La violencia institucionalizada en el país, por los 36 años de guerra, afirma el mandatario
Domingo 21 de junio de 2009, p. 23
Ciudad de Guatemala, 20 de junio. Relata el presidente Álvaro Colom un episodio que selló lo que califica de una relación muy especial, cercanísima
con el presidente mexicano Felipe Calderón. En junio de 2008 asistía a una cumbre de presidentes centroamericanos en México cuando recibió la noticia de que su ministro de Gobernación, Vinicio Gómez, y su viceministro de Seguridad, Edgar Hernández, habían muerto en un accidente de helicóptero –aún inexplicado– en Baja Verapaz. Calderón pidió a todos los mandatarios que abandonaran la sala para reconfortar a su homólogo guatemalteco.
Cinco meses después, en otro percance aéreo moría el secretario de Gobernación mexicano Juan Camilo Mouriño y otros funcionarios. Colom afirma que sintió en carne propia el duelo de Calderón.
Presidentes de países limítrofes que comparten una frontera conflictiva, dominada por el paso de drogas y migrantes sin documentos, Colom y Calderón se han reunido al menos 17 veces en 17 meses. Con él tengo el arreglo que ante cualquier duda, la comunicación es personal, directa. Una coordinación fuera de serie
, dice.
–¿Ve conexión del tema narcotráfico con el asesinato del abogado Rodrigo Rosenberg?
–Hasta el día de hoy, no hay. Éste es un problema muy chapín, por lo que se ve.
–¿Cómo influye en su país la situación de los cárteles mexicanos?
–Aquí tenemos 38 zetas en la cárcel: 11 mexicanos y el resto guatemaltecos. La zona fronteriza de Guatemala con México iba a ser el segundo productor de amapola en el mundo y yo se los corté. Alguien perdió esa plata.
El mandatario acusa sin atenuantes a su antecesor, el ex presidente Óscar Berger: “Le entregó el país a los narcos. Desmilitarizó las zonas de operación de los cárteles; les dejó el terreno libre. Con él hubo problemas de coordinación con el gobierno de México. Y la prensa aquí ni lo toca”.
–¿Ha infiltrado la delincuencia organizada a las instituciones de Guatemala?
–Los cárteles tenían todo preparado para tomar Guatemala como su base. Y no se los hemos permitido. En todo este lío actual, puedo decir que no tenemos indicios de que el crimen organizado esté detrás. Pero debe estar. Porque ha sido un golpe muy grande al estado de derecho y solamente gente que sabe de este tipo de conspiraciones lo pudo haber preparado.
–¿Por qué aparecen Banrural y Anacafé en el centro de la trama criminal del caso Musa-Rosenberg, como si fuera la manzana de la discordia?
–En mi opinión muy ciudadana, el ataque a Banrural es comercial. En cinco años escaló del número 10 a ocupar el segundo lugar entre los bancos. Y este caso ha demostrado que la competencia comercial es más dura que la política. Si tiene algún problema penal, administrativo, judicial, que le caiga la ley. Quieren que se le haga una auditoría. Yo dije: está bien, que se haga a todos los bancos. Y la Asociación Bancaria entonces se opuso a muerte. Me pregunto, ¿de dónde viene la campaña negra que me ha caído desde hace ocho años, a Banrural, al secretario de la Presidencia, Gustavo Alejos, a mi esposa Sandra? Simplemente porque los llaves de la casa presidencial cambiaron. Ahora entran los sindicalistas, los maestros, los campesinos, los empresarios. Es un cambio sustantivo.
–¿Qué le incomoda tanto a este sector que se opone a su gobierno?
–Me considero un presidente moderadísimo. Imagínate si fuera un presidente radical. ¡Me matan! Yo quisiera cambios más grandes pero este país no los aguanta. Fueron apenas cambios pequeños los que afectaron intereses. Mis programas sociales no sólo tienen un contenido de justicia social sino hasta pragmático. Atender a los pobres beneficia a todos. Yo lo advertí desde mi discurso inaugural: el que tenga, que mantenga. El que no tenga, me encargo yo.
“Algunas medidas anticorrupción que hemos tomado les afectan. Pero eso sí, yo no consulto con las cúpulas empresariales ninguna de mis decisiones. Lo anterior en Guatemala significa una revolución. Afecté intereses y desconecté quien sabe cuántas mafias. Y todas esas serpientes se juntaron“.
–¿Hay Estado fallido? ¿Riesgo de ingobernabilidad?
–Tal vez Estado fallido en términos de inseguridad, pero no económico ni social. Hay un problema de violencia institucionalizada. Porque existe una cultura de violencia: 36 años de guerra, maras, bandas privadas que ejecutan.
–¿Qué le dice al mundo el hecho de que su país tenga un sistema de justicia colapsado y dependa de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) para esclarecer homicidios como los Musa y Rosenberg?
–Que tenemos un problema de impunidad muy grande. Cuando estaba en la oposición di una lucha a muerte para que Naciones Unidas nos enviara una CICIG. Doy gracias a dios que empecé mi mandato con esa institución. En este país los únicos que entran a la cárcel son los pobres. Nunca he visto que entre un evasor de impuestos ni un asesino. He visto morir a mi familia, y a mis amigos, por sus ideales y nunca se hizo justicia.
En este punto de la entrevista, el presidente Colom se ve emocionado. Recuerda el asesinato de su tío Manuel Colom Argueta, líder del Frente Unido de la Revolución en plena dictadura militar, en 1979. “Hace unos días mi madre me dijo: ‘Son los mismos que mataron a tu tío Manuel. A él lo mataron de 42 balazos y a ti te quieren matar con tinta y un video’”.
–¿Qué va a pasar cuando el proceso concluya la fase de investigación a cargo de la CICIG y pase para su fallo a manos de los jueces? Es reconocido que el sistema de justicia guatemalteco está colapsado y que los jueces dejan sin resolver los crímenes.
–Eso es cierto: sólo 2 por ciento de los crímenes son resueltos. Aquí la clave es la CICIG, que tiene a su cargo la investigación y el acompañamiento. Confío totalmente en ella. Aquí hay jueces buenos y jueces que se venden. Pero yo estoy con la conciencia tranquila.
–¿Por qué en todo esto involucran a su esposa Sandra?
–Por una simple razón: les aterroriza el liderazgo de Sandrita. Es una mujer íntegra, muy competente.
–¿Se perfila como alternativa en la sucesión?
–Lo hemos hablado en broma, jamás en serio. Yo no la puse a trapear la casa presidencial. Ella es una lideresa. La conocí durante mi primera campaña, nos enamoramos en 2001 y le pedí matrimonio frente a 30 mil personas en un acto de campaña. Nos casamos en 2002. Sandrita está dedicada a los pobres y el resultado ha sido fenomenal. Eso es lo que les aterra.
–Si es citado a declarar ante la fiscalía o ante la CICIG, ¿iría a pesar de su fuero?
–Sí. Y diré que al señor Rosenberg ni lo conocía y que no entiendo esta cuestión.