Espectáculos
Ver día anteriorViernes 19 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

El documental de Ana Laura Calderón, a partir de hoy en la Cineteca y Cinemanía

La Isla de la Juventud aborda la vejez en el mundo desde un rincón de Cuba
Foto
Los vehículos de tiempos anteriores a la Revolución de 1959 salieron de las líneas de ensamble de las tres grandes manufactureras de Detroit, Ford, General Motors y Chrysler, en días en que no se imaginaban la crisis que azota a esta industria, cuando era símbolo del poderío económico estadunidense. En la imagen, autos clásicos que circulan frente a la Universidad de La Habana, CubaFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Viernes 19 de junio de 2009, p. a10

A nadie les interesan los viejitos, es el comentario de la mexicana Ana Laura Calderón, realizadora del documental La Isla de la Juventud, paradójica reflexión sobre la ancianidad, que a partir de hoy podrá verse en la Cineteca Nacional y Cinemanía.

La cinta, opera prima de la realizadora mexicana, habla de la vejez en el mundo mediante un viaje intimista por la memoria colectiva de encantadores personajes de la tercera edad, que habitan ese rincón cubano. Explora sus sueños y derrotas.

La Isla de la Juventud es la más grande del archipiélago de Cuba. Ha tenido varios nombres, como Isla de las Cotorras, Colonia Reina Amalia o Isla de los Piratas, aunque los primeros habitantes la conocieron como Siguanea, Camarcó y Guanaja.

En el siglo XIX se fundó su capital, Nueva Gerona. En ese tiempo se le conoció como Isla de los Deportados, y luego como Isla de Pinos. Tuvo este nombre hasta 1978, cuando fue nombrada Isla de la Juventud, debido a los miles de jóvenes de distintas partes que estudiaban y trabajaban en plantaciones de cítricos.

Hay que reflexionar en este tema. No nos damos cuenta de que mañana nosotros también seremos viejos y estaremos solos y olvidados, a no ser que cambiemos nuestra actitud y respetemos a la gente mayor, comenta en entrevista la directora, egresada del Instituto Superior de Arte y de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, en Cuba, donde se especializó en montaje cinematográfico.

Haber estudiado en Cuba provocó que realizara el documental allá, pero pudo haberse rodado en China, Timbuctú o México. Además, le debo muchas cosas a Cuba, no solamente la educación, sino toda la gente que conocí. Tenía que cerrar allá el ciclo de mi primera película, dice la cineasta.

Pero hubo otro hecho que detonó la realización de este documental: “Lo que más me impactó fue que mis abuelos envejecieron y comenzaron a enfermar. Cada quien toma sus temas obsesivos; en mi caso fue mi familia. Por mi ausencia, debido a mis estudios, valoré a la gente de la tercera edad de mi familia, y a partir de eso salió la historia. Tus padres te cuidaron, ahora te toca a ti hacerlo de alguna forma, es una cuestión de educación. Tú eres gracias a tus padres y abuelos.

La sociedad debe hacer que los viejos se sientan útiles, porque para allá vamos todos.

A decir de Ana Laura, fue más fácil manejar un microecosistema como la Isla de La Juventud, “para simplificar lo que sucede en todas partes del mundo con la gente grande.

Hay que recordar que hablamos de una isla dentro de otra isla, que tiene un bloqueo económico. Además, los viejos se mueren de ganas de que alguien los escuche.

La enseñanza al terminar este documental (que tardó cinco años en producirse) es que la felicidad es cuestión de actitud, no de destinos. Luego de su recorrido por festivales (como el de Barcelona, de Morelia, entre otros) regresé a Isla de la Juventud, busqué a los participantes y tres de ellos ya habían fallecido. Algunos otros no se acordaban de que los habían plasmado en un documental; incluso una de ellas no recordaba quién era la mexicana que la había filmado.