Semanas antes de fallecer, el humanista terminó un volumen que ya circula en librerías
un refugio aleccionadorde 68 años en México
Abarca discursos, cartas, ponencias, confesiones, encuentros y milagrerías
, escribió en el prólogo
Recuperar la vida en estas tierras fue algo verdaderamente cercano a la utopía
Sábado 2 de mayo de 2009, p. 7
México fue para el publicista y comunicólogo Eulalio Ferrer, refugio aleccionador de desventuras y venturas
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Por eso, siempre tuvo la ilusión de escribir un libro que incluyera las anécdotas de sus primeros años en un país donde navegó sobre las resacas adversas y empujado por los vientos favorables de la esperanza y la certidumbre
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Pocas semanas antes de morir, Ferrer concluyó el proyecto titulado México en el corazón (editorial Océano), con testimonios que comprenden un gran surtido de jornadas y vivencias: discursos, cartas, ponencias, pronunciamientos públicos, reflexiones, confesiones, encuentros, milagrerías
, explica el autor en el prólogo.
El libro, que ya se encuentra en librerías, iba a ser presentado precisamente el día del fallecimiento del escritor, el 25 de marzo. Incluye también páginas tomadas de las más de 20 libretas de un diario fragmentado
que don Eulalio inició cuando estuvo en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, en Francia.
Ese material, explica en la introducción del volumen, nutriría también su primer libro Entre alambradas y guardan el único poema en forma de himno, que me atreví a escribir a los 19 años. Tan malo y criticado por mis amigos, que me abstuve de firmarlo. Para mi sorpresa, paradójicamente, se popularizaría como un canto anónimo de los campos de concentración en Francia, poblado de miles de refugiados españoles
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Fraternidad en Oaxaca
Uno de los capítulos más emotivos de México en el corazón es donde Ferrer describe el momento en el que llegó al país: fue el 26 de julio de 1940 y llegó en un barco cuyo destino era Coatzacoalcos, Veracruz.
“Hacia las cinco y media de la madrugada, un grito jubiloso rasgó la soledad marina desde proa:
“–¡Tierra de México a la vista!
“¡Al fin...! Esta exclamación milenaria, entonada por un número infinito de marineros desde los albores de la navegación y del tiempo, nunca había tenido un sentido tan tangible. Era no sólo una expresión sin más, sino la campana que tañía nuestro futuro (...)
“–¿Qué haremos mañana? –pregunta mi madre.
“–¡Vivir!– le contestamos.”
Fueron 68 años los que Eulalio Ferrer vivió en México, primero en Oaxaca, donde se deslumbró por el calor humano que encontró: es tan fraterno
, escribió, “que no me doy cuenta de nuestras penurias y de los equilibrios que hace mi madre para estirar al máximo los cinco pesos diarios que nos dan de subsidio.
Pero en medio de las carencias, no creo que haya nada tan bello como este sentido de recuperación de la vida; es como si la estrenáramos en el amanecer milagroso de cada día, como si tuviéramos la oportunidad de nuevo, pero acompañados del tesoro de la conciencia y de la experiencia. En cierto sentido, algo verdaderamente cercano a la utopía.
Además de dar detalles de sus inicios como publicista, el autor narra anécdotas que compartió con entrañables amigos, como José Alfredo Jiménez, a quien consideraba genio acuñador de frases y ritmos, con temple apasionado de un auténtico hijo del pueblo
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Y añadía: le brotaban las canciones con la facilidad de quien lleva dentro de sí sus gérmenes, como raíces pródigas de inspiración. De ella emanaban como manantial caudaloso de vida. Era la suya la naturaleza genuina del trovador
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Respecto de Agustín Lara, recuerda con humor cuando El Flaco de Oro dio al traste con un programa de televisión. Se llamaba Rincón Bohemio y era patrocinado por Tequila Sauza. Los anfitriones eran Tata Nacho, Renato Leduc y Mario Talavera.
En un momento de la emisión, cuenta Ferrer, Lara sacó una ánfora que llevaba en el bolsillo y dijo:
“–Bueno y ahora brindemos con un buen cognac y no con las porquerías que se anuncian en este programa.
Los camarógrafos casi se paralizaron; se cayeron algunas luces; Mario Talavera puso sus manos en una cara aterrorizada; Tata Nacho se autohipnotizó. Agustín Lara bebía tranquilo de su ánfora y sonaban las risotadas de Renato. Un desastre... el caos. Al día siguiente, suspensión del programa y aviso de cancelación de la cuenta de uno de los clientes fundadores de Publicidad Ferrer.
También comparte los recuerdos cuando Emilio Azcárraga Milmo y el patrocinador del programa Noches Tapatías, Francisco Javier Sauza, le encargaron que le llamara la atención a Irma Serrano por haberse vestido de manera atrevida
para la emisión.
“Irma me replicaría:
“–Dile al señor Azcárraga y al señor Sauza que me visto como quiero, que ahí les dejo su programa y que se vayan mucho a la chingada.
“Brava mujer esta Irma Serrano, de sexo caliente, de ojos fulgurantes, de tez blanquecina, siempre enjoyada.
Recuerdo ahora cómo en su casa de Las Lomas apapachaba a una recién llegada: Chavela Vargas, mujer enigmática, soñadora, de lenguaje expedito, de actitudes algo hombrunas, de voz oscura y embarazosa, como surgida de sus entrañas. Aquella noche fue larga, deliciosamente triturante.
México en el corazón de Eulalio Ferrer incluye también un álbum documental y fotográfico donde se aprecian diferentes facetas de la vida del autor cuyo lema siempre fue: aquel que no vive para servir no sirve para vivir
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