s la primera visita del secretario del Tesoro de Obama al extranjero. La recepción en Pekín fue con todos los honores que el protocolo reserva a un funcionario de su nivel. Pero detrás de las sonrisas y las flores, se puede ver la tensión en esta primera visita a China. No es para menos. Washington y Pekín están amarrados por una serie de fuertes contradicciones en materia de política cambiaria, monetaria y fiscal.
Durante el proceso de su confirmación como secretario del Tesoro, Timothy Geithner acusó a China de intervenir indebidamente en el mercado de divisas para mantener el renminbi subvaluado. De este modo, repitió la vieja canción de las administraciones Bush y Clinton sobre la gestión cambiaria del gigante asiático: la subvaluación del renminbi le ha otorgado a ese país una ventaja en los mercados mundiales, abaratando aún más sus exportaciones. Por eso China tiene esos abultados excedentes en su cuenta corriente.
Desde que Pekín vinculó el renminbi con el dólar en 1994, no se había acercado tanto un secretario del Tesoro a acusar directamente a los chinos de manipulación cambiaria. En Washington eso tiene implicaciones legales, debiendo activar negociaciones directas con China sobre su política cambiaria. En Pekín esa acusación es considerada especialmente ofensiva, sobre todo si se considera el desastre en la gestión económica que hoy afecta a Estados Unidos.
El tema más delicado en esta visita es la inseguridad china por el valor de sus reservas en dólares. Pekín es el principal acreedor de Estados Unidos y tiene 1.5 billones (castellanos) de dólares en sus reservas (lo que rinde unos 50 mil millones de dólares de intereses al año). De esas reservas, 800 mil millones corresponden a títulos del Tesoro estadunidense.
Por eso el valor del dólar está en el centro de las discusiones. Después de todo, la administración Obama proyecta que el déficit fiscal para este año llegará a 1.8 billones y el Tesoro planea emitir unos 2 o 3 billones de deuda adicional en los próximos dos años. No se necesita ser un genio para ver en todo esto una clara amenaza para el valor del dólar.
En este contexto, el viaje de Geithner tiene dos propósitos. Primero, insistir en que Pekín cambie su política cambiaria y permita la apreciación del renminbi. Segundo, Washington desea recibir garantías de que China seguirá comprando los bonos del Tesoro. Las contradicciones entre estos dos objetivos saltan a la vista.
Para empezar, la crisis mundial cambió el escenario. En 2005 China aceptó modificar su política cambiaria y como resultado el renminbi se apreció 20 por ciento. Pero a partir del verano pasado, cuando ya la crisis reducía la demanda global, los chinos vieron en la apreciación un freno inaceptable para sus exportaciones y regresaron a su política cambiaria anterior. Ya desde esa perspectiva, Geithner va a toparse con una fuerte resistencia.
Pero además, pedirle a China cambios en la política cambiaria implica una devaluación relativa del dólar. Eso podría ayudar a las exportaciones de Estados Unidos hacia China. Pero la pérdida de valor de la divisa estadunidense conducirá a Pekín a dudar todavía más sobre la integridad de sus reservas en dólares.
Ya la incredulidad de los chinos ha llegado a su límite. El lunes, un tenso y nervioso Geithner pronunció un discurso en la Universidad de Pekín. Al señalar que las reservas en dólares tienen gran solidez, los estudiantes en el auditorio se rieron. Eso es una pequeña muestra del escepticismo con el que las autoridades chinas habrán escuchado al enviado de Obama.
La otra contradicción es que si China comienza a diversificar rápidamente su cartera de inversiones y de reservas, saliendo bruscamente de la esfera dólar, el Tesoro estadunidense se verá obligado a incrementar la tasa de interés. Eso pondría en peligro cualquier recuperación en Estados Unidos y comprometería la capacidad del gobierno para regresar a un balance fiscal más o menos controlable a corto plazo.
¿Cómo van a resolverse estas contradicciones? Por el momento, no está claro hacia qué espacio económico podría dirigirse la nave china. Las otras monedas que podrían cumplir un rol adecuado de reserva en este momento son el euro, la libra esterlina y el yen japonés. Todas tienen sus propios problemas, algunos comparables con los del dólar. Pero los chinos podrían iniciar un proceso gradual de alejamiento de la divisa estadunidense, empezando una transición de cinco o diez años hacia una moneda realmente internacional capaz de desempeñar el papel de reserva y medio de pago, sin las complicaciones que hoy afectan al dólar. La visita de Geithner podría servir para arrancar un proceso de negociaciones para transformar la economía mundial. Pero Estados Unidos tendría que abandonar el deseo de prolongar artificialmente la vida del dólar como moneda de reserva internacional. Dudo que Washington pueda ver que los tiempos en que el dólar era el centro del universo monetario se han acabado.