Tras múltiples homenajes en Bogotá, se espera que su funeral sea una ceremonia histórica
Viernes 15 de mayo de 2009, p. a12
Bogotá, 14 de mayo. Tal vez desde que Francisco, El Hombre, derrotó nada menos que al diablo en la ejecución del acordeón, la historia del vallenato no se veía tan exaltada como ahora por la muerte del compositor Rafael Escalona, uno de los padres
de ese género musical colombiano.
El Maestro, insignia de la cultura popular de su país, murió este miércoles en Bogotá, a punto de cumplir 82 años. Cáncer de próstata y afecciones renales y cardiacas terminaron por llevarse a quien, como pocos, pudo volver universales las historias de pueblo.
Dicen los conocedores que el vallenato surgió en el siglo XIX, con canciones que en realidad eran crónicas campesinas. Los juglares visitaban aldeas y narraban con música lo que ocurría en esos pueblos polvorientos del Caribe colombiano.
La leyenda cuenta que Francisco Moscote (1848-1953), mejor conocido como El Hombre, se encontró en uno de sus recorridos con el diablo en persona, virtuoso del acordeón, que lo retó a duelo. Ganó el juglar y Lucifer huyó, no sin antes dejar chamuscada una palmera debajo de la cual ambos se ocultaron del sol.
Escalona fue el heredero de Moscote. Compuso más de 100 canciones con historias simples que desde hace rato son clásicos de la música colombiana, a pesar de no tener estudios en la materia. Acudía a sus amigos para poner ritmo a sus temas en el acordeón.
El cadáver de Escalona fue llevado hoy a la sede del Congreso para que pudiera ser visto por miles de personas que hicieron un alto en su trabajo o estudio para darle el último adiós, mientras en la radio y la televisión no se hacía otra cosa que recordar sus temas.
En una coincidencia general, medios de prensa y personas que lo conocieron creen que Escalona, mujeriego descarado, buen bebedor de whisky y próximo a intelectuales y políticos, por fin le cumplió la cita a su entrañable amigo Jaime Molina, por cuya muerte compuso una de sus canciones más célebres.
Primero el retrato que el son
Molina, que era pintor y falleció en 1978, pactó un acuerdo con Escalona para que el primero que muriera le hiciera un homenaje al amigo en el terreno que cada uno conocía.
Así nació la canción Jaime Molina: Recuerdo que Jaime Molina cuando estaba borracho ponía esta condición:/ que si yo moría primero él me hacía un retrato/ o si él se moría primero le sacaba un son/ Ahora prefiero esta condición, que él me hiciera el retrato y no sacarle el son
.
Escalona creó en 1967 el Festival de la Leyenda Vallenata –que cada año elige al rey
del acordeón– junto con el ya fallecido Alfonso López Michelsen, presidente de Colombia entre 1974 y 1978, y Consuelo Araujo Noquera, ex ministra de cultura que fue asesinada por la guerrilla en 2001.
Uno de sus mejores amigos fue Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura 1982, quien lo nombró en su obra más conocida, Cien años de soledad.
“En el último salón abierto del desmantelado barrio de tolerancia, un conjunto de acordeones tocaba los cantos de Rafael Escalona, el sobrino del obispo, heredero de los secretos de Francisco, El Hombre”, escribió Gabo, quien alguna vez dijo: “Cien años de soledad no es más que un vallenato de 350 páginas”.
La vida de El Maestro fue llevada a la televisión en 1991. El actor y cantante Carlos Vives encarnó a Escalona, y el entonces roquero y baladista dio un giro a su vida artística para dedicarse al folclor, con lo cual comenzó la internacionalización del vallenato.
Tras recibir diversos homenajes en Bogotá, Escalona será sepultado mañana en Valledupar, de cuyo nombre se deriva vallenato, en una ceremonia que se prevé histórica por la cantidad de gente que acudirá.
Con toda seguridad no dejarán de escucharse esas crónicas periodísticas cantadas que inmortalizó en temas como El hambre del liceo, La casa en el aire, El mejoral, La vieja Sara, La brasileña, La Maye, entre muchas otras.