|
||||||
Guatemala Vamos al grano, Guatemala en nuestras manos Pablo Sigüenza Ramírez Las manos morenas de mi abuelo revelan una vida de duro trabajo. Manos grandes, ásperas, llenas de callos y venas saltadas. Manos ligadas a un cuerpo y corazón de campesino. De niño en Mataquescuintla, en el área rural del país, aprendió el trabajo en el campo. A los 15 años migró a la Ciudad de Guatemala y por cuatro décadas fue repartidor de agua purificada embotellada. Como asalariado de la pujante, pero limitada, industria guatemalteca, cargó cientos de miles de garrafones, inicialmente fabricados de pesado vidrio; posteriormente renovados por el dios plástico ahora omnipresente y omnicontaminante. Sin embargo, siempre que pudo, buscó desde inicios de cada año un terrenito en el cual sembrar al menos una cuerda de milpa. La cuerda es una medida campesina que abarca 400 metros cuadrados . Allí por abril iniciaba a limpiar el pequeño terreno y con las primeras lluvias se unía en un rito de armonía hombre y naturaleza con millones de familias campesinas en toda la región mesoamericana, transmitido de generación en generación. Sembraba maíz, frijol, ayotes, chiltepes y güisquiles. Cada octubre y noviembre nos convocaba a toda la familia la fiesta de la cosecha de maíz. Abuelo, papá, mamá y hermanos con costales en mano bajábamos al barranco de la Colonia Bethania , en la ciudad capital, a recoger el fruto de la semilla que el abuelo Chilo sembró y cuidó con esfuerzo y cariño. Y luego la congregación de una docena de primos y primas, tíos y tías que en retozo desgranábamos las mazorcas de maíz sazón, mientras comíamos elotes cocidos y ayote en dulce.
Para mi abuelito dejar de sembrar milpa significó dejar parte importante de su vida y relación con el mundo. Entristeció su corazón. Diez años después, siendo aún muy activo, estoy seguro que añora su trabajo campesino. Dejó de bajar al barranco por múltiples razones, principalmente porque cada vez había más presión sobre el pedazo de tierra sobre la pendiente en que sembraba. Muchos campesinos y campesinas en el área rural del país, por otras razones estructurales, también dejaron de producir granos básicos en las últimas dos décadas. Desaparecieron casi por completo los sembradores de trigo, disminuyeron considerablemente las y los campesinos arroceros y muchos pequeños productores y productoras de maíz no lograron sobrevivir a la importación de maíz subsidiado que vino de Estados Unidos a precios muy por debajo de los costos de producción. El Estado eliminó paulatinamente el porcentaje de aranceles a estas importaciones, redujo el papel de sus instituciones e hizo vulnerables a los productores nacionales. Por todos los sucesos recientes a nivel global relacionados con el calentamiento global y la crisis financiera y alimentaria, es necesario que nuestra sociedad india y mestiza que comparte una identidad alrededor del maíz y la milpa recupere el valor que tienen estos productos para nuestra vida y apoye la producción nacional de los mismos. Producción en manos campesinas que proporcione seguridad y soberanía alimentaria al país y que frene el deterioro del ambiente natural en el que vivimos. Por ello la necesidad de políticas públicas adecuadas a estos dos principios. El presupuesto nacional en los próximos años debe incluir importantes recursos para reconstruir la institucionalidad pública agropecuaria, ahora tan necesaria. A mediados de 2008, 19 organizaciones sociales de Guatemala unimos ideas , entusiasmo y esfuerzo para diseñar y realizar una campaña por la agricultura nacional. Organizaciones campesinas, centros de investigación, de mujeres rurales, cooperativas y organizaciones no gubernamentales de desarrollo locales conformamos la campaña Vamos al Grano, Guatemala en Manos de Todos y Todas. La campaña busca, por un lado, movilizar a la opinión pública y a consumidores para que tomen conciencia de la importancia de la producción agrícola campesina; por otro lado, su objetivo es lograr que el Estado ponga en marcha políticas concretas de apoyo a la producción campesina de granos básicos, en las áreas de asistencia técnica apropiada, acceso al crédito rural y regulación de precios en el mercado nacional. Es importante mencionar que las 19 organizaciones debimos dejar por un lado reivindicaciones propias para dar paso al diseño de una campaña en la que todas estamos representadas. Tuvimos como referente de este instrumento de incidencia, que son las campañas, a Sin Maíz no Hay País, de México, y a la experiencia en campañas que Oxfam Internacional ha desarrollado en diversos temas en Europa. El lanzamiento de campaña se hizo en tres ciudades del país: Quetzaltenango, Santa Elena Petén y Ciudad de Guatemala. Durante este 2009 organizaciones hermanas de México y Honduras han lanzado en sus respectivos países campañas similares que bajo el mismo nombre “Vamos al Grano”, plantean las necesidades urgentes de resolver para apoyar a la agricultura en cada realidad nacional. Esto evidencia que junto con otros esfuerzos como el Movimiento Indígena y Campesino Mesoamericano (Moicam) las luchas por defensa de la naturaleza, el territorio y la soberanía alimentaria cada vez más son regionales, ya no sólo nacionales. Los granos básicos son un asunto de economía, cultura y sociedad. Los granos básicos son un asunto de vida. Por ello llamamos a apoyar la producción campesina nacional y regional de granos básicos. ¡Vamos al Grano, Guatemala y Mesoamérica en manos de todas y todos! Investigador del Instituto de Estudios Agrarios y Rurales, Guatemala |