Lunes 25 de mayo de 2009, p. a50
Muy defraudados y molestos salieron los conocedores que el viernes en la noche se dieron cita en la plaza El Relicario, de la ciudad de Puebla, para ver el mano a mano entre Rafael Ortega y Arturo Macías El Cejas. La causa de la decepción fue el sexteto de novillos enviados por la ganadería de Reyes Huerta, que sin embargo no fueron protestados por el público en general que hizo apenas media entrada.
Como viene ocurriendo en muchas otras plazas del país, la gente aplaudió todo, sacó los pañuelos a la menor provocación y quedó extasiada cuando el último de la noche recibió arrastre lento. Era, sin duda, el festejo taurino más interesante de la semana y el veterano tlaxcalteca Rafael Ortega cumplió ante su primero y se retiró al callejón entre aplausos que no le alcanzaron para saludar al tercio. Tras la muerte de su segundo escuchó un aviso y pitos y palmas. Con el amor propio herido por la falta de resultados, echó los restos ante el quinto del sorteo y tercero de su lote, al que le cortó las orejas y el rabo.
Una secuencia similar vivió El Cejas, al llevarse una carretada de palmas con su primero, oír aviso y silbatina en su segundo y tumbarle orejas y rabo al tercero. Pero la desproporción entre el poderío del artista de Aguascalientes y la debilidad de las reses era tan notoria, que Macías se pasó las tres cuartas partes de su actuación pegando mantazos de rodillas en la arena.
Por otra parte, uno de los mejores caballos de Pablo Hermoso de Mendoza estuvo a punto de morir, el sábado en la tarde, en la madrileña plaza de Las Ventas. El animal, de nombre Patanegra, resultó gravemente herido en los músculos pectorales cuando citaba de frente al quinto toro del encierro de Bohórquez. El equino, de cuatro años de edad y de origen portugués, se acercaba alegremente, bailando con las patas delanteras para incitar al cornúpeta, cuando éste se le arrancó de improviso y el rejoneador no acertó a sacarlo de la suerte, produciéndose en un instante la sangrienta reunión.
Lo peor del caso fue que, después de derribar al caballo, el toro saltó sobre él y continuó clavándole los puñales con particular furia. Cuando los subalternos lograron separarlos, Patanegra se levantó y abandonó el redondel casi al trote, al borde de un choque nervioso. Los expertos de la cuadra de Pablo Hermoso lo condujeron a la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense, donde lo operaron de sus heridas y le aplicaron una transfusión de sangre. El pronóstico no es para nada alentador. Si se salva, es difícil que vuelva a los ruedos.