Opinión
Ver día anteriorMiércoles 3 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La palabra estrujante
E

n la portada, abajo del título del libro Pierre, pour mémoire y del dibujo de una sombra de Yannis Kokkos que inspira el miedo por el miedo que transpira, la editorial Actes Sud indica “Texto establecido por ANNE-MARIE ROY sobre la palabra de PIERRE P.

El filósofo, arqueólogo como él prefería calificarse a causa de su trabajo de excavación en las bibliotecas, Michel Foucault, definía la locura como la ausencia de obra.

La imposibilidad de una palabra que corresponde a nuestra lógica de pensamiento.

Anne-Marie Roy rencuentra a su hermano, después de 20 años de separación, de silencio entre ambos.

Ella había abandonado la casa familiar –huido para decirlo claro. Un padre con veleidades de suicidio que no esconde a sus hijos, una madre extraña, que el marido quiere internar, la palabra esquizofrenia se esconde, quien apunta con un revólver a su hijo Pierre, dispuesta a disparar si...

Aquí es donde Anne-Marie Roy, ante el discurso deshilvanado de su hermano, decide darle su palabra porque también él tiene derecho a contar su realidad, aunque no sea sino con las palabras descosidas, entrecortadas, insensatas para los otros: ésos que obedecen tras las rejas de un discurso impuesto. Lo que se considera un loco, ¿no obedece simplemente a otra forma de lenguaje, distinta a la uniforme, conforme?

Pierre ha pasado parte de su vida en hospitales siquiátricos, otra parte en Argelia durante la guerra: ahí volvió a sentir el miedo, el que le causaba su madre, desnuda bajo su holgado camisón, apuntándole con la pistola. Miedo del miedo, ese otro miedo que brotaba de sus vísceras, de todo su vientre.

El poder se impone por el miedo, su madre lo sabe: Pierre es capaz de rebelársele: es igual a ella. Pero el poder tiene otra cara: la envidia, no se desea el poder sino por envidia.

Si el libro presta su palabra a Pierre y construye un discurso estructurado, François Duval logra otro milagro: adaptar, dirigir e interpretar, durante una hora y cuarenta y cinco minutos, la historia de Pierre.

Le da su voz, pero también su cuerpo, cabeza, ojos extraviados, cuerpo que tiembla y rueda, manos que se estremecen, dedos que crepitan, piernas incontrolables que lo asustan, pies que hablan.

El lenguaje de los pies es una obra maestra de actor, los escuchamos en el silencio del teatro de la Grange dimière.

Jacques Bellefroid y Françoise Nyssen quedaron sorprendidos al escuchar que decían lo mismo: escuchamos los pies.

Pierre, pour mémoire fue el primer título de literatura inscrito en el catálogo de Actes Sud en 1980.

Durante la presentación, Françoise Nyssen recordó que un amigo escritor le propuso ir a ver la lectura de Bartleby, puesta en escena por Duval y le comunicó la emoción que sintió al asistir a la presentación de Pierre, pour mémoire. Françoise Nyssen, presidenta de Actes Sud, decidió dar una representación de esta obra para conmemorar la publicación del libro.

El domingo de la representación se anunciaba, por el servicio meteorológico, un encanto. Lloviznaba cuando llegamos a la granja, rodeada de edificios, fantasma reluciente venido de otro siglo.

Un pato inmóvil es confundido con una estatua: no, es un pato verdadero y vivo. Sobre todo cuando lo molestan.

Después de un café, un jugo, algunos panes dulces, entramos al teatro, su acústica es perfecta. Es el antiguo almacén de cereales. Françoise Nyssen presenta, con emoción y modestia, la obra.

Duval entra en escena: estrujante. No hay otra palabra. Se estruja, se aplasta, se sacude, y nos estruja, nos aplasta, nos sacude.

Por fortuna, hay un momento que nos sacude de risa, tanto es el horror, lo inverosímil, lo insensato: pero eso no puede contarse, el actor juega con su locura, la lleva al paroxismo antes de temblar y rodar en el suelo, antes de tetanizarse como los verdaderos locos.

Diez minutos después, Duval, saludando al público, tenía otra cara, otros ojos, nada extraviados: sonrientes y sensatos. Bravo, el actor.