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Guatemala La agricultura: números rojos Juan Pablo Ozaeta Guatemala es un territorio de 108 mil 889 kilómetros cuadrados. De sus casi 13 millones de habitantes, más de la mitad se ocupa en la agricultura. La importancia de esta actividad no sólo es económica sino que también tiene un significado cultural para los pueblos mayas. No obstante, el Censo Agropecuario, realizado en 2003, demostró que de 822,188 personas que se ocupan en la agricultura, 45 por ciento son productores y productoras agrícolas de infrasubsistencia (poseen menos de 0.7 hectáreas de tierra); otro 46 por ciento muestra condiciones de subsistencia (entre 0.7 y siete hectáreas). Sólo seis por ciento califica en la categoría de excedentarios (con predios de siete a 45 hectáreas ) y un dos por ciento está dedicado a la agricultura comercial (cada productor posee más de 45 hectáreas ). Sorprendente resulta que mientras ese dos por ciento comercial concentra un 57 por ciento de la superficie cultivada del país, el 45 por ciento de infrasubsistencia utiliza únicamente el tres por ciento de la tierra cultivable. Las condiciones de vida de esta gran cantidad de población campesina son tan precarias que –aunque hay quienes tienen posibilidades de producir para autoconsumo– sus ingresos no alcanzan a satisfacer sus necesidades alimentarias más básicas. Al relacionar el salario mínimo agrícola con el precio de la canasta básica alimentaria, se confirma que el primero está muy por debajo del segundo. En 2008, el salario mínimo era de 184 dólares (según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. FAO ). Ese año se presentó una fuerte subida de los precios de alimentos, provocada por la crisis del modelo neoliberal. Así, en enero de 2008 la canasta básica alimentaria se calculaba en 217 dólares, es decir que el salario sólo alcanzaba a cubrir el 85 por ciento. Pero la situación empeoró en julio de 2008, cuando la canasta básica se calculó en 260 dólares, con lo cual sólo podía cubrirse el 74 por ciento de las necesidades alimentarias. Si consideramos la canasta básica vital, en julio de 2008 el salario mínimo agrícola sólo pudo cubrir 41 por ciento de ésta. Pese a tales condiciones de vida, la población campesina ha sido históricamente la que produce los principales alimentos de la dieta guatemalteca como son el maíz, el frijol y el arroz. El Censo Agropecuario determinó que 68 por ciento de la producción de maíz blanco y 88 por ciento del frijol se obtienen de pequeños productores. Sin embargo, la apertura comercial, principalmente con Estados Unidos, y el desmantelamiento de las instituciones estatales de fomento de la producción agrícola y alimentaria han interferido para que la agricultura campesina siga siendo el principal proveedor de alimentos, y nos ha hecho cada vez más dependientes de las importaciones de granos de Estados Unidos. Cifras de 2007 muestran que 85 por ciento del consumo nacional de arroz proviene de las importaciones. Del maíz amarillo que se utiliza en el país, 72 por ciento es importado. Igualmente, se depende casi en cien por ciento de las importaciones de trigo para satisfacer el consumo nacional. El maíz blanco y el frijol, que no se incluyeron en el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC-CAUSA) aún mantienen importantes niveles de autosuficiencia en el país. Guatemala tiene 723 mil 580 hectáreas aptas para el cultivo de maíz y están subutilizadas. Si estuvieran en manos campesinas, se podría abastecer al país de ese grano que se está importando, y con ello se evitaría la dependencia de los mercados internacionales. Para esto, la demanda histórica de la población campesina en Guatemala es la reforma agraria integral, una posibilidad real de cambiar los números de negativo a positivo. Investigador del Instituto de Estudios Agrarios y Rurales, Guatemala
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