Viernes 22 de mayo de 2009, p. 35
Ecatepec, Méx., 21 de mayo. Hace dos meses Roberto Ángel Pérez Díaz, de 23 años, se sumó a la creciente lista de desempleados del país. La baja de ventas de la empresa donde laboraba provocó un recorte de personal. Casado con Mariana Rocha, con quien tiene un hijo de un año, sigue en busca de sustento. Sólo ha conseguido trabajos eventuales, de uno o dos días.
Sentado fuera de un bar, donde algunos días es contratado como mesero, Roberto cuenta que era vendedor de la agencia de la empresa de dulces y frituras Barcel en Coacalco, ubicada sobre la vía López Portillo.
Manejaba una camioneta Nissan, en la que distribuía productos de las 6:30 a las 20 horas. Recorría tiendas de los municipios de Zumpango, Tultepec o Tultitlán.
Al día visitaba de ocho a diez tiendas de abarrotes y dejaba pedidos al mayoreo. Con las comisiones de venta obtenía más de 50 por ciento de lo que me pagaban por salario a la semana.
El salario de Roberto era de mil 500 pesos semanales y se llevaba hasta mil pesos extras por 5 por ciento de comisión del total de lo vendido.
Cuando la demanda empezó a bajar por la crisis económica comenzaron las presiones de la empresa. Primero, recuerda, les redujeron las comisiones, de 5 a 2 por ciento. Después vinieron las intimidaciones: les decían que podían fincarles responsabilidad por robo hormiga de productos. Agrega que llegaron al extremo de abrirles las camionetas para hurtarles mercancía y luego cobrárselas.
Como la empresa quería recortar personal y que nos fuerámos sin liquidación, empleó varias estrategias. En un mes me abrieron la camioneta en la empresa seis veces y se llevaron parte del producto. Los supervisores exigian que se pagara. Tuve que desembolsar unos 500 pesos cada vez que me robaron. Mucha gente no aguantó esta estrategia y terminó por irse.
A otros, narró, de plano los despidieron sin justificación alguna.
La situación se fue haciendo cada vez más difícil entre la disminución en las ventas y los hurtos
. Algunas semanas no sacaba ni para la leche y los pañales porque sólo en pañales y comida de mi hijo gasto más de lo que venía ganando. Y ya ni pensar en otras cosas: tuve que posponer el bautizo porque no tengo con qué sufragar la fiesta
, dijo.
Con todo, Roberto tiene la esperanza de encontrar empleo pronto. De hecho, repartir productos de Barcel fue uno de sus primeros trabajos y sólo duro en él poco más de un año.
Está consciente de que ahora es difícil obtener una ocupación estable, pero no se rinde. Su pareja comenzó a trabajar en algunas casas, pero también cuida al bebé. No tienen casa propia ni posibilidades de rentar una, así que viven con la madre de Mariana en Ecatepec. En estos meses, dice, sólo han podido alimentar a su hijo, con la ayuda de sus familias.