio, tendrían que leer la Constitución federal y, en su caso, la del estado en el que pretendan competir. No sólo leerlas, por supuesto, sino aprender y aprehender lo fundamental. La lectura de las leyes secundarias hecha con detenimiento sería también indispensable, tanto las nacionales como las estatales. En todo caso, los cursos tendrían que ser amplios y exigentes.

El manejo de la cuestión pública es tan importante o más que el conocimiento de los puntos fundamentales de una profesión. Y por algo las profesiones están sometidas a la condición de que el interesado alcance un título y que éste merezca la expedición de una cédula que lo autorice a ejercerlas. Nadie pondría en manos de un ignorante un tema que afecte sus propiedades o sus vínculos familiares. Claro está que existen prácticos en todos los oficios, particularmente en el campo del derecho. En materia laboral son conocidos como coyotes y representan a una persona que por razones de su propia existencia y vicisitudes: por ejemplo haber sido despedido y tener que litigar en busca de la indemnización o la reinstalación, a fuerza de acudir a los tribunales van adquiriendo una experiencia que los lleva a ofrecer sus servicios.

Debo suponer que en materia médica la práctica es tan frecuente como en el litigio. Y no faltan personajes de esa misma naturaleza en la construcción y en la mecánica, poniendo de manifiesto dos actividades muy populares. Hay muchísimas más.

No quiero ni imaginarme a un diputado que no tiene ni idea de las funciones legislativas que debe desempeñar. Y de ésos abundan. Pero puede ocurrir lo mismo con un senador y desde luego que con un concejal o un presidente municipal. Sin olvidar, por supuesto, a los secretarios de Estado. Las pruebas las conocemos todos.

Es claro que el candidato debe ser un sujeto político. Esa es la otra fase del problema. La política es relación humana, capacidad de convocatoria, sentido de servicio, conocimiento de la realidad, disciplina rigurosa hacia su partido y claro sentido del papel que se desempeña. La carrera del político tendría que comprender el estudio concienzudo de esas exigencias.

Hay, por supuesto, el problema de la ideología. Allí la cuestión afecta a la sensibilidad del sujeto, a su formación humanista, a su vocación de servicio. No podríamos imaginar a un político carente de sensibilidad social, lo que puede expresarse, incluso, en formas contradictorias. Los capitalistas tienen, por supuesto, un sentimiento especial frente a las condiciones económicas de su entorno. Y quienes afirmen ser socialistas –o por lo menos preocupados por los problemas sociales– no podrán ser ajenos a la amplia literatura fácilmente accesible y cuya lectura y posterior discusión puede ocupar gratamente el tiempo libre de cada quien. La vida diaria enseña fácilmente.

Los carteles de promoción política deberán reservar un espacio que invocara los antecedentes de la preparación del candidato. Por supuesto que formaría parte importante la disciplina de partido.

Pero ir a votar por un ilustre desconocido que lo único que ofrece es renunciar si no garantiza la seguridad, es perder el tiempo. Por eso y por otras muchas razones se justifican los votos cancelados.