l círculo teatral, con Alberto Estrella y Víctor Carpinteiro al frente, cumple cinco años de vida activa, lo que es un logro por tratarse de un espacio independiente diseñado para ofrecer escenificaciones de calidad. Para celebrarlo eligieron en primer lugar Cita a ciegas, obra muy representada en diversos países desde su estreno en 2005 en Buenos Aires, que se debe a Mario Diament, el autor, académico y periodista argentino radicado en Miami que estuvo presente en su estreno en México. Invitado y también presente fue el director estadunidense Barclay Goldsmith –de quien ya conocíamos su trabajo en la segunda versión de La mujer que cayó del cielo de Víctor Hugo Rascón Banda que satisfizo por completo al autor– que ahora dirigió este texto que se debe más que nada a la palabra por lo que la tensión dramática se ha de sostener por el buen desempeño actoral.
Desde su estreno, el autor se ha referido a la influencia de Jorge Luis Borges, de quien tomó algunos rasgos para construir el personaje del escritor ciego en donde confluyen todos los senderos bifurcados, no sólo por su falta de vista o su capacidad de escuchar, sino por sus teorías de los universos paralelos que ofrecen distintas circunstancias a las personas según se esté en uno o en otro y que ofrece como consuelo de sus cuitas a los personajes que se le acercan. El texto de Diament no presenta estos universos paralelos más que en la coincidencia que se expresa de que las confidencias que le hacen el hombre y la muchacha sean dos caras de una misma circunstancia, que la mujer recordada por el ciego sea paciente de la psicóloga esposa del banquero de las confidencias y que la muchacha sea hija de esa mujer, en una ronda que tiene como eje la inevitabilidad del amor y las alusiones a la Educación sentimental de Flaubert y a la pobre madame Arnoux como ejemplo de vida desprovista de pasión. Los personajes de la obra no son mencionados por su nombre sino, como en el teatro expresionista, como el ciego, la mujer, el hombre, la psicóloga, la muchacha.
El hecho de que el ciego de la banca de la plaza sea un conocido escritor explica la confidencialidad de la muchacha que lo ha leído y no lo siente ajeno, como suele ocurrirnos con autores que nos gustan. El banquero, que acaba de sentir el deslumbramiento pasional que le hace reflexionar sobre la aburrida vida que ha llevado, tiene una gran necesidad de comunicarse con la euforia que le da la posibilidad de una vida irreflexiva y diferente. Que ambos hagan confidencias a un desconocido se justifica racionalmente, no así el que las confidencias confluyan en la misma situación desde perspectivas opuestas: es en la coincidencia en donde los universos paralelos podrían tener su vértice.
En un pequeño espacio diseñado por el también iluminador Arturo Nava, con un módulo plateado o transparente que puede ser árbol o nube y dos bancos que unidos son el de la plaza y separados el consultorio, discurren los diálogos de los personajes. Diálogos casi sin acción escénica los tenidos en el parque y muy obviamente en el consultorio de la psicóloga con la presencia de la mujer como paciente, que contrastan con la escena de violencia entre el hombre y su esposa, único momento en que existen grandes desplazamientos, mientras en todos los demás el movimiento es mínimo. Son diálogos entre personajes sentados, con algunos parlamentos muy largos, lo que es extremadamente difícil pero que se basa en una certera dirección de los muy buenos actores con que contó Goldsmith.
Particularmente complicada es la escucha del ciego que ha de reaccionar gestualmente a lo que se le cuenta, pero el excelente Fernando Becerril logra ser muy convincente. Resulta también muy afortunada la reaparición de Silvia Mariscal, a la que ya se extrañaba, como la mujer en un montaje no comercial. Ángeles Marín es la psicóloga contenida como profesional y violenta como esposa engañada. Luis Cárdenas, como el hombre, matiza con buen tino a su personaje y Marcia Coutiño posee todo el encanto que el personaje de la muchacha requiere. La escenificación se complementa con el elegante diseño de vestuario de Ma. Estela Fernández y la música original de Rodney Steve.