ientras los citadinos en susto total refugiados en casa en espera espera... en el ambiente de la feria sevillana flotaba como todos los años ese nosequé que la singulariza. Ese aroma inconfundible mezcla de flores y tabaco que habla al aficionado de recuerdos, y amores. Cada año se revive ese nosequé que permite la resurrección. Pero en esta feria no ha habido resurrección y se va para abajo y no hay quien la contenga. Con la corrida celebrada ayer domingo se llevaron a cabo los festejos postineros con llenos que no correspondían a lo que se vivía en el redondel.

Dos ausencias estaban presentes; la del torero madrileño José Tomás y la del triunfador Miguel Ángel Perera. Con estas ausencias y la feria en picada surgía el fantasma de Curro Romero. Los toros fracasaron en general. Una colección de toros mansos, descastados y algunos desarrollando sentido. Ante este material, los toreros no salieron dispuestos a dar el pecho y los festejos acabaron por aburrir y mandar a los sevillanos a la feria de farolillos a cantar, bailar y enredarse a las sevillanas.

Y si bien José Tomás que insiste en no ser televisado no fue a Sevilla, en cambio viajó a la sin par Aguascalientes, en donde enloqueció a los hidrocálidos por su torería. Un huracán de luz desencadenó el diestro nacido en Galapagar y la gravedad de su rostro se trasparentaba y promovía escalofriantes impresiones, en ese jugarse la vida, un toro sí y otro también que es su toreo. Una armonía espiritual que era ritmo creador. Un sol de palmas hablaba de su empaque torero, reconcentrado en la tarde de los largos redondos, encandilada por la hondura de su torear. En tarde que el torero de la tierra Arturo Macías le dio batalla y la feria se fue hacia arriba...

Un abrazo para Genaro Borrego que el sábado se despidió como aficionado práctico. La torería de Genaro daba para haber sido figura de la torería ¡Felicidades!