l equipo de la Universidad Nacional Autónoma de México ha conquistado el campeonato de futbol en México. Yo, como muchos universitarios, estoy feliz. Se trata de un logro muy importante, porque muestra una fuerza que no surge del poder o del dinero, sino de la honestidad, la decisión y la entrega. En este club no hay suficientes recursos para contratar a jugadores costosos, pero hay una forma singular de luchar cada minuto en el campo de juego que constituye una metáfora: pelear por un balón que amenaza abandonar la cancha y evitar que lo haga. Intentar, una y otra vez, construir jugadas que desemboquen en la portería de los rivales, sin descanso; no quedarse tirados en el césped después de una falta, sino avanzar; competir en todo momento con mucha fuerza, pero con lealtad y limpieza. Reconocer al otro en la victoria o en la derrota. En cada instante, dar lo mejor de uno mismo. Esto es la garra Puma.
Son campeones porque el grupo está animado por esa filosofía y formado por grandes jugadores. No voy a mencionar a todos y me disculpo por ello, pero se logró conformar una línea defensiva de primera clase con Efraín Juárez, que obtuvo el campeonato mundial de futbol sub-17; Darío Verón, jugador de gran elegancia (que francamente es un genio), y Efraín Velarde, El Chispa, quien le hace honor a su sobrenombre. Mención especial para mí merece Marco Antonio Palacios, El Pikolín, a quien admiro desde hace tiempo a partir de un gol sensacional que le hizo al Boca Juniors en el estadio de CU, el cual me llenó de alegría.
Toledo es otro genio, campeón varias veces con Pumas y una con Atlante. Israel Castro, mediocampista sumamente inteligente, recuperador incansable de balones, creador de jugadas de peligro y parte esencial de la selección nacional. Jehú Chiapas, joven esperanza que se ha convertido en una realidad. Qué decir de Leandro Augusto, que sin dudarlo es el ídolo del equipo de Pumas. Es una delicia verlo correr con el balón, con la cabellera al viento convocando a sus compañeros a ir al frente.
Adelante, toda una pléyade de estrellas de futbol. Entre ellos, Juan Francisco Palencia, jugador excepcional, que en su momento fue uno de los futbolistas más respetados y temidos por equipos sudamericanos, y hoy fue parte esencial en el triunfo de Pumas. También el equipo se ha beneficiado de la experiencia de Juan Carlos Cacho, quien con una sola jugada puede decidir un partido. Martín Bravo y Dante López, cuya habilidad y solvencia crearon las jugadas y los goles que en la parte final del torneo hicieron posible levantar el trofeo.
A mí me encanta cómo juega El Cachas, Ismael Íñiguez, con quien muchos universitarios se identifican. A veces le va bien y a veces no, pero tiene la fuerza y la determinación que representan fielmente la garra Puma. Hay algunos ausentes, como El Zurdo Morales, quien por una lesión no pudo llegar a las finales, pero que, con justicia, es también campeón. Pablo Barrera hizo el gol que le dio el campeonato a Pumas y que el domingo nos hizo saltar de júbilo. Es un jugador joven muy habilidoso, que cada vez que ingresa a la cancha se convierte en una pesadilla para el equipo rival. Yo creo que pronto formará parte de la Selección Nacional.
Dejé para el final a nuestro guardameta, Jorge Bernal, pues merece un reconocimiento especial; no es casual que sea campeón por cuarta ocasión con Pumas. Yo he estado en el estadio de CU varias veces coreando: “¡Portero!“ La sumatoria de sus errores y aciertos da como resultado que Pumas sea campeón.
El éxito de este equipo ha sido posible gracias al trabajo del director técnico y sus colaboradores. Ricardo Ferreti, Tuca, es un entrenador con gran visión que puede estimular y descubrir el talento de sus jugadores veteranos y jóvenes. Me sorprendió en Ferreti el manejo del tiempo. Los cambios realizados en las líneas media y delantera en cada partido, y el momento en que se realizaron, fueron los factores del triunfo. Nunca se equivocó, aunque nos hizo sufrir. Demostró ser el mejor entrenador de México, hoy.
Este equipo y sus logros deportivos son una muestra más de la grandeza de espíritu de una institución: la Universidad Nacional Autónoma de México.