Opinión
Ver día anteriorMartes 5 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Del sismo a la influenza
H

ace 24 años, la sociedad civil le arrebató la palabra al poder, a los medios y los intereses dominantes. Hoy ha sido la revancha de los gobernantes, que han puesto un cubrebocas, monopolizando así no sólo la única palabra, sino la primera y la última.

La clase política en general, rebasada ante la organización de los ciudadanos, que se lanzaron sobre los escombros, organizaron campamentos, comedores, la solidaridad, la distribución de la ayuda nacional e internacional, quedó pasmada ante aquella movilización que pasó de la emergencia a la estructuración de demandas que iban desde la vivienda, mejoría en los barrios y hasta la lucha por la democracia.

La organización independiente y autónoma de los damnificados del terremoto del 85 devino organización social, movilización, unidad contra el clientelismo y cuestionamiento de las estructuras corporativas. En ese movimiento, el PRI perdió su hegemonía y sus mecanismos de control social en la ciudad; la organización desde los barrios en la ciudad central se proyectó hacia la lucha electoral en 1988, politizando a miles de ciudadanos e incorporándolos a la lucha por la democracia.

Todas las estructuras políticas, empezando por las partidarias, vieron cómo la organización profunda los rebasaba desde abajo y por ello a lo largo de estos 24 años hemos visto cómo desde los gobiernos, desde los partidos, se dieron a la tarea de arrebatar a la sociedad ese poder.

Para ello se estructuró toda una visión de protección civil, la cual frente a cualquier desastre se impone de arriba abajo, organizando albergues, conteniendo demandas, impidiendo la organización propia de los damnificados. El gobierno, junto con el Ejército, tras la experiencia del 85, toma inmediatamente el control social con el objetivo de impedir que los afectados se organicen, demanden y conviertan la emergencia en experiencia democrática.

Como en el sismo, y ahora con la influenza, se dan casi los mismos fenómenos políticos y sociales: la falta de previsión, la corrupción y el atraso de leyes y reglamentos que en 85 pusieron al descubierto las transas con materiales de construcción y la falta de una cultura ante el desastre.

No obstante, la debilidad del tejido social hizo que junto con la aparición del virus, la clase política metiera la contingencia en su esquema de enfrentamiento. Es la hora en que aún no existe una sola estrategia gubernamental y cada nivel de gobierno tiene sus propios voceros, sus propios criterios y estrategias. Es como si cada gobernante, principalmente los del federal, del Distrito Federal y del estado de México, tuviera su propio virus.

La influenza cayó de maravilla para fomentar las tendencias autoritarias de los gobernantes. Es la primera vez en muchos años que la ciudadanía responde a los llamados gubernamentales y hace caso. La felicidad de los gobernantes, ahora engolosinados con su programa de ocurrencias y la forma de atacar el virus a escopetazos, tiene la gran virtud de que la sociedad no tiene voz y menos organización propia para demandar una sola estrategia y medidas basadas en información precisa. Aparecimos de pronto en la fase 3 sin que se informara a la opinión pública sobre los focos de riesgo, un mapa y una ruta del virus. La sociedad sólo tuvo la opción de dividirse en dos partidos: los catastrofistas, basados en el rumor de miles de muertos, sin funerales ni familiares, y los que ponían en duda la magnitud de la epidemia, buscando el trasfondo de los poderes y manipulando como marionetas a la sociedad.

A 10 días de que se disparó la alerta sanitaria aún no hay información precisa. Se va a levantar la emergencia con un simple decreto: la influenza porcina no es más grave que una gripa y sin que exista ningún poder para reclamar el diagnóstico de si las medidas tomadas estuvieron basadas en información precisa o fueron parte de una lucha por el protagonismo político y el oportunismo. Lo más probable es que los gobernantes, de todos los niveles, nos digan que gracias a ellos estamos vivos. Habrá que agradecerles que luego de la asfixia económica nos den un poco de oxígeno... hasta sentiremos la recesión como si fuera auge.

En toda crisis y desastre que hemos vivido, los sectores más pobres son los que han pagado los costos. En este episodio la principal catástrofe ha sido la improvisación y la manipulación, que bajo el tema de la salud permitió que asomara la dictadura perfecta, la gran fantasía de esta clase política mediocre, la cual por unos días fue obedecida.

Gracias a la prudencia del virus, que se presentó en el puente más grande del año, está a punto de retirarse por decreto, pues ya negociaron políticamente con él y un nuevo escándalo hará que todo se olvide. Vamos a regresar a la normalidad, como si no hubiera pasado nada, para ver el nuevo repertorio de insultos entre candidatos y partidos, que juntos nos seguirán recomendando el cubrebocas… para que sólo ellos hablen.